Sobre el personaje de Ernesto “Che” Guevara hay dos tendencias irreconciliables: por un lado la mitificación Pop a raíz de la fotografía de Alberto Korda que ha convertido al guapo guerrillero en el símbolo favorito de los idealistas de izquierda, y los que consideran al Che un violento asesino, para quienes el idealismo no puede ser justificación de sus crímenes.
En medio de estas dos posiciones el periodista Jon Lee Anderson dice haber querido captar la esencia humana de Ernesto Guevara, ni superhéroe ni villano, un muchacho clase acomodada argentina que intentó cambiar el status quo de la justicia social en el mundo, aunque para lograrlo apelara a la lucha armada.
Este personaje que la cultura Pop convirtió en franela, el periodista norteamericano le dedicó cinco años investigando y redactando una biografía: "Che Guevara-una vida revolucionaria-" que busca mostrar al más fotogénico de los guerrilleros como un ser humano excepcional con sus aciertos y sus errores. Anderson, nacido en 1957, dice sentirse atraído desde niño por la lectura de biografías, de adulto es famoso por sus perfiles periodísticos de hombres de poder, haciendo énfasis en la posición de estos hombres ante la violencia.
Interesada en el personaje del Che más allá del odio o el amor que da la polarización política, compré el año pasado la biografía escrita por Anderson, pero como es un libro denso, he postergado su lectura, sin embargo sigo de cerca la pista del periodista, por eso cuando me enteré que sería el invitado especial para la conferencia anual de la Fundación para la Cultura Urbana (que ahora tiene que ser la Sociedad de Amigos porque la Fundación está intervenida por el Gobierno) desempolvé el libro del Che publicado por Anagrama aspirando que me lo dedicara su autor, una excelente ocasión de no postergar más la lectura.
Anderson tenía dos presentaciones en Venezuela, debido a la huelga de controladores aéreos en España no pudo llegar a tiempo a la cita pautada la tarde del lunes en la Universidad Católica Andrés Bello, fue necesario posponerla para el martes en la mañana en la Fundación Chacao. En esta tertulia con el periodista Boris Muñoz, Anderson conversaría sobre figuras relacionadas con el poder político desde el Che hasta Chávez.
Pocos estudiantes se veían esa mañana en la Fundación Chacao, el público estaba compuesto principalmente de escritores y periodistas, yo de frasquitera en vez de ponerme mi franela de los Beatles que nunca me hace quedar mal, decidí ir vestida para la ocasión con una franela donde la figura del Che Guevara tiene los rasgos de Groucho Marx con el emblema: “marxista”. La paradoja es que en el puesto en el mercado de pulgas en Nueva York donde la compré las franelas eran de símbolos revolucionarios estilo iconografía soviética, no era una burla sino un homenaje al Che, aunque ante la realidad política de mi país, debo admitir que mi intención era iconoclasta.
No he tenido la oportunidad de usar la franela marxista mucho, no es el tipo de ropa que uno se pone para una entrevista de trabajo o para ir a comer con los amigos; pero pensé que llevarla a una conferencia titulada del “Che a Chávez” sería un guiño de humor, una especie de saludo al autor de la biografía.
Llegué temprano para agarrar buen puesto, logré sentarme en la primera fila en línea directa a los ponentes. Entre mis amigos periodistas hubo quien celebró la franela, no hay quien no sea marxista de Groucho Marx. Así que estaba yo de lo más orgullosa sentada en primera fila con la franela marxista, poniéndosela bombita a Boris Muñoz, quien señalándome con una mirada pícara, le preguntó a Anderson qué pensaba del uso de la cultura Pop de la imagen del Che Guevara.
¿Qué habría hecho Emil Ludwig de haber oído a Chuck Berry cantando Roll Over Beethoven? ¿O Giorgio Vasari ante la osadía de Marcel Duchamp de pintarle bigotes y chiva a una réplica de la Gioconda de Da Vinci? Imagino desprecio similar a la mirada fría del catire Anderson, quien dijo en español más pulido que el de Eva Golinger que consideraba un insulto a su inteligencia cualquier caricatura de la imagen del Che con fines de polarización. Había pasado 5 años escribiendo sobre los bemoles humanos del líder guerrillero para ver con buenos ojos el mal uso de su imagen.
Mientras decía esto, ya no veía mi franela sino su libro que estaba a mis pies esperando para ser autografíado. A lo mejor peco de sensible (o de insensible), pero me dí más que por aludida, preguntándome qué de aborrecible había en Che Groucho Marx, ni que fuera Che Homero Simpson o Che Hello Kitty. Tenía dos alternativas: o cubrir mi vergüenza con un sweater o exhibir mi franela marxista con la intención iconoclasta con que la compré. Opté por la segunda.
Como escritora no puedo dejar de entender el punto de Anderson: pasa 5 años buscando desmontar la imagen pop del Che Guevara, y viene alguien en el público venezolano a restregarle en la cara que es ingenuo pensar que lo lograría. Pero por otro lado como escritora también he aprendido que el mundo no empieza y termina con lo que escribimos, que hay diferentes lecturas sobre el tema que tanto nos apasiona.
