martes, 4 de junio de 2013

Vivir en un chiste


Cuando anunciaron la muerte de Hugo Chávez en marzo de 2013, desde el Imperio se le rindió un singular homenaje: el programa de televisión Saturday Night Live abrió la noche con el actor y cantante Justin Timberlake,  interpretando a sir Elton John, quien dedica al recién fallecido presidente de Venezuela una versión de “Candle in the wind” titulada “Goodbye Hugo C”, en la que entre los méritos del difunto mandatario señala haber convertido a Venezuela en la capital mundial del secuestro. La canción-homenaje incluye la teoría de Chávez de que el Capitalismo terminó con la civilización en Marte (“he really said that”), cómo Hugo C. bailaba y cantaba en su programa semanal “Hello President”, y el día que acusó a George W. Bush de heder a azufre. Termina Timberlake su rendición asegurando que tan peculiar jefe de estado se ganó el cariño de su pueblo, quien seguro lo va a extrañar.
Lo que no extraña es que casi tres meses después de transmitida esta edición de SNL en los Estados Unidos, cuando Sony la pasó en tv por cable a Latinoamérica, tanto el segmento “Goodbye Hugo C” como una mención a la muerte de Chávez de Seth Meyers en Weekend Update, fueron cortados.
Es que es muy duro que nos restrieguen en la cara cómo los venezolanos hoy somos una especie de chiste mundial, un inagotable caudal de material para el asombro jocoso, y si Hugo Chávez era un pintoresco mandatario que, a pesar de sus excentricidades y arbitrariedades, tenía madera de líder mundial, sus herederos políticos nos convirtieron en cuestión de semanas en un chiste malo, a veces hasta escatológico, patético por de más.
 Muestra de humor negro somos desde que el presidente Chávez  partió enfermo a tratarse en Cuba, cuando meses después su única fe de vida fue una foto acompañado por sus hijas mayores, rozagantes y sonreídos, sosteniendo la edición del Granma del día. Esta foto lo que sirvió fue para demostrar las posibilidades de photoshop: las redes sociales se inundaron de montajes  basados en esta foto, como por ejemplo, sustituyendo al Granma por la revista Playboy, o  cambiando el rostro de Chávez por el de algún adversario político.  
No  fue motivo de bromas la  muerte de quien nos gobernó durante más 14 años y pretendía hacerlo durante seis años más, pero cómo no reír cuando el candidato Nicolás Maduro aseguró públicamente haber conversado en Barinas con un pajarito encarnando a su padre espiritual, silbidito incluido. Si preguntan dónde están los 700 mil votos rojos perdidos, basta recordar el silbidito.  
Material de sorna en muchos países hermanos fue uno de los momentos más difíciles en la reciente historia de Venezuela cuando los diputados de la oposición fueron agredidos en una emboscada oficialista en la Asamblea Nacional. La imagen del gordito de la chaqueta tricolor (diputado suplente de Elvis Amoroso) aplicándole una llave al diputado Julio Borges, mientras le daba puños en la cara, fue transmitida en programas de variedades matinales como si de una película de Trinity se tratara. Como esas golpizas de cantina donde se rompen sillas y botellas en las cabezas,  y terminan viendo estrellitas.
Para más humillación, no nos salvamos de ser un chiste escatológico ante la  escasez de papel higiénico en Venezuela, los caricaturistas y humoristas a nivel mundial han hecho su agosto con este tema.

Si, Venezuela hoy es el gran chiste internacional, difícil reírse desde las entrañas del chiste.  Lo que da es ganas de llorar.

1 comentario:

Ancapi dijo...

¡Ay, Adriana! Llorar en Venezuela hoy es desperdiciar agua y sal...