A fines de noviembre de 2011 compré mi Kindle Fire para probar el mundo de la lectura en formato digital. Casi año y medio más tarde, tengo en mis manos un cacharro al que le agoniza la batería, y al que apenas meses después le llegó un hermanito más agraciado: el Kindle Fire alta definición, por los mismos 199 dólares que pagué por mi tableta innovadora. La tableta original bajó de precio 40 dólares en menos de un año. ¿Quién me manda a comprar la primera generación de Kindle Fire?
En año y medio he notado cómo el número de los lectores en formato digital en el mercado hispano ha ido en ascenso, lo que no me sorprende, cuando publiqué en el blog el artículo: "Un mes con el Kindle Fire", sin mayores aspiraciones que narrar mi breve experiencia tanto con la tableta de Amazon como con la lectura digital, rápidamente se volvió el artículo más leído en Evitando Intensidades, teniendo hasta los momentos el 11 por ciento de la cantidad de entradas en el blog, y el mayor número de comentarios, buscando ayuda porque la tableta digital fuera de los Estados Unidos, por razones legales, no sirve para bajar películas por Amazon. Varios trucos para burlar esta restricción se compartieron en ese improvisado foro.
A pesar de que lo he disfrutado mucho, le comentaba a un amigo mi indignación porque mi Kindle Fire, de apenas año y medio, ya estaba a punto de morir, cada vez le cuesta más cargar la batería y esta se agota rápido. Él me decía que por el precio de las tabletas de Amazon, eran prácticamente desechables. Que lo viera desde este punto: ¿cuántos libros he leído ya en ella?
Revisando en mi Cloud me doy cuenta que en año y medio he leído más de cincuenta libros digitales, todos bajados en Amazon, la mayoría en descuento, desde clásicos gratis como Los Tres Mosqueteros de Dumas hasta la más reciente novela de Manuel Vincent: El azar de la mujer rubia. He leído novelas densas como Freedom de Jonathan Franzen, y los llamados kindle singles como el naufragio del Costa Concordia, novelas cortas o grandes reportajes de aproximadamente 60 páginas que venden en Amazon por menos de un dólar. Estoy suscrita a un par de revistas y he leído las biografías de músicos como John Lennon y Frank Sinatra, además de libros de memorias como el recuento de Joyce Carol Oates de su inesperada viudez. No solo he leído libros que hace tiempo están descontinuados, por lo menos en las librerías venezolanas, sino también muchas novedades que no han sido traducidas al español o que sabemos que con las restricciones del dólar, difícilmente llegarían a nuestras librerías. Cuando tengo un trabajo pendiente y necesito material de lectura que me sería imposible encontrar en la actual Venezuela, es bueno saberlo al alcance de un clic, cortesía de Cadivi.
En año y medio con el Kindle Fire me acostumbré a la lectura en formato digital, y ya contagié a mi mamá y a mi hija. A mi hija de 18 años fue fácil, le regalé en Navidad un Kindle Fire de la nueva generación, compartimos la biblioteca digital, aunque sé que muchos de mis libros no le interesan y bajo para ellas muchos libros que no leeré.
Mi mamá estaba más reacia a la lectura digital por el romanticismo bibliófilo del peso de los libros, la sensación de pasar las páginas... pero apenas le regalé en navidad el Kindle PaperWhite, que solo sirve para leer porque mi mamá no es de quienes navegan en Internet, tras refunfuñar ante el primer libro digital: "Yo no me voy a acostumbrar", me pidió que le bajara otro, y otro, y otro, y ya tiene su propia biblioteca digital. Lástima que no podamos compartir libros como antes hacíamos.
Sin embargo ni mi madre ni mi hija ni yo hemos abandonado la lectura impresa. La alternamos, por ejemplo, yo alterné la lectura de Freedom, que es un libraco, entre digital (no me podía quedar pegada una noche porque se le agotaba la batería al Kindle) y el libraco de casi 600 páginas al que no le había entrado antes por su densidad. Y eso que Jonathan Franzen despotrica contra la lectura digital, pero a mí me resultó muy conveniente leer su novelón en ambos formatos. Sorry Jonathan.
Y a un año y medio de tener Kindle Fire, no dejo de llevar siempre dos libros en el carro, un libro bolsillo en la cartera, y una torre de cinco libros en la mesa de noche.
A un año y medio de mi Kindle Fire, me doy cuenta que ya soy presa de la nueva tecnología, cuando se termine de morir la batería de mi tableta, no me quedará más remedio que comprar una tableta nueva, aunque creo que para la próxima me dejaré de pichirrerías y probaré con el IPadMini, al doble de precio (si lo quiero con una memoria eficiente) pero con el doble de posibilidades que la tableta de Amazon. Tendré que transferir mi Amazon cloud (o inventario de libros comprados hasta el momento) a mi nuevo aparato de tecnología Mac, pero hasta ahora mi computadora Mac y mi IPod han tenido más larga vida -toco madera- que la tecnología Amazon.
A un año y medio del Kindle Fire me doy cuenta que disto de ser la única que hoy está alternando con la lectura digital en Venezuela, es un formato de lectura que ha ido creciendo considerablemente en nuestro devaluado país, sin embargo, a pesar del problema del dólar que trae la inminente escasez de papel para publicar en Venezuela, la publicación en formato digital, más allá de unos cuantos autores que se autogestionan, sigue tan cruda como hace año y medio.
¿Cuánto tardarán los editores venezolanos en compartir sus publicaciones en digital?
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