lunes, 20 de junio de 2011

Autorretratos


No es raro que los grandes artistas se usen a si mismos como modelos, eso que llaman autorretratos, que recuerde, por nombrar algunos, lo hicieron Rafael Sanzio, Leonardo Da Vinci, Pier Paul Rubens, Francisco de Goya, Gustave Courbet, Vincent Van Gogh, Frida Kahlo, Armando Reverón, Andy Warhol, Francis Bacon, Lucian Freud... algunos artistas, como el caso de Velázquez en Las Meninas, colearon sus imágenes en lienzos como las breves apariciones de Alfred Hitchcock en sus películas.
Sin embargo en la narrativa, la autoficción es un fenómeno reciente, aunque existen referencias que datan del Quijote de Cervantes, pasan por Chesterton, Unamuno y Borges; son casi travesuras de escritor, el uso de si mismo como tema de ficción -típico recurso de la llamada metaficción- es un elemento característico en la escritura contemporánea, recordando algunos casos: Paul Auster, Paul Theroux, Enrique Vila Matas, Philip Roth, Roberto Bolaño...  quienes han incluido en sus novelas personajes que comparten sus nombres y muchas de sus circunstancias de vida.
Si está bien lograda, la autoficción puede ser genial, uno de los maestros en este arte es el Nobel 2003 de Literatura J.M Coetzee(Ciudad del Cabo, 1940), quien además de novelas como "Desgracia", "El Maestro de San Petesburgo" y "El hombre lento"; lleva escritos tres libros de memorias entre comillas: "Infancia", "Juventud" y "Verano" donde los límites de la ficción y la historia personal no están delimitados, pero como la voz del escritor interesado en escribir la biografía de Coetzee asegura en "Verano":

 "Pero lo que ahí escribe Coetzee no puede ser confiable, no como una fuente fiable, no porque Coetzee fuera un mentiroso sino porque era un ficcionador".


Los buenos autorretratos no suelen ser halagadores, los artistas plásticos no solo buscan plasmar su aspecto físico como quien se mira ante un espejo, intentan ir más allá, captar en el lienzo su estado de ánimo. Si bien la mayoría de los escritores que se autoficcionan no intentan hacer un autorretrato sino convertirse en personajes más de su ficción, Coetzee crea autorretratos tan desgarradores como un lienzo de Bacon ante el espejo, en el caso de "Verano" narrada como una serie de entrevistas de un biógrafo buscando pistas sobre la vida del fallecido Nobel afrikáner John Coetzee, casi todos los testimoniantes dan fe de que ser uno de los más grandes narradores de su era no implica ser un hombre digno de amor y respeto.
El autorretrato que Coetzee nos presenta en "Verano" es poco complaciente, pero en él se encuentra un elemento que hasta ahora parece escaso en la obra del escritor nacionalizado australiano a quien es bueno leer con un antidepresivo a mano: un pellizco de humor. Y es que cualquier autorretrato no estaría bien logrado si el autor se viera a sí mismo con grandilocuencia.
¿Cuánto hay de realidad y cuánto hay de ficción en "Verano"? Qué importa, lo que cuenta es el resultado final de la obra y "Verano" es un excelente equivalente de autorretrato literario a lo que durante siglos han logrado los artistas plásticos sin falsas modestias ni pudor.

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