sábado, 21 de febrero de 2009

El vecino del altavoz


De mi crónica postelectoral en Evitando Intensidades, decidí rescatar la anécdota del vecino del altavoz para El Nacional, lo que resultó un excelente ejercicio de edición y demostró una vez más aquel viejo adagio que dice: less is more.

Al igual que en las 14 elecciones anteriores de los últimos 10 años, este domingo 15 de febrero fui a votar. Como me llegaron   decenas de emails diciéndome que debía hacerlo en la mañana, y decenas que en la tarde, fui al mediodía para quedar bien con todo el mundo. Pasé directo, sólo tenía por delante una preciosa viejita en silla de ruedas que debió haber nacido durante el gobierno de Cipriano Castro, a quien su familia engalanó, como para que no quedara duda de cuál sería su voto, con un enorme lazo rojo recogiendo su larga cabellera ceniza. La acompañaba un nieto quien votaría por ella. Yo tampoco voté sola, mi hijo de 9 años votó conmigo.

De regreso donde vivimos se oía un estruendo que parecía provenir de una casa aledaña: un altavoz transmitía a todo volumen una grabación del presidente Chávez cantando el Himno Nacional. No era ni siquiera la una de la tarde. Comenzaron a llegar por mensajería de texto alertas sobre votos nulos y  sobre la tinta indeleble que se podía quitar con cloro. Mi marido logró quitársela. Yo, por más que me di, no salió. Supe que sería un día largo viendo mi dedo morado y reseco.

Pero no lo fue tanto, Tibisay Lucena, que cuando la marea es adversa al Gobierno se hace esperar, poco más de tres horas después de cerradas las mesas, dio los primeros resultados en los que el SÍ ganaba obteniendo el 54 % de los votos escrutados. 6 millones y pico de votos por el Sí contra 5 millones y pico por el NO. La abstención, de nuevo, se hizo sentir. En la sala del CNE se oyeron vítores, casi todos los presentes se pusieron sus gorras y franelas con estrellas -logo de campaña del SÍ- como si estuvieran celebrando el triunfo de una Serie Mundial.

No fue una sorpresa, los rumores y las noticias cruzadas favorecían al SI a excepción de los eternos optimistas que aseguraban que los cantos de victoria antes de tiempo del PSUV, eran parte de su estrategia para amilanar a la oposición.

Lo que sí fue una sorpresa, una nueva modalidad de triunfalismo, fue que como a las 8 de la noche, a la espera de que Lucena hablara, se volvió a oír el altavoz en mi vecindario con un reducido repertorio que incluía la salsa Uh ah Chávez no se va, un joropo chavista y aquel viejo tema de Billo que dice: "Así como bailas, es que me gusta... Sí, sí, así así".

Por fin se hizo silencio para dejar oír a la Presidente del CNE dar los resultados, apenas terminó,  volvió a todo volumen  la voz del presidente Chávez cantando el Gloria al Bravo Pueblo. Pensé que una vez demostrado su punto, el vecino del altavoz se iría a celebrar al balcón del pueblo, pero no, el discurso triunfal del gobernante que aspira quedarse hasta el dosmilsiempre nos fue impuesto a los vecinos. Ni con las ventanas cerradas, ni con audífonos puestos oyendo música, ni con una almohada sobre la cabeza; había forma de no escucharlo.

Una amiga me sacó de mi error: no se trataba de ningún vecino jactancioso, en el edificio de Petróleos de Venezuela en La Campiña instalaron unas cornetotas de tal magnitud y potencia que a kilómetros de distancia se oía el discurso presidencial con la misma claridad que quienes lo oían bajo el balcón del pueblo. En otros sectores cercanos a edificios públicos, los vecinos también se tuvieron que calar el discurso del Comandante.

El Proceso como que por fin encontró un sistema infalible de invadir todos los espacios, hasta el silencio en nuestros hogares.

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