sábado, 14 de marzo de 2009

Todos los hombres del Presidente, 33 años después.


Hace unas semanas el diario El Mundo cerró su etapa de vespertino, en Venezuela ya no hay mercado para un periódico de la tarde. Internet y los canales de 24 horas de noticias se lo comieron. Quién va a comprar un titular de última hora si la noticia ya la habrán desmenuzado en la radio Martha Colomina, Maripili Hernández, Pedro Penzini, Leopoldo Castillo, Carla y Vladimir... sin contar los Noticieros Digitales. Los diarios matutinos a nivel mundial no están mucho mejor: en los Estados Unidos se contempla la próxima desaparición de periódicos emblemas de varias ciudades.  
¿Acaso estamos ante el posible fin del periodismo impreso?
Quien hoy vea la película de Alan Pakula Todos los hombres del presidente (1976) llegará a la conclusión de que nunca: la inmediatez de Internet y de los canales de noticias difícilmente producirían dos periodistas como Bob Woodward y Carl Bernstein (o Woodstein, como los llamaban en la redacción), el team que tras mucho bregar, destapó la olla podrida del escándalo de Watergate  para el Washington Post.
Basado en el libro del mismo título escrito y publicado en 1974 por Woodward y Bernstein, la historia comienza en el año 1972 cuando Bob Woodward (Robert Redford), periodista novato, con la ayuda de un contacto al que sólo menciona con el seudónimo de Garganta Profunda, se afinca en el robo en la sede del Comité Demócrata Nacional ocurrido en el complejo de oficinas Watergate en Washington al constatar que están involucrados agentes de la CIA. Carl Bernstein (Dustin Hoffman) periodista con un poco más de experiencia que Woodward, le ve carne al hueso, y lo secunda en una investigación que pasa de notas en las páginas interiores del periódico hasta el mayor titular de todos: "Renuncia el Presidente".
"Tienen hambre", es la explicación que da el jefe de redacción para dejarle una noticia  tan complicada políticamente a dos periodistas con poca experiencia, este hambre los llevará a dedicarse en cuerpo y alma a descubrir quiénes están tras esta red de corruptela que al principio funcionarios del partido Republicano prefirieron callar por lealtad, o por miedo, hasta que los Woodstein encuentran quienes se deciden a seguir su conciencia, y exponer la corrupción del Gobierno en curso.
Es difícil que ese hambre de investigar, esa insistencia que lleva a Woodstein a desenmarañar el nudo de Watergate, se pudiera dar en Internet, y si se da parecería una teoría conspirativa de poca credibilidad sin el respaldo de un gran periódico y de un editor como Ben Bradlee (Jason Robards en la película), quien a pesar de enormes presiones del Gobierno de Richard Nixon y de jugarse el prestigio del  Washington Post, respaldó a "sus muchachos" hasta el final.
Hoy, en Venezuela, podrían haber decenas de Woodstein con hambre de la verdad y necesidad de destapar más de una olla podrida del poder, requeterespaldados por sus editores, pero es dolorosamente risible soñar que, por ejemplo, un par de periodistas criollos que le llegaran hasta al hueso al caso del maletín de los 800 mil dólares decomisados de un avión de PDVSA en Argentina, con todos los poderes civiles doblegados ante el gobierno ¿de qué serviría? 
Pero viendo Todos los hombres del Presidente en el año 2009, a uno le entra la esperanza de que las grandes proezas periodísticas, proezas al fin, no suelen ser fáciles, pero insistir en la búsqueda de la verdad, en algún momento tiene que dar resultados.
  

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