La playa que mejor conozco en Margarita es Playa Guacuco. Quizás no sea la más bonita pero es la más visitada por los margariteños quienes aprecian su vegetación, y que a pesar de ser oceánica, no es tan brava como otras playas de la misma costa.
Guacuco puede ser tres playas en una, aunque a los asiduos a las tres pareciera que les gusta tomar caña por igual: la primera, la de los quioscos, es donde van quienes buscan servicio de comida, toldos y sillas. Aquellos que prefieren no cargar sombrillas y cavas. En temporada baja es recomendable ir a uno de ellos porque el resto de la playa está desolada y puede ser peligroso. El principal problema de estos quioscos es que hay poca playa, es decir, poco espacio entre el mar, la arena y las palmeras.
Quienes van a la playa a tomar sol, se encontrarán con exceso de sombra, un punto a su favor para quienes pasaron la etapa de ponerse como bisteck vuelta y vuelta, y prefieren leer resguardados del sol.
La segunda Playa Guacuco es la de los margariteños, para quienes el ardiente sol no es atractivo y se instalan bajo un sector vegetado a preparar parrilla, sancochos, jugar cartas o dominó. En lugar de sillas de extensión, prefieren chinchorros. De vez en cuando se dan chapuzones, pero sólo en la orilla, le tienen respeto al mar, sus niños no entran a lo hondo con tablitas, y si lo hacen, en seguida salta la mamá o la abuela a sacarlos a gritos. Cuando ven que uno de nuestros niños está muy lejos, suelen advertir: "Cuidado con los muchachos, que la resaca es traicionera". Este sector de la playa sólo se llena los días feriados y los fines de semana.
Por último está el espacio de Las Terrazas, el trozo de playa en el que nos instalamos los usuarios del condominio a una pasarela de distancia -en su mayoría caraqueños- caracterizado por toldos amarillos y blancos. A los inquilinos de los Ranchos de Chana también les gusta acampar allá. Es una de las zonas a las que más le pega el sol en Guacuco, aunque está limitada por los tolderos del condominio a un espacio reducido, por eso en temporadas altas la aglomeración es excesiva. Fuera de temporada no suele estar disponible el servicio de tolderos de Las Terrazas, sólo los fines de semana.
Las malas lenguas llaman a este sector de Guacuco "Playa celulitis", porque a las madres con cuerpos de haber parido unos cuantos muchachos, la preferimos por ser de oleaje menos fuerte que el resto de las playas margariteñas, ideal para que los chamos corran sus primeras olas. Desde hace un par de años en temporadas altas hay una Escuela de surf para niños. No es una playa juvenil, ahí no llegan las camionetas 4X4 con impresionantes equipos de sonido, tranquilidad que muchos apreciamos. Al llegar a la adolescencia, la mayoría de aquellos niños que felices comenzaron corriendo olas en Guacuco, se rebelan y exigen que sus padres los lleven a otras playas con mejor nivel de rumbita.
En esta sección de Las Terrazas se ubican los famosos joyeros de Guacuco, que comenzaron vendiendo hace más de 20 años de toldo en toldo, y hoy tienen puestos fijos. Los asiduos los conocemos por nombre: Suhely, José Patiño (el de más antigüedad, rey de la playa, siempre está ahí), José Ángel (aunque esta semana santa no apareció, a lo mejor se fue a esquiar) y Esteban, que tal fue su éxito como joyero, que hace años no iba para la playa sino que montó una tienda-taller en su casa en el pueblo, donde atendía clientes y surtía varias joyerías de Caracas. Su hermano y cuñada vendían su orfebrería en la playa. Lamentablemente, Esteban murió el pasado 10 de abril en un accidente de tránsito en la autopista El Valle.
Los orfebres sólo montan sus tenderetes en temporadas altas -aunque José está todos los días del año cargando su tablón de mercancía-, vienen a visitarlos a Playa Guacuco quienes no desean pasar el día de playa sino hacer un toque técnico para ver qué hay de nuevo o para hacerles un encargo. Los precios son menos solidarios que cuando empezaron, pero ya tienen su clientela y mandan mercancía a Caracas vía Federal Express.
Además de los vendedores con tenderete, están los de toda la vida que caminan la playa ofreciendo artesanía, pareos, lentes, camisolas, gorras... a quienes los asiduos a Playa Guacuco conocemos por nombre y les preguntamos por sus vidas. Son personas amables, trabajadoras, simpáticas, muchos se instalan a conversar compremos o no. Ellos fueron quienes me contaron del accidente fatal de Esteban.
Las empanaderas de Guacuco también son como viejas amigas, son las mismas desde hace años: Nieves y sus hermanas, cuyos hijos, y nuestros hijos, hemos visto mutuamente crecer. Están sólo en temporada vacacional, la semana post Semana Santa en ninguna playa de las que visité en Margarita había empanaderas trabajando.
Lo que si desapareció casi por completo de la playa fueron los heladeros, se los comió la recesión. De vez en cuando se ve uno cargando una cava ofreciendo helados de coco o sorbetes artesanales. Los carritos de EFE y Tío Rico casi no se ven. Cuando mis hijas adolescentes estaban pequeñas los heladeros abundaban, se les paraban en frente y comenzaban a tocar sus campanitas sabiendo que no tardarían en convencer a sus padres para que les compráramos un helado. Los vendían por encima del PVP pero los vacacionistas comprendíamos que caminar una y otra vez la playa, bajo un solazo, empujando un carrito de helados, valía el sobreprecio. Tampoco eran tan caros, no representaban un sacrificio en el presupuesto familiar aunque le teníamos límite a los chamos: no más de tres helados al día, no se fueran a empachar. Y si estaban jugando con amiguitos, les brindábamos a todos un helado.
A medida que fue pasando el tiempo el bolsillo comenzó a sufrir, y de tres helados al día pasamos a dos y después a uno, no precisamente por ser mejores padres y ocuparnos de su alimentación, sino porque el gasto se sentía cada vez más fuerte. Gracias a la inflación dejó de ser rentable vender helados, y los heladeros desaparecieron. Los vendedores de conserva de coco, obleas, ostras, siete potencias y vuelve a la vida siguen en demanda.
Otra característica que distingue a Guacuco del resto de las playas de la isla, valga la redundancia, son sus guacucos, aunque durante años estos moluscos desaparecieron debido a una marea roja, hoy volvemos a sentirlos bajo los pies cuando entramos al cálido mar. En una curva en la calle, a la entrada de la playa, se para una señora a ofrecer botellones de refrescos llenos de guacucos, los vende a 30 bolívares. Con ellos preparamos en la noche una exquisita pasta vóngole, aunque hay quienes se los comen en la playa rociados de limón.
Lo más negativo de Playa Guacuco es cuando aparecen las algas rojas inundando el mar, entonces es necesario emigrar de playa, también hay días en que la marea sube tanto que no hay espacio para instalarse, las olas del mar revientan casi a la altura de los cocoteros. Nada de eso pasó esta Semana Santa 2010, el único cambio para mal fue que se acabaron los atardeceres en la playa, o "quédese a su propio riesgo": los tolderos del condominio Las Terrazas recogían a las 5 de la tarde porque los malandros están atracando a los temporadistas que salen al oscurecer, y debido al cambio de huso horario, ya es casi de noche a las 5 y 30 pm.
Lástima, porque la hora más regia de Playa Guacuco es cuando el sol se oculta en el mar.
Las fotos son mías a excepción de la de José Patiño, cortesía de Elisa Escovar,
1 comentario:
Que placer leerte! Gracias...
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