La cajera de un mercardo le contaba a una compañera de trabajo cómo a otro compañera le robaron el celular: “ Llegó paaálida, pobrecita, pero no entiendo cómo viviendo en un barrio compra un BlackBerry para que se lo roben los malandros”.
No quise inmiscuirme en su conversación pero pensé que eso del robo de los celulares no discrimina barrio o urbanización, robárselos se ha convertido en un deporte urbano: los roban en el tráfico, en los centros comerciales, en las marchas, en las universidades, hasta en fiestas y discotecas: si una muchacha va a bailar dejando la cartera regada, al abandonar la pista de baile, a pesar de la promesa de Black Eyed Peas de que tonight is gonna be a good night, ya no está el celular.
Recuerdo que hace meses un experto en seguridad achacaba esta ola de robos a que con el surgimiento de modelos de lujo como el BlackBerry y el IPhone, los teléfonos celulares en lugar de herramientas de comunicación se volvieron elementos de estatus. Algo así como eres el celular que tienes. Esa justificación me sonó como cuando a la víctima de una violación se le acusa de haber provocado la agresión por llevar minifalda: “¿Quién la manda a andarse exhibiendo?”.
Sin duda los principales objetivos de los ladrones de celulares son los cotizados BlackBerries, hace poco me encontré con un vecino temblando porque unos ladrones lo acababan de apuntar con un revolver para quitarle el celular. Como tenía un modelo sencillo, los choros se fueron indignados sin llevarse el botín. Ni siquiera se molestaron en quitarle la cartera.
Hasta en lugares supuestamente seguros se roban los BlackBerries: un amigo le robaron el suyo en una parrillada entre amigos, lo dejó olvidado arriba de una mesa unos segundos, cuando regresó a buscarlo, ya no estaba. Horas después le habían hackeado su perfil en Facebook atribuyéndole comentarios groseros y homofóbicos. Se salvó de no cargar información importante como el número de la cuenta del banco.
Pero no todos los ladrones son tan exquisitos, semanas atrás una prima me pidió que la acompañara a la Ciudad Universitaria, le dije que sí pero con la condición de que ella manejara. Luego me arrepentí, el aire acondicionado de su carro estaba malo, debíamos ir con los vidrios abiertos.
Soy de quienes prefieren el aire libre al aire acondicionado, pero ante la impunidad con la que ejerce la delincuencia en Venezuela, me siento como un venadito en una sabana llena de cunaguaros si voy en un carro con la ventana abierta. Así que a pesar del sofoco, decidí ir con la mía cerrada mientras mi prima me iba regañando: “Deja la paranoia, a mi no me atracan porque no cargo nada de lujo: tengo un carrito, no uso prendas y mi celular es modesto. Además, hay que tener mente positiva, si sales pensando que te van a robar, te roban”, y en esas estábamos, discutiendo si el ser víctima de la delincuencia es cuestión de vibraciones o de prevención, cuando a la prima le sonó el teléfono. Era su mamá. Después de colgar con un: “Te llamo después”, con el obsoleto celular en la mano insistía: “¿Quién se va a querer robar este pote?”. No había terminado de decirlo cuando se nos paró una moto al lado y el parrillero le arrancó el celular de la mano.
Soy de quienes prefieren el aire libre al aire acondicionado, pero ante la impunidad con la que ejerce la delincuencia en Venezuela, me siento como un venadito en una sabana llena de cunaguaros si voy en un carro con la ventana abierta. Así que a pesar del sofoco, decidí ir con la mía cerrada mientras mi prima me iba regañando: “Deja la paranoia, a mi no me atracan porque no cargo nada de lujo: tengo un carrito, no uso prendas y mi celular es modesto. Además, hay que tener mente positiva, si sales pensando que te van a robar, te roban”, y en esas estábamos, discutiendo si el ser víctima de la delincuencia es cuestión de vibraciones o de prevención, cuando a la prima le sonó el teléfono. Era su mamá. Después de colgar con un: “Te llamo después”, con el obsoleto celular en la mano insistía: “¿Quién se va a querer robar este pote?”. No había terminado de decirlo cuando se nos paró una moto al lado y el parrillero le arrancó el celular de la mano.
Hoy a la prima le arreglaron el aire acondicionado del carro, repuso el modesto celular por un BlackBerry, y en la calle no le atiende el teléfono ni a su mamá.
Artículo publicado en El Nacional el sábado 12 de diciembre de 2009.
3 comentarios:
El robo de celulares se ha convertido en una realidad, en algo cotidiano no se sabe si cargar uno de gamma baja porque también te pueden agredir por eso,uno sale siempre creyendo no llamar la atención, pero realmente esto es horrible ,es un sin vivir.
Anoche comentaba con un primo muy querido que la llegada de los BB es el "renacimiento" de los celulares. Cuando aparecieron los primeros celulares también se los robaban y recuerdo, cómo uno de mis cuñados casi pagó un rescate por recuperar el suyo.
Luego, pasaron a ser un objeto "común y corriente" pero ahora, con estos nuevos equipos todo vuelve a comenzar. La solución es muy sencilla: todos los teléfonos tienen un código que una vez suministrado a la operadora ésta lo desactiva y el ladrón no podrá venderlo porque no podrán reactivarlo. Así que si tienes un BB, apresúrate a copiar dicho código -en otro sitio, claro- y si corres con la mala suerte de que te lo roben avisa de inmediato a la operadora. Al menos el ladrón se quedará como aquel que se llevó unos lentes de sol Rayban que tenían mi corrección para miopía: no pudo venderselos a nadie.
Gracias por el dato Mitch, dicen que no es tan fácil, en Venezuela hemos sobrepasado en este tema los niveles más bajos del raterismo en el que son cómplices rateros, compañías telefónicas y usuarios por igual. A mi sobrina le robaron el celular hace unas semanas, y ya una tal Rosa está usando su pin abiertamente, al escribirle que está usando un celular robado, su contestación fue: "Ese no es mi problema, yo se lo compré a Alex con papeles, no lo robé, así que no me molesten más". Quedamos como el Chapulín Colorado: Y ahora, ¿quién podrá defendernos?
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