domingo, 6 de enero de 2013

El arbolito




Al mediodía del lunes 31 de diciembre Caracas parecía un pueblo fantasma, no  se veían carros en las calles ni peatones en las aceras.  La ilusión de estar en una ciudad desierta se derrumbaba apenas entrar en un automercado donde hordas de clientes batallaban por recibir el año con las alacenas de sus hogares medianamente abastecidas. Mera ilusión de las fiestas decembrinas: por ningún lado de esta desolada ciudad se encontraban productos como azúcar, aceite, harina de trigo o de maíz. Lo que si había era uvas para recibir el año nuevo. Pero de esta deliciosa fruta, que hoy se vende a más de 160 bolívares el kilo, pocos fueron los caraqueños que pudieron darse el lujo de comer una por cada mes del 2013.
Y aunque en la Caracas de hoy las grandes farmacias abren 365 días del año, el último lunes de 2012 Locatel también era un sálvese quien pueda. En la sección donde alquilan equipos médicos se encontraban un par de clientes buscando muletas. Menos mal que estas no escasean, así que mientras un señor trataba de calcular la medida de su hijo (de 1,40) de la axila a los pies, una mujer enyesada lo seguía en la cola clamando el típico: “metí la pata”. Pero no todas las emergencias eran traumatológicas, el más joven de los empleados trataba de entender lo que quería una señora: “Mira mijo, es un conector de oxígeno, déjame ver si me explico, es un “bichito” así (intentó dibujarlo),  como un conito. Tengo un familiar hospitalizado y esa pieza hace falta para nebulizarlo. Me pidieron que la buscara por todos lados”. 
El dependiente no terminaba de entender a qué “bichito” se refería la señora, así que tuvo que consultar con una compañera de trabajo quien al instante supo de qué se trataba: “¡Ah sí, ya sé! La pieza a la que se refiere se llama ‘arbolito’, pero esa hace tiempo que aquí no nos llega”.  
Y por lo visto a ningún otro lado de esta desabastecida Caracas, la señora había visitado por lo menos cinco farmacias buscando el bendito arbolito, y en todas la respuesta fue la misma: “No hay”.
Arbolitos de navidad, esos sí que no faltaron en Caracas, aunque muchos se quedaron represados en el puerto de La Guaira.
Yo que andaba por ahí como quien no quiere la cosa, me atreví a intervenir con la única idea que se me ocurrió, y que por lo menos a mí, más de una vez me ha resuelto un problema: “Trate las redes sociales, señora, seguro que sus hijos o sobrinos por Facebook o Twitter le consiguen el arbolito”.
Lancé esa precaria idea porque no pude dejar de pensar en la cantidad de veces que en años recientes he visitado distintas farmacias con diferentes emergencias, y la respuesta del farmaceuta, entre apenada y resignada, ha sido: “No hay, y ni  se moleste en buscar porque no se consigue”.
Por eso en la actual Venezuela ya no es falta de educación adelantarse en las colas de las farmacias preguntando si se tienen los medicamentos que se andan buscando, para no perder tiempo por un  artículo que está agotado o desaparecido.
A veces –con la ayuda del farmaceuta o una rápida llamada al médico tratante- una se las arregla y consigue medicamentos similares, pero otras veces, como el caso de la señora que buscaba ese indispensable arbolito un 31 de diciembre, son momentos de gran angustia, como cuando faltan tratamientos para la diálisis o para batallar un cáncer.
No hay que ser paranoico ni enemigo del régimen para sentir que si ni siquiera en las clínicas y hospitales se encuentran medicamentos o equipos indispensables, qué nos queda a los venezolanos a la hora de enfrentar  una emergencia médica.

Artículo publicado en El Nacional el sábado 5 de enero de 2013. 

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