lunes, 8 de octubre de 2012

Crónica de una historia que se vuelve a repetir


Desde hace treinta años voto en un centro electoral donde se unen barrio y urbanización: La Unidad Educativa Jesús Enrique Losada en El Pedregal de Chapellín, que suele ser un termómetro del resultado electoral.
A pesar de la llamada a votar temprano, ante las largas colas, pensé que la mejor hora de votar sería después de almuerzo, cuando el Real Madrid y El Barca se enfrentarían. Mi prima Isabela, que había votado temprano en J.E Losada, me contó que quienes madrugaron hicieron más de tres horas de cola porque unos testigos de mesa tardaron en llegar. Mi marido, que salió temprano a votar al otro lado de la ciudad, me decía que en su centro había dos computadoras para cuatro mesas. Dos horas y media de cola para salir del embudo.
No le fue mal, hubo quien tuvo que esperar más de diez horas para votar. Quienes votaron en Montreal lo hicieron en menos de 5 minutos. 14 horas para quienes votaron en el Sur de Florida porque se tuvieron que trasladar a New Orleans. No sabemos cuánto tardaron quienes votan en Beijing.
Por la presión de las redes sociales de votar temprano, pero sobre todo, por el temor a que fuera a caer una tormenta eléctrica como las que han azotado a Caracas desde hace unos días, fui a votar al mediodía, cuando la cola salía a la calle pero ni remotamente tan larga como había visto por televisión en otros centros electorales.
Me llevé mi gorra de UCV para protegerme del sol esperando que no fuera tomada como una postura política, nadie en la cola llevaba la gorra tricolor ni la gorra roja del proceso, pero era fácil ver la intención de voto a quienes lucían orondos sus camisas rojas. También me fijé que había muchos votantes que llevaban un rosario de cuentas de madera, que ayer, día del Rosario, asumí como una alianza mística electoral para salir de este berenjenal.
Los militares del Plan República paseaban por la calle dispuestos a mantener el orden, ignoraban a los motorizados con camisas de Corpoelec con el mensaje: "Ahorrar energía es tarea de todos", y gorras rojas tan nuevecitas que muchos ni siquiera les habían quitado la etiqueta. Los motorizados tenían su toldo rojo a pocos metros frente a un taller de tapicería, no fueron agresivos ni intimidantes, pero estaban ahí, su función era trasladar a los vecinos de Chapellín simpatizantes del proceso.
 En un momento un motorizado comenzó a dictar pautas con un alta voz. Los militares del Plan República ni se inmutaron. La muchacha que tenía enfrente rompió el silencio sin importarle que la oyeran los chavistas en la cola: "Esto no debería ser, está prohibido hacer proselitismo, por qué lo permiten los militares".
 Le contesté: "A ver si quienes se pasean en moto con altavoz llevaran gorra tricolor".
No hace falta agregar más, a todos nos consta que en esta batalla electoral las leyes del CNE son más para unos que para otros.
En ese momento, no sé por qué, presentí cuál sería el resultado.
Una hora tardé en la cola para entrar en el Centro,  pensé que el proceso sería breve ahora que estaba adentro, no había tanta gente, pero con esa maldición de siempre tocarme la cola que no avanza, la mesa dos se paralizó porque una señora, vaya a saber usted cómo, se echó la tinta en un ojo. Otra hora de cola mientras se solventaba la situación.
 Y aunque llevé un libro para pasar el tiempo, el tiempo lo pasé twiteando.
En casa de mis padres nos esperaba un pasticho. Para tres muchachos de la familia fue su primera elección presidencial. Ninguno recuerda otro presidente que no sea Chávez. Todos tenían la esperanza de que en su voto estaría el cambio.
