jueves, 26 de marzo de 2009

La conspiración de los maleteados





  





Todos dicen lo mismo: “Esa mujer se volvió loca, la trataba como a una reina, ¿dónde va a conseguir un marido como yo? Quiero ver cuando se le acerque un tipo y le diga que tiene tres carricitos la carrera que va a dar, porque eso sí no pueden decir de mí, que no me ocupo de mis hijos, por lo menos una vez al mes los llevo a montar bicicleta a la Río de Janeiro. Déjala que se encuentre con una cucaracha, Sanidad va a tener que clausurar el apartamento porque esa mujer les tiene un asco horrible pero se las da de la Madre Teresa de Calcuta y es incapaz de matarlas”.

Después viene el Mea Culpa con atenuantes: “Está bien, los programas de opinión me seducen más que una noche de pasión... lo confieso, ya no me llevan ni amarrado a ver el Ciclo de Cine Francés... y sí, quizás estoy un poco alterado y paso todo el día viendo Globovisión, pero es que la situación del país...”.

Porque la Revolución Bonita y el Paro Cívico además de hundirnos en la peor crisis económica de nuestra historia contemporánea, crearon un nuevo gremio de parias que está tramando un macabro complot: El golpe de los maleteados.

La historia de los maleteados se remonta a los lejanos años sesenta del siglo pasado, cuando gracias a ese grito de libertad que se conoció como el Movimiento de Liberación Femenina, las mujeres se sintieron dueñas de las riendas de su vida y capaces de sobrevivir sin necesidad de estar bajo el ala de un marido Todopoderoso. Durante los cuarenta años del llamado Puntofijismo, en Venezuela abundaron los maleteados por distintas razones: rumberos, donjuanes, flojos, violentos, desatentos y a menudo inocentes víctimas de una mujer a la que el matrimonio no le sentó; pero no fue sino a partir de la V República que este fenómeno tomó proporciones epidémicas cuando debido al paro cívico que duró más de dos meses y a la escasez de gasolina que lo acompañó, miles de parejas se vieron obligadas a permanecer encerradas en el claustro hogareño sintiéndose más claustrofóbicas que Richard Burton y Elizabeth Taylor en ¿Quién le teme a Virginia Wolf?, y más de un hasta hace poco feliz matrimonio se desmoronó al no poder soportar tanta cercanía frente a un futuro tan incierto.

Sin duda no son buenos tiempos para los maleteados, antes de la crisis económica muchos vivían en cómodos apartahoteles matando el despecho mientras limaban asperezas con la señora o finiquitaban los papeles de divorcio. Hoy tienen que vivir arrimados con otros maleteados o con una mamá que disfruta repitiendo: “Te lo dije”.

Por eso entre el humo de los bares, al son de Julio Jaramillo, ante unas cervecitas bien frías -quizás el único lujo que se pueden dar-, se está agremiando un tenebroso grupo de maleteados golpistas y dicen que cuando se sindicalice, será el fin de la Revolución, lo que no sabemos es si se refieren a la Bolivariana o a la Femenina.

Publicado en El Nacional, sábado 28 de junio de 2003. Ilustración para Nojile Rogelio Chovet.

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