jueves, 16 de febrero de 2012

En la emergencia (2)


Dos años después de escrita En la emergencia, me encuentro en una situación similar en la sala de emergencia del Centro Médico el domingo 12 de febrero, cuando por primera vez en mi historia electoral intuía que estaba votando a ganador, en esta oportunidad en las primarias para elegir al candidato de la oposición. Aspiraba ver el resultado comiendo pizza en la sala de mi casa, pero no pudo ser.
Esa mañana había ejercido mi derecho al voto, tras una hora de cola, metiendo el dedo en el tintero casi que hasta el codo. Posteriormente, almorzamos en familia en casa de mis padres. Mi mamá nos recibió con la noticia que no pudo ir a votar porque se sentía muy mal. Cuando en el transcurso del almuerzo el dolor se fue agudizando, llamamos a un doctor amigo quien nos recomendó que la lleváramos a la emergencia del Centro Médico.
Eran las cinco de la tarde, mi mamá fue atendida de inmediato, la doctora de turno dijo que había que hidratarla y hacerle exámenes de sangre y rayos X. A pesar del dolor, mi mamá no se veía grave, si los exámenes salían bien y daban con el diagnóstico rápido, se podría ir a casa.
Ojalá sea antes de las ocho de la noche, pensó esta hija desnaturalizada, porque en la Emergencia de Adultos no había televisión, y no me quería perder el momento en el que Teresa Albanes diría el nombre del candidato a enfrentarse al Comandante en Jefe de esta Revolución.
Mientras a mi mamá la hidrataban y le hacían los primeros exámenes, me fijaba en el meñique derecho de todo el mundo para darme una idea de cómo estuvieron estas elecciones primarias. Nadie, absolutamente nadie, tenía el dedo manchado de tinta. ¿Será que no habrán votado? Después pensé que en un trabajo en el que se atiende a tanta gente, es delicado hacer una predica política, y en esta Venezuela llevar el dedo manchado el domingo de las Primarias era el equivalente a gritar: "No me la calo más".
Mi mamá en su cubículo dormitaba, mientras mi papá arreglaba los papeles del seguro, yo me distraía oyendo una conversa entre dos vigilantes, uno le decía al otro:
"Soy el propio Ni-Ni, ni voto por él, ni voto contra él, no creo en nadie".
 Su interlocutor lo regañaba:
"Mano, si no votas contra él, le estás dando el espaldarazo, yo fui de quienes lo puso ahí, ahora haré lo que sea para que se vaya".
Sin embargo el centro de votación del vigilante antichavista quedaba muy lejos y no participó en las elecciones primarias:
"Porque tenía que trabajar, pero el 7 de octubre voto así sea en Marte".
Seguía la discusión pero no los pude oír más porque llegó el médico amigo a ver a mamá. Tampoco tenía el dedo manchado. Ninguno de los doctores que vimos esa tarde en el Centro Médico tenía el dedo manchado, pero en el puesto de las enfermeras se les oía discutir los pronósticos electorales, el que decía estar mejor dateado aseguraba que: "Capriles arrasó".
El amigo doctor nos dijo que aunque en el examen de sangre los valores daban normales, era necesario hacer otras pruebas para determinar la raíz del dolor. Viendo que la noche iba para largo, dejé a mi mamá con mi papá para localizar la televisión más cercana donde esperar los resultados de las primarias.
En el pasillo que llevaba a la caja de cobro había un televisor prendido en un canal por cable, un adolescente de  gorra roja de Angry Birds veía Mamma Mía. Se estaba haciendo tarde, ya eran las 7 y media, y Meryl Streep de braga de bluen jeans brincando en la cama cantando Dancing Queen, nada que ayudaba.
Sabía quién era el paciente que estaba con el adolescente, por entre la cortinas azules de un cubículo de emergencia lo vi, debía ser su hermano: un joven vestido de uniforme militar a quien estaban hidratando. El soldado enfermo estaba acompañado por varios familiares y otro soldado que lucía uniforme de camuflaje con grandes letras rojas bordadas: "Guardia del Pueblo".  Ni me molesté en fijarme si tenía el meñique manchado.
