A
mediados de agosto, el guapo protagonista de la serie Prison Break, Wentworth
Miller, admitió ante la luz pública ser gay
al rechazar la invitación al festival de cine de San Petersburgo. Miller,
de 41 años, escribió una carta al organizador agradeciendo la invitación, en
ella aducía: “Mi consciencia no me permite participar en una celebración en un
país donde a gente como yo se le está siendo negado sistemáticamente el derecho
de vivir y amar libremente”.
En junio fue aprobada una ley en la Rusia de
Putin prohibiendo que “propaganda de relaciones no tradicionales” pudiera tener
acceso a menores, ley que incluye cualquier discusión pública de temas como los
derechos LGBT (Lesbianas- Gays-Bisexuales-Transgéneros).
La
controversia internacional ante semejante ley comenzó en agosto en el
Campeonato Mundial de Atletismo en Moscú, cuando el atleta norteamericano, Nick
Simmonds, dedicó su medalla de plata en la carrera de 800 metros a sus amigos
gays y lesbianas. Posteriormente, dos atletas suecas participaron en sus
respectivas competencias con la uñas pintadas con los colores del arco iris,
símbolo de la lucha por los derechos LGBT.
Yelena
Isinbayeva, una de las atletas rusas más populares y rostro del Campeonato,
criticó semejantes gestos de solidaridad con la comunidad gay rusa alegando que
cuando uno está invitado a un país, debe respetar sus leyes. Ante el repudio internacional suscitado por
sus palabras, Isinbayeva añadió posteriormente algo así como: “conste que no
tengo nada contra los homosexuales… es que no sé expresarme bien en inglés”.
Ese
mismo agosto de 2013, en un país al sur del mar Caribe aliado del presidente
Putin, un asambleísta revolucionario conocido por sus lujosas corbatas y por
sus fijaciones paranoicas; en plena sesión de la Asamblea Nacional no encontró
mejor manera de increpar al líder de la oposición que llamándolo “Maricón”.
Inmediatamente
comenzaron a leerse manifestaciones de repudio en las redes sociales -de los
pocos espacios todavía no tomados por la revolución-. Bajo el hashtag “#PSUVhomofóbico”
tantas fueron las expresiones de indignación por los ramplones insultos del
diputado de las corbatas de seda, que eventualmente, al igual que Isinbayeva, el
diputado homofóbico se vio obligado a semi-retractarse: “Pido perdón si tuve
excesos en el vocabulario… pero mi reacción es la de miles de venezolanos que
se sienten representados por mi”.
Y
quizás razón no le falte, la homofobia es un mal que afecta a rojos y a no
rojos por igual: entre quienes escribieron indignados en twitterzuela bajo el
hashtag #PSUVhomofóbico, se leyeron expresiones tan homofóbicas como las del diputado
de las corbatas de seda. Como tampoco extrañó que en esta polarización, desde
el caribeo de la bancada revolucionaria, esa que se autodenomina “humanista e
incluyente”, no saliera alguna voz rechazando
el uso de adjetivos homofóbicos como arma de esta cruenta guerra política.
Artículo publicado en El Nacional septiembre 2013.
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