La culpa la tiene el Imperio, de tanto ver The West Wing tengo una idea preconcebida de lo que debería ser un gobierno ideal, aún cuando solo existía en el imaginario de Aaron Sorkin, quien durante los años de mando de George W. Bush creó un gobierno paralelo en la tv, demócrata en lugar de republicano, en el que Josiah "Jed" Bartlet era el presidente ecuánime con el que muchos soñamos.
Sin embargo el presidente Bartlet no era perfecto, su mayor error (o pecadillo político) fue haber sido electo presidente de los Estados Unidos ocultando que sufría Esclerosis Múltiple, enfermedad degenerativa que en su caso se manifestaba en esporádicos ataques, pero que era una bomba de tiempo porque en cualquier momento podría coger fuerza imposibilitándolo para ejercer la presidencia. A mitad de serie se descubre el mal del presidente, quienes dan el pitazo son sus fieles colaboradores en el ala oeste de la Casa Blanca, sabiendo que de no develar la enfermedad eran cómplices de perjurio porque el pueblo norteamericano tenía derecho de estar informado de los problemas de salud de su presidente. Al diablo la privacidad del enfermo, no se trataba de un John Doe cualquiera sino del hombre en cuyas manos estaba el timón del país.
Cómo no recordar esos capítulos de la serie de Sorkin en momentos en los que el presidente de Venezuela convalece en Cuba desde hace 44 días sin más parte médica que los escuetos reportes que dan Ernesto Villegas, el actual Ministro de Información, y Nicolás Maduro, el actual vicepresidente y heredero ungido en la última aparición pública del presidente Chávez.
Los venezolanos con el cuento de que hay que respetar la privacidad del enfermo no tenemos diagnóstico del mal que aqueja a nuestro presidente más allá de "Un tumor en la zona pélvica" o "Complicaciones post-operatorias". Ningún médico autorizado se ha parado frente a las cámaras a explicarle a la opinión pública el alcance de la enfermedad del hombre que el pasado mes de octubre fue reelecto por seis años más para llevar las riendas de Venezuela.
Algo está podrido en la República Bolivariana de Venezuela, y no es un mal chiste de Willy Colón, la enfermedad del Presidente no ha hecho sino develar que vivir en democracia es mucho más que ganar elecciones, vivir en Democracia es respetar las normas del juego escritas en la Constitución y tener confianza en la independencia de los poderes públicos que garanticen un juego limpio.
¿Dónde comienzan los abusos en torno a la enfermedad del Presidente? Para empezar en que no hubo poder (ni la Asamblea Nacional, ni el Consejo Nacional Electoral, ni el Tribunal Supremo de Justicia) que antes de lanzarse Hugo Chávez a unas nuevas elecciones -a los pocos meses de haber confesado publicamente sufrir de un misterioso cáncer en la zona pélvica- le dijera al presidente candidato: "Espérese un momentico, antes de lanzarse hace falta serle claro al país con respecto a su enfermedad" y exigir un debido y confiable parte médico que fuera más allá de la palabra del Candidato de que el mal rato había sido superado. Alabado sea Dios.
O puede que algunos si contaban con ese parte médico porque el Consejo Nacional Electoral decidió adelantar las elecciones presidenciales para octubre 2012, quizás de manera no tan casual, porque desde principios de Diciembre, fecha aproximada en la que se suelen realizar las elecciones presidenciales en Venezuela, el presidente reelecto convalece en La Habana sin una fotico, siquiera una llamada telefónica que de fé de vida.
Ahí es donde entran nuestros distinguidos asambleístas y los no menos distinguidos miembros del Tribunal Supremo de Justicia: el 10 de enero de 2013, fecha de juramentación del presidente reelecto, sin más noticias de él que lo que dicen sus sigüís, que van y vienen de La Habana como la corte de Gómez iba y venía de Maracay; tanto el ala oficialista de la Asamblea -sin disidencia alguna- como el Tribunal Supremo de Justicia, deciden estirar la arruga dictaminando que el presidente ausente no está ausente hasta que no se determine lo contrario pero puede estar ausente por el tiempo que sea.
A quienes nos sentimos en una Dictadura, sin poder público que nos defienda, de manos atadas en esta Venezuela donde hoy el insulto prevalece sobre la razón, nos queda vivir en el Incilio, encerrados en nuestras casas, viendo series como The West Wing, ni soñar hacerlas, porque una telenovela de denuncia como fue Por estas calles en la IV República, en esta Revolución se pagaría con el cierre de la emisora y probablemente la cárcel.
1 comentario:
Muy bueno.
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