viernes, 25 de junio de 2010

Un hermoso muchacho


El libro lo vi en el aeropuerto de Nueva York. El título: Beautiful Boy (Mariner Books, 2009), decía mucho y no decía nada. Pero estaba entre la selección de los más vendidos de No-Ficción. La portada describía el tema: "el viaje de un padre por la adicción de su hijo". No precisamente lectura ligera, pero me interesó el curriculum periodístico de su autor David Sheff -ha publicado en New York Times, Rolling Stone, Playboy, Wired- así que lo compré.
Hay quien criticó estas memorias como un intento de sacarle dinero a la adicción de un hijo. No hay dinero que pague revivir semejante horror, porque la adicción de Nick, el Beautiful Boy, más que la historia de un drogadicto (Nick habría de escribir su propia historia: Tweak) es la de un padre y la desesperación de no saber cómo ayudar a su hijo.
No hay respuestas fáciles para las preguntas que tanto atormentan a las familias de los adictos: ¿Dónde fallamos? ¿Qué podemos hacer? En el caso de Nick no pudo haber sido un niño más querido, sus padres se casaron jóvenes, se divorciaron cuando tenía tres años y durante un tiempo compartieron su custodia amigablemente. Cuando la mamá de Nick se mudó de ciudad, un juez le dio la custodia a David, pero el niño pasaba las vacaciones completas con su mamá.
La infancia de Nick fue como la serie de los años 60: Buscando novia a Papá, padre e hijo contra el mundo. Nick era un niño dulce, con dotes de líder, amiguero, creativo;  eventualmente David se casó con Karen, una artista que siempre trató a Nick con cariño. La pareja tiene dos niños a quienes Nick adora.
Cuando David le encontró a Nick a los 12 años una bolsa de marihuana en el morral, como a cualquier padre responsable se le encendió la primera alarma, pero no habiendo sido él tampoco inmune al encanto de las drogas, trató de tomarlo como una fase de la adolescencia. Habló con el niño sobre los problemas que suelen traer las drogas y lo castigó. Dos o tres incidentes similares sucedieron durante la adolescencia de Nick sin que perturbara su buen rendimiento académico. Los problemas comenzaron en serio tras un verano de Nick en París a los 16 años, regresó distinto, le habría de confesar a su padre años después que ahí nació su adicción, no a las drogas sino el alcohol ya que en Francia, sin supervisión adulta, todas las noches se emborrachaba. Cuando regresó a casa ya era alcohólico, pero como tomar es difícil de esconder, sustituyó el alcohol por las drogas, siendo su droga de elección una de fácil acceso, y la más difícil de abandonar: la metanfetamina.
La adicción de Nick se agravó cuando entró a la universidad, legalmente ya era mayor de edad y su padre no podía obligarlo a entrar en rehabilitación, aunque muchas veces Nick accedía hacerlo. Desde entonces la felicidad a David se le acabó, su vida alterna entre el limbo de la rehabilitación cuando Nick parece haber batido su adicción, pero queda la duda de si volverá a caer, sentimiento que no se quita; y el infierno de la recaída, cuando ese Beautiful Boy es difícil de reconocer en el joven descuidado, mentiroso, capaz de robarle la alcancía a su hermanito para comprar drogas, que desaparece durante meses, incapaz de hacer cualquier actividad que no sea drogarse con metadona.


Beautiful Boy nació después de un artículo que escribió Sheff para la revista del New York Times: "Mi hijo adicto", tal fue el feedback recibido de miles de familias que estaban pasando por el mismo calvario, que el periodista decidió profundizar en esta historia de adicción que también casi acaba con él: antes de cumplir 50 años, David sufrió un derrame cerebral quizás causado por tanta angustia cada vez que el teléfono suena: puede ser Nick avisando que está vivo, que necesita ayuda, o alguien avisándole de su muerte.
Al finalizar el libro, en una segunda edición, David lamenta que su hijo no ha logrado vencer su adicción, aunque pasó casi 2 años sin consumir, pero nunca pierde la esperanza de que este Beautiful Boy algún día lo logrará. Lo más importante que el lector fue aprendiendo junto a David en estas impecablemente bien escritas memorias es que la adicción es como una enfermedad, cualquier padre está dispuesto a hacer lo que sea para salvar a su hijo, ayudarlo una y otra vez a entrar en rehabilitación, jamás se dará por vencido; pero no debe responsabilizarse de su adicción y debe aceptar que el adicto es quien tiene la palabra final.
Muchas lágrimas le ha costado a David darse cuenta que no tiene sentido preguntarse qué pudo hacer para evitarlo, si acaso no se debió divorciar de la madre de Nick, no separarlo de ella, ser más estricto... las preguntas son infinitas. Por eso es tan importante las reuniones de Al Anon, familiares que comparten historias y se ayudan mutuamente con sus experiencias. Las familias de los adictos se pueden parecer tanto y al mismo tiempo ser tan distintas. Una de las pocas satisfacciones que se permite Sheff en estas memorias es narrar cómo conoció a una señora que reconociendo su angustia de padre, le recomendó un libro: Beautiful Boy.
Sirva esta historia de un Hermoso Muchacho para acompañar a tantas familias que hoy viven este infierno.

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