En la nochecita nos llaman los vecinos Beatriz y Fran para que esperemos los resultados juntos, qué ley seca ni que ley seca, mitigaremos la angustia en alcohol. Se nos unen los vecinos Laura y Reinaldo. También está la mamá de Bea, y su hermano Miguel, que vive en el exterior y vino a votar.
Las primeras noticias son buenas, las menos optimistas dicen que hay un empate técnico, que las tendencias se revierten minuto a minuto. Llaman a decir que no nos preocupemos, estamos listos, Capriles presidente, la ventaja es de cuatro puntos. Otros dicen que no cantemos victoria, la ventaja es de dos puntos, el CNE nos va a tener en esta angustia hasta la madrugada, cuidado si no más de dos días como en las elecciones Bush-Gore.
Llaman a decirnos que el Comando Carabobo está vacío, que en cambio el Comando Venezuela está la prensa internacional. Que si el carómetro. Que si Briquet se ve feliz. Que ya el ABC de España, la BBC, Le Monde cantaron la victoria de Capriles. Que fulanita de tal, que esa sí sabe, llamó a decir: "amiga, vaya enfriando la botella de proseco".
Algunos de los presentes quieren abrir el Proseco para empezar a celebrar. Insisto que no lo hagamos, no hay que empavar.
Dejo a los vecinos eufóricos, y me voy a mi apartamento a comer unas arepas que prepararon mis hijas. Mi mamá llamó a decir que ya ganamos, se lo dijo mi hermano que está reunido con gente que está muy bien dateada. Entro en Facebook, casi todos mis amigos cantan victoria, solo una amiga dice: "Nos volvieron a clavar", no le creo, hay que ser optimista, no haga caso a rumores, lo que pretenden es desestabilizar.
Me como un par de arepas y regreso a casa de los vecinos. Me abre la puerta Bea y me dice casi llorando: "Perdimos".
El ambiente de euforia de minutos antes se había transformado en un ambiente fúnebre. Morrocoy volteado:
"¿Cómo están tan seguros?".
La amiga que llamó a decir que enfriara el Proseco, volvió a llamar: "Nos jodieron".
Comienzo a recibir mensajes de texto, los mismos que minutos antes aseguraban que estábamos arriba, ahora manejaban una diferencia de 10 puntos a favor del continuismo revolucionario. Habla el Ciudadano Leopoldo Castillo, no dice nada pero lo implica todo: perdimos.
La fiesta se acabó. Como quien enfrenta el fin del mundo, regresamos a casa para estar con nuestros hijos en espera a que se manifieste Tibisay Lucena. Trato de levantar la moral de la tropa, no ganamos, pero sigue habiendo un camino, Henrique Capriles fue tremendo candidato, no pudimos tener candidato mejor, más de 6 millones de venezolanos expresaron con su voto la necesidad de un cambio, se batalla con fuerzas desiguales, quizás no se llegará hoy a ese camino, no se angustien hijos que ustedes conocerán otra Venezuela, una donde el pensamiento oficial no pretenda uniformar a la nación, donde la violencia no nos parezca normal, donde el país no esté dividido en dos.
"¿Y ahora qué, mamá?", preguntan mis hijos.
Ahora hijos, a recoger los vidrios rotos y a seguir luchando por ese país con el que soñamos.



2 comentarios:

Isabel dijo...

Hola Adriana :
Recuerdo que mi madre acá en España siempre que sufragábamos en la época de felipe gonzalez (16 años de poder), decía moriré y seguirá hay...pero gracias a dios vive y van tres presidencias tras aquella.
PD: siempre leo sus escritos me encantan, saludos de España

Adriana Villanueva dijo...

Gracias Isabel, dirían los historiadores que 20 años no es nada en la historia de un país, pero para quienes nos toca pasar la edad más productiva durante esos 20 años, es demasiado. Esperemos que quienes vimos llegar al poder a Chávez entre los veinte, treinta y cuarenta años, tengamos la oportunidad de elegir a varios presidentes más, y no nos pase como con Franco o Fidel Castro, que sobrevivieron en el poder a varias generaciones.