jueves, 1 de septiembre de 2011

Urgente: niño en peligro



Por principio no suelo abrir cadenas o correos masivos, ni por pin de Blackberry ni por correo electrónico, lo borro de una por más “urgente” que el remitente asegure que sea el mensaje. Pero en esa ocasión el “urgente”  que me acababa de llegar por mensajería de blackberry venía de una amiga que jamás manda mensajes masivos, por eso inmediatamente lo abrí, quizás esta vez sí era urgente.
El texto decía: “ niño de 8 años, estudiante del Merici, acaba de ser secuestrado cuando salía del colegio…” el mensaje continuaba describiendo el carro en el que los supuestos secuestradores se llevaron al niño, y terminaba con el usual: “pásalo”.
Apenas lo leí supe que estaba ante una leyenda urbana por la sencilla razón que la Academia Merici es un colegio donde solo estudian niñas. Le señalé a mi amiga por mensajería de blackberry este detalle, y me respondió que tenía razón, ¡cómo no se había dado cuenta! ¿quién que viva en Caracas no lo sabe? Pero es que cuando la seguridad de un niño parece estar en juego, es difícil percatarse de los detalles.
En esta ocasión el rumor murió rápido gracias a que la directiva del Merici no perdió tiempo en aclarar que del colegio no habían secuestrado a ninguna niña, mucho menos a un niño.
Recordé que meses atrás un rumor similar se regó como pólvora por twitterzuela cuando más de un angustiado twitero alertó sobre una niña secuestrada a las puertas del colegio Santa Rosa de Lima, dando las señas del carro dónde se la habían llevado por si alguien se lo cruzaba.  Cadenas de oraciones y  repetidos: “¿en qué país estamos viviendo?” siguieron.
En ese momento pensé que estábamos ante la versión criolla de lo que en los Estados Unidos bautizaron: “AMBER Alert” en memoria de la pequeña Amber Hagerman, de nueve años, quien en el año 1996 fue secuestrada a pocos metros de la casa de sus abuelos en Arlington, Texas, y apareció degollada días después.  
Con tantos niños desaparecidos en los Estados Unidos anualmente -algunos aparecen muertos y muchos nunca son encontrados- la teoría es que si la ciudadanía se activa apenas desaparece un niño, quizás alguien lo reconozca en la calle en manos de su captor y pueda ser rescatado con premura.
Pero el éxito de los alertas AMBER no nacen de cadenas sin asideros sino de la unión de fuerzas de las autoridades alertadas por los padres del niño desaparecido y los medios de comunicación social que difunden la noticia a la ciudadanía. ¿Se imaginan semejante unión en la actual Venezuela?
Si bien la desaparición de niños no es tan usual en nuestro país como en los Estados Unidos, aquí sufrimos del mal de la impunidad de la delincuencia que no tiene recato con la edad de sus víctimas,  hoy el secuestro con fines de lucro parece ser un negocio que llegó para quedarse.
Sin embargo el secuestro de la estudiante del Santa Rosa de Lima también resultó falso, producto de alguna mente ociosa con un particular sentido de la diversión que se entretiene con la histeria colectiva y difunde por las redes sociales un rumor sobre el mayor de los temores: que algo malo le pueda pasar a  un niño. Cadenas similares surgen a lo largo del mundo, recientemente leí en Facebook sobre una niña perdida en Vermont. 
Nada nuevo, la fábula de la Caperucita Roja narrada otra vez. La mejor forma de acabar con esta plaga, la de las cadenas (ojalá la violencia fuera tan fácil de resolver) es no difundir mensajes masivos, por más “urgentes” que estos parezcan.

Artículo publicado en El Nacional el sábado 27 de agosto de 2011

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