El chiste más repetido la semana pasada por las redes sociales ante la indignación del fallo de Tribunal Supremo de Justicia que el presidente ausente no estaba ausente pero podía ausentarse por el tiempo que fuera necesario, era que la constitución de la República Bolivariana de Venezuela de ahora en adelante solo serviría para suplantar el papel toilet, que las primeras semanas de enero de 2013, no se conseguía por ningún lado en Caracas.
La escasez de papel higiénico comenzó a sentirse en nuestro país ya hace varios años, no era una ausencia absoluta, pero si los caraqueños estábamos acostumbrados a comprar por marca y calidad, de acuerdo a nuestros gustos y presupuesto, de hace como seis años para acá, la marca obligada del venezolano en materia de papel higiénico se convirtió en: "La que haya".
El Gobierno para justificar semejante ausencia aseguró que no era sino síntoma del buen camino por el que anda esta Patria Nueva ya que la capacidad de consumo ha aumentado, por ende cierta escasez de productos tan variados como el papel higiénico.
Princesa después de todo, acostumbrada a la suavidad del papel Sutil, en una ocasión le pregunté a un familiar vinculado con la industria papelera si el oficialismo tenía razón y el nivel de consumo en nuestro país había subido considerablemente y ese era el motivo de tan engorrosa escasez.
El primo me contestó que en efecto el nivel de consumo había aumentado, y además había que tomar en cuenta que en Venezuela, sobre todo en Caracas, la población creció mucho en diez años.
Cómo no preguntar lo que parecería obvio en cualquier país industrializado: "Entonces si hay mayor demanda ¿por qué no aumentar la producción?".
El primo me contestó que por la sencilla razón de que en esta V República quién sería el loco de hacer una enorme inversión industrial arriesgándose en un futuro cercano a ser expropiado, regulado o víctima de las leoninas leyes de trabajo que han hecho emigrar o cerrar a más de una empresa en nuestro país. Así que fabricantes de papel higiénico, como tantos otros industriales, optaban por ser cautelosos en lugar de arriesgados a la hora de invertir capital en esta economía del Socialismo del Siglo XXI.
Un par de años después de esta conversación, un decreto presidencial dio la razón a tanta cautela: el precio del papel higiénico fue regulado en Venezuela. Inamovilidad laboral, aumentos de sueldo, aguinaldos y prestaciones, aumento en costos de distribución, materia prima, maquinarias y repuestos; tendrían que afrontar los productores, pero el producto debía quedar estancado en el mismo precio por quién sabe cuánto tiempo.
No hay que ser economista para saber una regla básica de Economía: las estrictas regulaciones de precios suelen traer escasez porque no hay industrial que, por lo menos conscientemente, invierta y produzca a perdida.
El resultado es que si bien la regulación del papel higiénico pareciera una medida que agradece el bolsillo del consumidor venezolano que afronta una gran inflación en tantos otros productos, es una regulación ficticia, hoy en Venezuela un rollo de papel toilet tiene la mitad de volúmen de antes de la regulación, y un paquete de 12 rollos como los que venden en los mercados, no dura mucho más que un paquete de cuatro rollos de antaño.
Las primeras semanas del año 2013, además de la ausencia de azúcar, harina, aceite, y otros productos regulados, se notó la ausencia de papel higiénico en los anaqueles de farmacias y supermercados. Las compras nerviosas abarcaron a los Kleenex, que no están regulados. ¿Pero cuántos consumidores venezolanos pueden costearse ese lujo?
Ante semejante escasez, ¿todavía hay quienes consideran un irrespeto usar las hojas de la hoy obsoleta constitución para solventar necesidades mayores?
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