Cuando se llevaron a mi mamá a hacerle los exámenes indicados por el doctor, me acerqué de nuevo a la televisión y el chamo seguía ahí, de lo más concentrado viendo Mamma Mía. Di una vuelta por la clínica ya que los exámenes tardarían más de una hora, y esa era la única televisión de los alrededores. Cuando por fin se terminó la aborrecible película, comenzó otra con Kate Winslet, y el chamo pegado.
De ser cualquier otro adolescente le habría dicho: "Sorry, kid, terminó la hora Hollywood, toca la hora de ver Historia Contemporánea" y le habría cambiado el canal, pero esa gracia no la podía hacer con un chamo con la gorra roja de Angry Birds apoyado por la Guardia del Pueblo, no le fuera a llegar quejándose: "Una escuálida me quitó a Kate Winslet para ver Globovisión" y terminara siendo la primera detenida de estas elecciones primarias.
Ya pasaban las ocho y media, fui a ver si mi mamá la habían vuelto al cubículo de emergencia, todavía no, cuando regresé frente al televisor, oh milagro, seguía Kate Winslet en la pantalla, pero el chamo de Angry Birds había desparecido. La televisión estaba sola, solita, para mi.
Sintonicé Globovisión, Luis Vicente León era entrevistado para CNN por Patricia Janiot, y aunque todavía no habían dado los resultados, ya el director de Datanálisis hablaba de Henrique Capriles Radonski como el candidato de la oposición.
Al ver que estaba sintonizado Globovisión, se fueron acercando a esperar los resultados: familiares de pacientes, enfermeras, camilleros, médicos; si bien todos a la expectativa, y comentando sus experiencias al votar, nadie tenía el dedo manchado, la única pendeja con el dedo entintado era yo. Al rato regresó el muchacho de la gorra de Angry Birds, quien tan inexpresivo como cuando veía a Amanda Seyfried preguntarse cuál de los tres galanes otoñales sería su padre, se sentó a ver la televisión.
Pasadas las nueve, en un cuadrito a un lado de la pantalla había cierto movimiento que anunciaba que los miembros de la Mesa de la Unidad pronto darían los resultados. El entrevistado de CNN era un politólogo con look "Lennin" de calva incipiente y barbita candado, quien aseguraba que el número de estas elecciones, que no llegaría a los dos millones de votos, sería el techo de la oposición en las presidenciales. Cuando la periodista le preguntó al Lennin wanabe si acaso muchos empleados públicos, o personas con trabajos relacionados con el Gobierno, no se abstendrían a votar en estas elecciones por miedo a ser señalados como ya lo fueron con la "Lista de Tascón" -lo que no sucedería en las elecciones presidenciales- este le respondió que cuántos dueños de empresas no obligarían a votar a sus empleados en las primarias de la oposición.
Un pase en vivo lo interrumpió, eran las nueve y media de la noche y Teresa Albanes estaba lista para dar los resultados, hasta el adolescente de la gorra de Angry Birds se enderezó para oírla decir : "Con el 95 % de las actas escrutadas, 2 millones novecientos cuatro mil setecientos diez votos, 2 millones ochocientos veinte mil cuarenta votos válidos, el candidato Henrique Capriles Radonski obtuvo un millón ochocientos seis mil ochocientos sesenta votos...".
Más nada que decir, la oposición tenía su candidato con más del 60 % de la votación de las primarias. En la tv se escuchaban los gritos "¡3 millones, 3 millones!". En el pasillo de emergencia del Centro Médico fuimos más discretos, pero todos parecíamos felices con el resultado, hasta el adolescente de la gorra de Angry Birds, aunque en su caso quizás no por el triunfo esa noche de la Democracia, sino porque tendría de nuevo la televisión para él.
(Para quienes se pregunten: "¿Y la mamá qué?", ya esta en casa aliviada de su dolor que con tratamiento no debería volver).

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