miércoles, 26 de agosto de 2015

Un verano en Nueva York

       
 
         
                                                                                  I

Los noticieros de televisión de las cadenas comerciales en Nueva York son muy básicos: cuatro noticieros al día que reciclan las mismas noticias locales, énfasis en crónicas rojas, el reporte del tiempo y noticias deportivas. Rara vez dedican unos minutos al panorama internacional, tiene que ser una noticia muy llamativa como la aparición de lo que parece ser parte del fuselaje del avión de AirAsia desaparecido hace más de un año, de resto quien quiera saber qué pasa más allá del río Hudson, que sintonice por cable o Internet a BBC, CNN o Al Jazeera. 
Entre los temas que interesaron a los neoyorquinos este verano 2015 -ademas de las charlatanerías de Donald Trump- destacaba el notable aumento de indigentes en las calles de Manhattan, en cada esquina hay un mendigo tirado en el pavimento frente a un cartoncito que narra su desesperada situación.   
La indigencia en Nueva York no es un tema nuevo, en los años 80 los llamado "Homeless", o sin techo, abundaban en la ciudad. El alcalde republicano Rudy Giuliani los evacuó como quien barre lo molesto, y durante años apenas se vieron indigentes en NYC. En una visita hace como un par de años noté un fenómeno curioso: jóvenes de ambos sexos de sana apariencia tirados en las aceras apelaban a la caridad ajena. Las malas lenguas decían que ni loquitos ni droguitos, la mayoría eran actores o estudiantes universitarios en una manera fácil de rebuscarse. 
Pero en el año 2015 las cifras no mienten, no solo en la calle se nota la gran cantidad de indigentes de todas las edades, razas y de ambos sexos, los albergues no se dan abasto para acoger a quienes llegan pidiendo techo para no tener que pasar la noche en la intemperie. 
Muchos acusan al alcalde Di Blasio de tener mano blanda para la indigencia y no encontrar una solución efectiva, la policía de Nueva York está enfrentada con la política del Alcalde sobre el tema señalando que la cifra de asesinatos de una ciudad de más de 17 millones de habitantes ha escalado a 193 víctimas en lo que va del año 2015 (cifra envidiable para nuestra mucho menos habitada pero mucho más violenta Caracas que solo en el mes de agosto ya lleva contados 368 cadáveres ingresados en la morgue de Bello Monte).
La mejor manera de combatir la indigencia que encontró la policía de Nueva York es una campaña pidiendo tomar fotos de indigentes en la ciudad y compartirlas en las redes sociales, como para señalarle a Di Blasio: "Mira en lo que se ha convertido Nueva York under your watch". 
La oportunidad de foto está en cada esquina, pero hasta para una instagramera compulsiva la dignidad humana vale mucho más que una instantánea para unos cuantos likes.



                                                                           II


                                         
 Beatriz me aseguró que es una mujer con suerte, de visita a su hermana Nines en Nueva York se metió por Internet en la lotería que rifa entre los neoyorquinos entradas de Shakespeare in the Park, y apostó que ganaría. Si conseguía las dos entradas para ver Cymbeline esa noche yo iría con ella ya que Nines no estaba en la ciudad ese fin de semana. 
Me dio ternura tanta confianza: ¿cuántos neoyorquinos entrarán en la rifa diaria para tener el privilegio de ver gratis un montaje de una obra de Shakespeare en el corazón de Central Park? Ganar esa lotería por Internet es algo así como el equivalente de entrar al supermercado de tu vecindario en Caracas y encontrar que acaba de llegar leche o café. 
Oh sorpresa, horas después mi amiga recibió un email felicitándola por estar entre las ganadoras de dos entradas para la función de esa noche de Cymbeline. A las siete de la noche me esperaba a las puertas del Delacorte Theater. La función comenzaba a las ocho.
Casualmente la semana anterior en Bryant Park me topé con una función de Romeo y Julieta producida por The Drilling Company, excelente puesta en escena pero menos sofisticada que las del famoso New York City Shakespeare in the Park, fundado por Joseph Papp, que desde hace más de cinco décadas la compañía Public Theater, con el patrocinio de diversos mecenas, brinda todos los veranos a la ciudad de Nueva York.
Las dos obras presentadas anualmente en Central Park no tienen que ser del bardo inglés, en 2008, por ejemplo, revivieron el musical Hair, pero este verano 2015 las obras elegidas fueron dos de las últimas obras de Shakespeare: La Tempestad y Cymbeline.
Confieso que habría preferido ver La Tempestad, una de mis obras favoritas, con Sam Waterson en el papel de Próspero, que se presentó entre el 27 de mayo y el 5 de julio, pero para la fecha que yo estuve de visita en Nueva York tocó Cymbeline, de las obras menos populares de Shakespeare, totalmente desconocida por mi.  Ni idea que era un híbrido entre la comedia y la tragedia.
Como pareja protagónica Lily Rabe (en American Horror Story la monja joven o la bruja hippie) y Hamish Linklater (el hermano en New adventures of old Christine) pareja en la vida real interpretando a los amantes contrariados Imogen y Posthumus Leonatus, además de Patrick Page como el rey Cymbeline, Kate Burton como su malvada esposa, y Raúl Esparza como el intrigante Iachimo.
No hay que ser Harold Bloom para darse cuenta que Cymbeline es una mezcla de varios temas de Shakespeare: la envidia, los celos, la vejez, cambio de sexo como camuflaje, la inocencia hecha doncella;  un patuque de Otelo con el Rey Lear con Noche de Epifanía. Para muchos críticos como George Bernard Shaw, y el mismo Bloom (quien la consideraba una autoparodia), la peor obra de Shakespeare, pero Sullivan logró un montaje moderno y divertido hasta para quienes no dominamos el inglés isabelino.
Entre lo moderno la introducción fuera de guión: Al comenzar el espectáculo uno de los personajes rompe la cuarta pared para saludar al público, pedir un aplauso para los patrocinantes de Shakespeare in the Park, entre ellos Bank of America (pita inevitable), además de una petición especial, una súplica, un ruego encarecido, ante la nueva plaga que afecta al Teatro en la era de Instagram: "Please, please please... guarden sus celulares, no pictures for the love of Shakespeare".

