Llegamos a la iglesia del Recreo pasadas las 12 del mediodía, y más allá de oficiales de la Policía Metropolitana que conversaban entre si, y una docena de viejitos sentados bajo la sombra de los árboles, la avenida Francisco Solano estaba desierta. "¿Está segura de que la marcha pasa por aquí?", preguntaba una señora protegida del sol por un paraguas tricolor, cuando comenzamos a oír pitos y sirenas que anunciaban que la marcha estaba por llegar a la Solano. Corrimos tres o cuatro cuadras para unírnosle, aunque para ser sincera, Camila y yo de los restaurantes Urrutia al Da Guido, no nos movimos, y no me arrepiento porque fue una excelente manera de calibrar si la marcha por el NO tuvo convocatoria el establecernos en un punto y ser testigos de la cantidad de personas que desfilaron durante más de tres horas.
Primero pasaron los motorizados entre quienes se incluían aquellos que tienen motos por placer, y quienes viven de ellas.
Después pasaron los políticos: "Por allí viene Rosales", "Se está acercando Henrique Capriles"; "¡Corre que ahí está Ledezma!".
Con un cordón de seguridad que ni la escolta cubana del presidente Chávez, marcharon los líderes estudiantiles. Llegaron en cambote, vestidos de blanco, algunos con franelas que exigían: "Liberen a Maraco".Quise tomarles la foto en grupo parándomeles en frente, y casi me agarran por la camisa y me lanzan hasta la gaudilesca reja de El Lagar, fue en ese momento en el que me di cuenta que a quien estaba entorpeciendo el paso era a David Smolansky, dirigente de la Universidad Católica Andrés Bello quien es uno de los líderes de mayor peso de esta nueva camada estudiantil. Antes de que su barrera de protección se deshiciera de la loca que tomaba fotos, me dio tiempo de decirle: "Chamo mis respetos". Y él se sonrió. No debe ser fácil ser una estrella de rocanrol.Confieso que al principio me asusté, en esa primera parte de la marcha había muchos huecos, pensé: "Nos fregamos". Pero de repente, pasada la 1, fue como si se hubiese abierto el chorro con todo su poder y durante más de 2 horas pasó gente, y gente, y gente, amuñuñados, como los quería ver. Como todas las marchas, el ambiente fue festivo, el mensaje, dicho de infinitas maneras, era uno solo: No es No.
A las 3 y media de la tarde, la marcha ya se había ido de la Francisco Solano, Camila y yo nos moríamos de hambre. Fuimos a almorzar hamburguesas porque buena falta nos hacía una dosis de carbohidratos y proteínas. Cuando le pregunté a mi hija adolescente (que no recuerda otro presidente que no sea Chávez) cuál fue la consigna que más le gustó, me respondió sin dudarlo que la de los chamos de la foto de abajo quienes marcharon porque ellos, algún día, también quieren ser presidentes.
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