sábado, 12 de junio de 2010

Contra el fanatismo


En las librerías se consigue un librito que recomiendo leer: “Contra el Fanatismo” del escritor israelí Amos Oz, y no digo un librito de manera despectiva, porque es una gran lectura, sino porque este trío de ensayos publicado por la colección Debolsillo de Random Mondadori, cedidos por la editorial Siruela, apenas pasan las 100 páginas, y el ensayo que le da el título al libro: “Contra el fanatismo”, no llega a 30.
Eterno favorito al premio Nobel de Literatura, Amos Oz nació en Jerusalén en el año 1939, periodista y escritor, se ha destacado por su activismo político mediando una salida pacífica al conflicto entre judíos y palestinos. “Contra el fanatismo” es una conferencia dada en enero del 2001 donde aboga por la empatía, sentimiento contrario al fanatismo porque en el momento en el que se establece conexión humana entre aquellos de diferente ideología, es difícil odiarse y se buscan solucionar los conflictos más en base a lo que une que a lo que distancia.
El asalto israelí a la flotilla de activistas en Gaza aleja cualquier solución pacífica en el Oriente Medio, no soy experta en este conflicto que ha causado tantas penurias y que pareciera no tener solución a mediano plazo, pero la grandeza del ensayo de Oz es que se aplica a cualquier tipo de fanatismo, por ejemplo los lectores venezolanos lo podemos aplicar a los últimos 11 años de nuestra historia.


¿Qué es ser una fanático para Amos Oz? Aquel para quien un fin justifica cualquier medio, siendo los ejemplos más notables y peligrosos los terroristas, bien sean de Izquierda, de Derecha, nacionalistas o fundamentalistas. Es tan fanático aquel que asesina en nombre de la autonomía del pueblo vasco como quien pone una bomba en una clínica donde se realizan abortos: “el fanático si piensa que algo es malo lo aniquila junto a todo lo que lo rodea”. 
Aniquilar es un verbo duro, y hay distintas maneras de lograrlo, no sólo asesinando, también no dando tregua al contrario,  no aceptar disidencia, para el fanático: “traidor es cualquiera que cambia”, porque el fanático adopta: “una actitud de superioridad moral que impide llegar a un acuerdo”. La esencia del fanatismo es “obligar a todos a cambiar”.  Por eso qué peligroso puede ser cuando un fanático ostenta una posición de poder, más si ese poder no tiene límites.
La grandeza de un líder como Nelson Mandela radicó en que viviendo en tiempos de sentimientos exacerbados tras el fin del Apartaheid en Sudáfrica, logró mediar odios ancestrales, a diferencia de otros gobernantes obsesionados en aniquilar el pensamiento contrario (llámese Pinochet, Franco, Stalin, Hitler…). Muchos de estos líderes durante un tiempo lo lograron, lamentablemente, demasiadas cabezas de Estado en el siglo XXI siguen llevando a su pueblo por un solo canal, el de su voluntad, pero la historia termina pasándoles factura como lo que son, o lo que fueron: Dictadores.
¿Se saben fanáticos los fanáticos? ¿Hay manera de vencer al fanático que se despierta en nosotros en tiempos controversiales? ¿Es fácil asumir una posición conciliadora viviendo entre fanatismos? Este librito de Oz no da respuestas definitivas, pero es bueno tenerlo a mano como un foco de ecuanimidad en momentos en los que sentimos que el odio y la sin razón predominan.




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