(Nota: la foto es del programa).

                                                                                 III

                                                         


En las inmediaciones de Union Square con mi hijo adolescente, nos topamos con una camioneta como la de la pandilla de Scooby Doo en la que ofrecían chupetas de marihuana.  Al principio pensé que debía haber un error, sabía que la legalización de la marihuana cada vez estaba más cerca pero todavía no, así que cómo era posible que a plena luz del día, en una de las zonas más transitadas de Nueva York, la vendieran tan boleta. ¿Será que la legalizaron y yo ni enterada?
Al verme merodeando la camionetica su conductor sacó la cabeza por la ventana creyendo husmear una tierna conejita cual si fuera una niña a punto de ser seducida por el mal: "¿Quieres una chupeta,  sweetie?".
Tengo décadas sin probar la marihuana, en parte porque nadie me ha invitado un cacho,  así que no niego que bien estuve tentada, pero estaba con mi chamo de quince años y había que dar el ejemplo y tal. De todas maneras no pude evitar la curiosidad de preguntarle en qué momento habían legalizado la marihuana en Nueva York.
 El vendedor, igualito a los dealers que salían en  Starsky y Hutch, me contestó como si yo fuera gafa que si acaso ignoraba que en Nueva York todavía era ilegal fumar marihuana, pero no comérsela, así que insistió: "Would you like a lollypop, sugar? Only five bucks".
No sé si por santurrona por pichirre por buena madre o por desconfiada, pero no compré ni a escondidas de mi chamo mi chupeta de ganja, aunque sin duda salía más barata que una cerveza en cualquier bar. Pero ni pendeja que fuera no caería en la tentación antes de comprobar primero la fiabilidad de semejante producto, así que esa misma noche hice una exhaustiva investigación por Internet.
Resulta que si bien todavía es ilegal vender marihuana en Nueva York a menos que sea por propósitos medicinales, no es ilegal ofrecer chupetas de marihuana que en realidad no son tal. Una jugosa trampa turística comprar una supuesta chupeta de cannabis, y sentarse a esperar a que venga algún tipo de nota que solo por efecto placebo llegará.
Parte del sueño americano la oportunidad de ganar dinero en cada esquina: compras una chupeta de  quince céntimos, le cambias el envoltorio a un papel verde, y la vendes a cinco dólares.

Qué papaya. Ni Walter White.

                                                                         IV


                                                               
Ya pasó la era del dólar de Cadivi para viajeros, lejos la época de está barato dame dos, pero volver a Venezuela también significa regresar a un país donde no sabemos cuándo ni dónde encontraremos desodorante, champú y hasta pasta de diente. Y si antes los encargos de los hijos eran chocolates o alguna ropa de moda, hoy te llaman por Face Time: "Mamá no olvides traer toallas sanitarias que en Caracas no se encuentran por ninguna parte".
Nunca fui de quienes les gustaba regresar cargada de artículos de aseo personal y medicinas de viaje como si no se consiguieran en Caracas, y hasta viajaba con mi pasta de dientes de casa, pero dada la actual situación de Venezuela quienes logramos viajar, el último día usualmente lo pasamos aperándonos de aquello que en cualquier país normal se consigue sin problema, pero en la Venezuela de Maduro no.
Así que fui a una tienda donde venden artículos de aseo personal y medicinas a buen precio, y llené el carrito de toallas sanitarias, desodorantes, champú, bacitracina, antialérgicos, analgésicos, antiácidos, hojillas para afeitar. A medida que iba sacando mi peculiar cargamento la cajera lo miraba sorprendida.
No me gusta inspirar lástima de país ni entrar en detalles, apenas una corta explicación: "Es que en mi país hoy nada de esto se consigue".
"Where are you from?"
"Venezuela"- y con tanto orgullo que antes lo decíamos.
"My prayers for Venezuela!", exclamó la señora de inmediato.
Oigo semejante frase y no puedo evitar pensar en qué momento exacto nos volvimos un país en el que, sin una catástrofe natural mediante, las oraciones del mundo están con nosotros. Eso de "my prayers for Venezuela" me enmudeció, hasta se me llenaron los ojos de lágrimas. Peor aún cuando me di cuenta que las oraciones por Venezuela de la buena mujer no se debían a la actual escasez de los artículos de la canasta básica sino a la violencia en la que nos hemos acostumbrado a vivir. Regresaba a un país donde en menos de una semana habían asesinado a varios ancianos en sus hogares.
La señora como que veía más que las noticias locales, por eso me preguntó en inglés:
"¿Es verdad que en Venezuela viven con tanto miedo? Es que vi un programa en televisión sobre la  delincuencia en su país y me pregunté cómo se podía vivir así".
"Yes" le contesté parca, antes de irme con mi recibo y mi triste cargamento, recordando como hasta hace ni tanto, la propaganda de las glorias de la revolución chavista eran las únicas noticias que salían de nuestras fronteras. 
   

2 comentarios:

Maruja Muci dijo...

Ayyyy..... (suspiro profundo)

Adriana Villanueva dijo...

Y eso que cuando lo escribí todavía no había regreso al mercado, pensé que lo Iba a encontrar igual de desabastecido que cuando me fui pero nunca tan peor.