viernes, 19 de septiembre de 2025

Llegando a la Tercera Edad

 

Hasta hace pocos años, como cuatro o cinco años a lo más, si a alguien se le ocurría preguntarme “¿Tercera edad?”, contestaba algo así como: “¡¿Tú me ves cara de vieja?!”, semejante ofensa me dejaba un incómodo malestar durante semanas pensando: “Estoy acabada”, luego me consolaba a sabiendas que para la gente joven, cualquier persona que pasara de los cuarenta años, era de la tercera edad a menos que demostrara lo contrario.


Un extraño
fenómeno ocurre apenas cumplimos los sesenta, edad que para muchos efectos comienza la tercera edad, de inmediato abrazamos eso de ser sexagenarios y no nos perdemos ni una ventaja ni un descuento.

Y si nos dicen que la tercera edad se aplica después de los sesenta y cinco años, lejos de alegrarnos por ser considerados demasiado jóvenes para merecer el tratamiento, nos lamentamos de no haber logrado el corte, porque no es solo asunto de ahorrarse un veinte por ciento en la entrada al Cine, también por ventajas como el nuevo reglamento del Saime que a partir de los sesenta años quienes necesiten sacar cédula, se podrán presentar en la oficina de su preferencia sin previa cita.
Así que cobijándome en la ley que como sexagenaria me ampara, hace unas semanas me presenté en la oficina del Saime en San Bernardino a las once de la mañana para sacarme cédula nueva.
Recordando colas pasadas, me impresionó que había poca gente en el patio de la pequeña casa donde queda la oficina de cedulación, entregué la copia de mi cédula a la funcionaria en la entrada:
- ¿Cita?
- Soy tercera edad.
- ¿Qué edad tiene usted?- me preguntó con desconfianza.
- Sesenta y dos años- contesté con orgullo de abuelita bien conservada.
No hubo un ¡niña estás estupenda!, me dijo que hiciera la cola, cuando terminaran con la cedulación de los niños pasaban a la tercera edad.
¡Málditos chiquillos que son prioridad antes que las abuelitas!
La cola era corta, pero lenta, esta viejita no fue preparada para el intenso sol del mediodía, a pocos metros de donde empezaba la fila había un murito donde podría sentarme protegida del sol por la sombra de un árbol. La fila comienza a moverse en la entrada a la oficina, quienes está sentados bajo la sombra, se hacen los locos para no perderla. Ahí es que se me sale el vieja loca:
-¡Epa, epa, epa, la fila está avanzando, que todos queremos sombra, habemos personas de la tercera edad esperando!
Los vivas, o las vivas porque eran unas mujeres jóvenes, se ven obligadas a avanzar y ceder el puesto preferencial desde donde veo llegar a una abuelita, la funcionaria de inmediato le toma el brazo y la hace pasar a la oficina.
Sentada bajo la sombra veo entrar a la abuelita sin quejarme, pensando que apenas estoy aterrizando en la tercera edad, habrá que esperar con paciencia al Premium de la Cuarta.

martes, 16 de septiembre de 2025

El Gran Redford


Hoy nos despertamos con la triste noticia del la muerte de Robert Redford (1936-2025), mi primer amor de pantalla grande, amor reñido por Paul Newman porque ambos competían en carisma y galanura primero en Butch Cassidy y The Sundance Kid(1969), y después en El Golpe(1973), que creo que fue la primera película de Redford que vi en el cine, como los niños de antes íbamos al cine, repitiendo varias veces la misma película mientras estuviera en cartelera. En mi infancia la balanza de galanura se fue a favor de Redford quizás porque era más joven, el cuarentón Paul, por más bello que fuera, era un viejo para la niña Adriana que se comenzaba a dejar conquistar por unos Blue Jeans bien usados, una melena rubia y un par de ojos azules, tal cual Brad Pitt desde Thelma and Louise hasta F1.
Muchas de las películas de Redford tuve que esperar los reestrenos para verlas en Cine, algunas las vi primero en TV: The Way We Were, El Gran Gatsby, All The President ́s Men, Barefoot in The Park. Otras las vi en sus estrenos en cine: The Great Waldo Pepper, Out of Africa, Los días del Condor... Los años pasaron y sin perder ni un ápice de galanura Redford hizo la transición de actor a Director, y a fundador del Festival de películas independientes Sundance.
A la adulta Adriana la balanza fue tendiendo más hacía la carrera de Paul Newman, desde Un largo y ardiente verano, hasta El Veredicto. Pero cada vez que veía The Way we Were, que la he visto varias veces porque una es cursi, la balanza de los suspiros de ¡Ay qué bello! se volvía a ir del lado de Redford.
Hace unos años tuve la inmensa suerte de cruzarme con el amor de mi infancia en el Museo Picasso en Paris, por mi habría pasado inadvertido, fue mi prima Paulina quien lo descubrió: “Piki, mira ese no es...” y si era, un poco enjuto por el paso de los años, su rostro ajado, pero la misma melena, el mismo porte, la misma forma de usar Blue jeans. No podía creer que estábamos compartiendo la admiración del genio de Picasso con el mismo Sundance Kid. Iba en una pequeña comitiva, Pali y yo lo seguimos a lo lejos varias salas, lo suficientemente lejos para que no llamaran a seguridad, como admirando más la obra de Picasso que sentir que estábamos respirando el mismo aire del gran Robert Redford.
Al final lo dejamos ir sin molestarlo, emocionadas que a sus más de 80 años, nos habíamos encontrado con el primer Gran Gatsby.