En el caso de la Venezuela actual, sí estamos polarizados, es imposible no estarlo cuando una hegemonía política que gobierna desde hace 12 años trata de imponerse a quienes dudan de ella, y como los seguidores de esta hegemonía suelen ir uniformados con el rostro del Che Guevara y el Gobierno impone su figura en cuanto espacio público se pueda, hasta en los vagones del Metro, es difícil que quienes estamos entre los no creyentes del Socialismo del siglo XXI, por más que admiremos la obra de Anderson, no rechacemos la iconografía chavista.
En especial el gremio que fue a oír esa mañana a Anderson como a un gurú, los periodistas que han sido tan golpeados por un Gobierno cada vez menos tolerante con las noticias que empañen la gestión revolucionaria. Los canales públicos de disidencia se van estrechando, siendo el ideal del gobierno “el niño periodista” de la publicidad institucional que tan bien reseñó Milagros Socorro el domingo pasado, un periodista que solo da noticias buenas.
Anderson, como corresponsal de guerra, no está acostumbrado a redactar noticias bonitas, pero demostró esa mañana haber quedado cautivado con su biografíado, lo que hizo sentir no solo ante la descarga a cualquier abuso de la imagen del Che, sino cuando Boris se atrevió a disentir asegurando que el Che Guevara no se podía negar que era un personaje sanguinario. Anderson lo justificó: “Fueron cortes marciales”.
Me pregunto si de haber entre el público quien llevara la franela del Che con un “Hasta la victoria siempre”, su molestia por el abuso iconográfico hubiese sido igual.
La tertulia estuvo buena, en gran parte gracias a la dinámica con Boris quien llevó muy bien el hilo de la conversación y hasta puso a Anderson en un aprieto al preguntarle si se había sentido cautivado por alguno de los hombres de poder a quienes les hizo perfil periodístico. El invitado tartamudeó, podría decir que se ruborizó, no hizo falta contestar para que entendiéramos a qué personaje se refería.
El público también hizo buenas preguntas, aunque no incómodas, cuando alguien le inquirió a Anderson si estaría interesado en hacer un perfil de Fidel Castro se le iluminaron los ojos cual Oliver Stone, imposible no estarlo. La primera pregunta sería: “¿Cómo logró permanecer tanto tiempo en el poder?”, de ahí saldría todo lo que le interesaba saber. También contó cómo con Pinochet lo que más quería preguntarle era el vedado tema de los Derechos Humanos. ¿Se afincaría el periodista con los Derechos Humanos con Fidel?
El público también hizo buenas preguntas, aunque no incómodas, cuando alguien le inquirió a Anderson si estaría interesado en hacer un perfil de Fidel Castro se le iluminaron los ojos cual Oliver Stone, imposible no estarlo. La primera pregunta sería: “¿Cómo logró permanecer tanto tiempo en el poder?”, de ahí saldría todo lo que le interesaba saber. También contó cómo con Pinochet lo que más quería preguntarle era el vedado tema de los Derechos Humanos. ¿Se afincaría el periodista con los Derechos Humanos con Fidel?
Aunque aludida por Anderson y castigada por el sol del mediodía, terminé de oír la tertulia, pero tras la descarga a mi franela marxista, no me atreví a pedirle al autor que me dedicara la biografía del Che. Ni me dio nota regresar a su conferencia esa noche en el IESA que cuentan que estuvo más acartonada. Eso no quiere decir que no vaya a leer la biografía del Che de Anderson, ahora con más razón, para ver si mi franela marxista estuvo bien puesta ese día, después de todo soy militante de andar evitando intensidades, hasta de una firma del New Yorker y de El País.
2 comentarios:
adriana, creo que ayudaría a entender mejor el comentario de jon si lees el libro.
me parece, además, que se refería a otra cosa más allá del asunto pop: se refería al empeño que ponen sus entrevistadores en tratar de sacarle un juicio moral al che, en tratar de que jon diga "sí, era un maldito asesino sanguinario". y eso es algo que tratan de hacer cada vez que le entrevistan y le tocan el tema del che.
ciertamente, con las cosas como las vivimos, puede exasperar un poco la objetividad y la frialdad con la que jon mira algunos pasajes sangrientos de la vida del che. pero, al final, no deja de tener razón: el tipo estaba en guerra, así era la guerra entonces...
saludos y sigue usando tu franela.
oscar medina
Gracias Oscar por tu interesante comentario, como confieso en la crónica, no he leído la biografía del Che no por falta de interés sino de tiempo, son 800 páginas, un compromiso de lectura que amerita unas vacaciones achinchorrada, vamos a ver si este diciembre lo logro, aunque tengo otros libros grandes en lista de espera como Sumario de Federico Vegas y las memorias de Keith Richards, libros a los que aspiraba dedicarles el chinchorro margariteño estas navidades.
Mas allá de que a Anderson no le gustara mi franela Marxista, sentí ayer cierta condescendencia del periodista con los hombres fuertes de la izquierda latinoamericana. Percepción compartida por muchos de los presentes en sus dos conferencias, como dices tú, a lo mejor los tiempos que corren en Venezuela nos hacen particularmente sensibles con respecto al tema.
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