jueves, 24 de junio de 2010

Los cuatro chiflados


“Lo que él hace no es escribir, es tipear”. 
“... escribe como si estuviera cumpliendo con un penoso deber”.  
 La primera frase pertenece a Truman Capote, es su opinión sobre el libro culto de los años 50: On the Road, de Jack Kerouac. La segunda frase pertenece a Oscar Wilde burlándose de su prestigioso colega  Henry James.
Hoy, mientras en Venezuela José Balza condena a los escritores vendidos al comercial mundo de la televisión y de los bestsellers, e Ibsen Martínez condena a los escritores que solo buscan ser leídos por una élite intelectual criolla; en los Estados Unidos se desarrolla una polémica similar entre cuatro escritores de incuestionable importancia en la literatura de habla inglesa del siglo XX: Tom Wolfe vs. Norman Mailer, John Updike y John Irving.
La pólemica yanqui se originó a raíz del éxito comercial de la segunda novela de Wolfe, Todo un Hombre(A Man in Full) publicada en 1998.  Su primera novela, La Hoguera de la Vanidades(1987), lo había convertido en un raro animal de las letras modernas: alabado por la crítica, comercialmente exitoso. Once años tardó Wolfe en publicar su segunda novela: “Si a mis niños les preguntaban ¿en qué trabaja tu papá? Ellos contestaban: escribe, y nunca termina, un libro que se llama  Todo un Hombre”. 
Wolfe justifica los once años invertidos en esta obra en la rigurosa investigación que realizó para que su novela fuera fiel reflejo de la realidad que intentaba describir. Todo un Hombre, cuya gran protagonista es la ciudad de Atlanta, logró alcanzar el mismo éxito crítico-comercial de La Hoguera de las Vanidades, con tres notables excepciones: Norman Mailer, John Updike y John Irving, tres escritores norteamericanos contemporáneos de Wolfe, con muy poco en común entre ellos, quienes coincidieron en catalogar a Todo un Hombre  como “periodismo”, jamás literatura.


Mailer, polémico desde su juventud, acababa de publicar una autobiografía de Jesucristo, El Evangelio según el Hijo. Updike, famoso por su serie Rabbit, estaba por publicar Gertrude and Claudius, una precuela de Hamlet. John Irving, escritor con mayor éxito comercial que crítico, promocionaba  My Movie Business, memorias sobre su experiencia como guionista hollywoodense.
 Siempre impecablemente vestido de blanco, el elengatísimo Tom Wolfe no cuenta tres para gritar: “¡Quítenme la pajita!”. Y ante las despectivas palabras de sus colegas sobre el fruto de once años de trabajo, publicó un artículo titulado My three Stooges(Mis Tres Chiflados), en el que logra de un solo plumazo burlarse despiadadamente de sus tres contrincantes, defender su obra, y asumir  posición sobre el camino que debe tomar la literatura en búsqueda del lector perdido.
  Updike había escrito sobre Todo un Hombre: “No se puede considerar literatura, ni siquiera en la más modesta de sus formas. Wolfe no es un novelista sino un periodista”. Mailer opinó “Wolfe no es un novelista sino un periodista que nos abandonó y ahora vive en el reinado King Kong de los mega-bestsellers”. El más soez fue Irving: “¡El problema de Wolfe es que no sabe escribir un coño!  ¡El no escribe novelas- él escribe hipérboles periodísticas!” .
“Larry, Curly y Moe. Updike, Mailer e Irving. Mis tres chiflados” los reunió Wolfe en un solo saco. En inglés la palabra stooge, traducida al castellano como chiflado, se refiere al actor secundario cuya utilidad es darle la oportunidad a los actores principales para que se burlen y se luzcan a sus costillas.
 Lo que para muchos escritores resultaría un insulto, ser tildado de “periodista”, para Tom Wolfe resultó el mejor de los halagos: “Todo un Hombre es un ejemplo evidente de la nueva dirección que la literatura está tomando: la novela intensamente realista, basada en el reportaje, que se sumerge por entero en la realidad social de la America actual- una revolución más de contenido que de forma- una revolución que pronto logrará que muchos artistas, como nuestros tres viejos novelistas, parezcan afeminados e irrelevantes”.
 Wolfe acusa a sus tres detractores de haber perdido la brújula que los conecta con los lectores contemporáneos “Son autores talentosos. Todo lo que estoy diciendo es que han desperdiciado sus carreras al no involucrarse con la vida que los rodea”.
 Para Wolfe, Mailer es el caso más lamentable por ser el autor de La Canción del Verdugo(1979), novela bien documentada sobre Gary Gilmore, convicto que exige su ejecución: “Explotando esa mina de oro reporteril escribió su mejor novela desde que en 1948 había escrito Los desnudos y los muertos”.
 A Wolfe tampoco le quita el sueño ser considerado simple “entretenimiento”: “Balzac, Shakespeare,  Dickens, Dostoievsky, Tolstói, Gogol, Zola, Ibsen, Shaw, Twain, fueron  populares en sus días, y todos estarían muy divertidos por este intento de ubicar a la literatura en un lado de la cerca, y al entretenimiento y la popularidad en el otro lado”.
 Las controversias pasan, y sólo el tiempo dirá  las obras que merecen  pertenecer a la historia de la literatura, y las que están destinadas a languidecer en el limbo de los tablones de remate, antes de desaparecer para siempre.  

Mi primer artículo publicado en Papel Literario como en el año 2000.

2 comentarios:

Pedro Mancera dijo...

Me parece muy justo lo que opina Ibsen Martínez, si todos los grandes escritores escribieran sus libros para que sean leídos por una pequeña elite, entonces el publico no le quedaría otra alternativa que leer libros con un enfoque comercial. La gente se merece leer libros de calidad, NO novelas en las que sus autores piensan únicamente cuanto dinero les va a generar

Adriana Villanueva dijo...

Trato de no ser esnob con lo que cada quien lee, hay lectores para todo y hay todo tipos de libros, inclusive los que son de indudable calidad literaria y atractivos para un gran número de lectores como es el caso de las novelas de Tom Wolfe. Soy de la teoría que sólo el tiempo es quien decide que obra merece sobrevivir.