jueves, 10 de septiembre de 2015

En la brega por el "Esteifri".


Hace unos años trataron de impulsar por el canal del Estado el innovador proyecto de unas jóvenes revolucionarias: toallas sanitarias ecológicas, es decir, pañitos que las mujeres podríamos usar una y otra vez durante cada menstruación porque resistían varias lavadas. Semejante producto fue considerado hasta por las más ardientes ambientalistas como una vuelta al tiempo de las abuelas. Las toallas femeninas ecológicas no prosperaron y quedaron sepultadas en el panteón de las no tan buenas ideas de la economía endógena.  
Ante la actual crisis de toallas sanitarias en la Venezuela de Maduro,  ¿qué habrá sido de semejantes emprendedoras? Porque quienes fueron objeto de burlitas hace no tantos años, después de todo resultaron  tremendas visionarias: qué mujer hoy en Venezuela, que puntualmente reciba “la visita” todos los meses, no se conformaría con conseguir aunque fuera tres de esas toallitas ecológicas de las que tanto nos burlamos. 
Parecen lejanos aquellos años en los que una llamaba al marido a pedirle que pasara por la farmacia y comprara toallas sanitarias: “tu sabes, las que yo uso”. Los pobres infelices siempre se equivocaban y traían la que no era, porque cómo se le podía pedir a un hombre poco ducho en la materia dominar términos como: flujo abundante, protección nocturna, malla sec, sin aroma, con alitas/sin alitas, protección diaria…  
 Hasta hace un par de años tampones y toallas sanitarias de todas las marcas y gustos se conseguían en cualquier farmacia venezolana, de pronto desaparecieron como el azúcar, la leche y el arroz. En el año 2015 las toallas sanitarias y los tampones hacen apariciones tan esporádicas como las de un cometa. Cualquier mujer a quien le venga la regla y deba salir a comprar protección, sería capaz de aplicar una de mujer al borde de un ataque de histeria porque si tiene la enorme suerte de conseguirlos, ni que llegue con las piernas corriéndole sangre como a Carrie en la película de Brian De Palma, se los venderán si no le corresponde por número de cédula. 
Ante los actuales problemas de producción en Venezuela y la escasez de divisas para importar toalla sanitarias, intentaron sincerar los precios con los del mercado internacional, pero tras el calculo que una mujer que ganara salario mínimo debía gastar diez por ciento de su sueldo para comprar toallas sanitarias, el gobierno tomó la decisión que por lo menos en este rubro menos daño hacía la escasez que la inflación. 
 Hace poco pasé frente a una farmacia donde acababan de llegar toallas sanitarias y ¡alabado sea Dios! no las vendían por número de cédula. Del tipo de toallas que se las habría lanzado por la cabeza a mi marido porque a quién se le ocurre: toallas postparto, del tamaño de unos pañales para adultos. 
Pero uno de los grandes logros revolucionarios es que los venezolanos hemos aprendido a conformarnos con  “eso es lo que hay”. Hombres y mujeres se llevaban felices su ración permitida de toallas postparto, hasta un par de monjas había en la cola, cuatro paquetes de diez que no alcanzan ni para dos meses en una familia de tres mujeres.  Una pareja se llevaba ocho paquetes, habría sido fácil llamarlos acaparadores de no husmear su conversación:  algunos de esos paquetes estaban destinados a amigas que en momentos difíciles le habían prestado a la señora toallas sanitarias, con la condición de que se las repusieran. 
Las toallas sanitarias post parto no fueron mala compra, a pesar de ser incómodas y costosas, con una tijera pudimos dividirlas en dos. En lugar de la división de los peces, la división de los Always. Con esas toallas mis hijas y yo sobrevivimos un par de meses en esta economía de guerra. 
También te das cuenta que vives en un país en economía de guerra cuando sales unos días fuera de Venezuela y tus hijas te llaman para que les traigas toallas sanitarias, que en Caracas no se consiguen ni debajo de las piedras. Compré tres paquetes de 40 unidades, aspirando a pasar el resto del año menstruando sin sobresaltos, cuando los fui a pagar la señora de la caja me vio con cara de lástima, de esta pobre señora debe tener tremenda hemorragia. 
Dicen que a menos que se esté buscando un bebé lo único peor a que te venga la regla, es que no te venga. En el año 2015, era de Maduro, ese ya no es mi caso, todas las noches a mis oraciones se une un ruego: menopausia ven a mí. 

 Este artículo fue publicado en versión editada el sábado en la página web de El Nacional

No hay comentarios: