lunes, 9 de marzo de 2009

Marte exacerbado


Hace unos meses los astrólogos previnieron sobre el fenómeno de Mercurio retrógrado, influencia planetaria que entorpecería durante un tiempo las comunicaciones. Hoy apostaría que vivimos el fenómeno de Marte Exacerbado, el Dios de la Guerra está sacudiendo nuestros corazones, influencia que empecé a sentir en diciembre en mis vacaciones navideñas en Margarita.

El primer sacudón de Marte lo viví en el estadio en un partido entre Los Tiburones y Los Bravos. Al principio, cuando al bateador escualo le rozó la bola en el hombro, creí que al pitcher se le perdió el centro. Pero el umpire supo ver la malicia en la jugada y amenazó al lanzador que otra bola como esa, y estaría fuera del juego. Recordé que el bateador conectó un jonrón en un inning anterior y fue poco galante al respecto. La ira es una pasión difícil de controlar, en el próximo lanzamiento, el pitcher amonestado tiró a matar. “¡Fuera!”, lo expulsó el umpire. El juego terminó a favor de La Guaira 9 carreras a 1.

No todos los conflictos consiguen árbitro, una mañana en el Farmatodo de la avenida Bolívar, había tanta gente esperando por pagar en las 4 cajas abiertas, que para aligerar el proceso se formó una  cola estilo aeropuerto. Todo iba bien hasta que abrieron otra caja pero en lugar de pasar a quien le tocaba el turno, se metió un recién llegado. A pesar de que los clientes le advirtieron que había una sola cola, que la hiciera como los demás, el muchachón se hizo el loco listo para pagar un bronceador y un champú, y el cajero a cobrárselos. De la cola saltó un cliente enardecido -mi marido- dispuesto a impedir la transacción, y comenzaron los: “¿Qué es lo que te pasa a ti?”, “No, ¿qué es lo que te pasa a ti?”. Y aunque una señora quiso recordarles: “¡Amigos, no peleen que es Navidad!”, ningún empleado en Farmatodo se dispuso a mediar en el pleito, así que me tocó evitar la pelea interponiéndome entre los gallitos. Confieso que tardé unos minutos en hacerlo no sólo porque nada detesto más que un vivo que se colea, sino porque temía que evitando la ñaza (como llama mi chamo de 9 años una golpiza), podría perder el puesto en una cola que tenía más de veinte minutos haciendo.

Este fenómeno de Marte Exacerbado no sólo afecta al sexo masculino: en el aeropuerto Santiago Mariño presencié un insólito enfrentamiento entre un par de mujeres esperando para abordar el avión de regreso a Caracas cuando una bebé, de poco más de un año, chillaba para que la sacaran del coche, y la mamá como si no fuera con ella. Hasta que una señora de amplias caderas, que habría criado unos cuantos muchachos, le exigió de mala manera: “¡Pero bueno, chica, carga a esa niña que nos va a volver locos!”. La joven madre la miró con frialdad antes de contestarle: “No la cargo porque no cedo a pataletas”. Semejante argumento abrió paso a una acalorada discusión pedagógica que ni el doctor Benjamín Spock habría podido mediar, y que también habría terminado en ñaza de no haber sido porque el padre de la criatura accedió a intervenir llevándose a la llorosa bebé lejos de la gritería, para alivio de los enervados pasajeros en la sala de espera.

Muestras cotidianas entre tantos gritos de guerra con los que comenzó el año 2009 en Venezuela. Perros que muestran sus colmillos ante la menor provocación, debe ser Marte Exacerbado, un fenómeno que como todo en esta vida, tarde o temprano tendrá que pasar.

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