Tras más de un mes consagrados a Escobar: el Patrón del Mal, hasta que por fin lo terminamos. 113 capítulos, la mayoría de media hora, pueden ser demasiado cuando vienen cargados de violencia, por lo menos para mi lo fue, suficiente violencia con la que nos enfrentamos a diario en Venezuela. Más o menos como en el capítulo 62 me cansé de tanta berraquera, de tanta sangre y dolor, de ser testigo desde la comodidad de mi televisor de la ambición desmedida de un hombre que siente que sobre él solo puede estar el Papa, y al que se le atraviese, tarde o temprano, terminará pagándola. Y que no se le atravesara el Papa, porque se lo volaba.
No fue que dejé de ver esta novela que tiene como protagonista al más sanguinario de los narcotraficantes en Colombia, pero la veía de a ratos mientras mi marido -como todo un varón- saboreaba el ascenso del patrón de Medellín cual Macbeth, Thane de Glamis, dominando Escocia. Regresé con seriedad a los últimos 10 capítulos cuando Escobar, a punto de ser vencido por su propia maldad y soberbia, pierde las riendas del sangriento poder hasta terminar acorralado en los techos de Medellín, no sabemos si por un hombre no nacido del vientre humano.
Excelente producción que narra una historia que sumió a Colombia en el horror que los mayores de treinta años recordamos. Destacadas actuaciones de los actores interpretando a los personajes principales, e irregular el elenco secundario, sobresaliendo, además de Andrés Parra en el papel del Patrón, Linda Lucía Callejas como su madre, doña Hermilda.
El Patrón del Mal fue transmitida en Colombia por la cadena Caracol de mayo a noviembre de 2012, en Venezuela, muchos la han bajado por Internet, o la han conseguido por los caminos verdes en quemaíto. Todavía no se consigue ni por I Tunes ni por Amazon
Tras el último capítulo una de las sensaciones que me quedó fue que los personajes femeninos tenían más matices que los masculinos, a lo largo de los 113 capítulos desfilaron todo tipo de mujeres: la periodista inquisidora, la dulce e incondicional esposa que prefiere hacerse la sueca ante tanta maldad, la madre que primero alimenta la berraquería del hijo y después trata de detenerla, la narcotraficante en Miami, la viuda que asume el control de un periódico considerado objetivo del narcotráfico, la glamorosa mujer de televisión que juega con candela relacionándose con el enemigo público número uno, la fiel prostituta, la "mona" que se niega a abortar, la juez incorruptible, la periodista que busca la noticia más allá de lo que dicta la prudencia, la madre desesperada que intenta lograr empatía con el Escobar padre de familia, las viejitas culpables de tener un hermano que traicionó al patrón.
En cambio los hombres en la serie se dividieron en dos grupos fundamentales: "los bandidos" y los "legales". El grupo de los bandidos encabezado por el bandido mayor, Pablo Escobar, ladino, astuto, populachero, rencoroso, soberbio, cuyo único punto débil fue el gran amor que profesó a su familia. El primo Gonzalo parecía más bonachón, pero no le temblaba el pulso para acabar ni con una solidaria viejita si hacía falta; Peluche, el hermano timorato que termina tan berraco como los demás soldados del mal. Simpáticos, pero malos y asesinos también muestra la serie de Caracol a los otros capos del Cartel de Medellín: El Mariachi (Rodríguez Gacha) Marcos Gerber (Carlos Lehder), los hermanos Moncloa (Ochoa). Y los incondicionales soldados del Patrón: El Chili, El Topo, Marino, Caín, Candanga: guerra es guerra y no hay que tener contemplaciones con el enemigo.
Los "legales" son los personajes de esta historia que no dudaron en arriesgar sus vidas para que el baño de sangre del Cartel de Medellín tuviera un fin. Hombres valientes e incorruptibles, que pusieron en juego su seguridad y las de sus familias para ponerle freno al Patrón. Mártires como Guillermo Cano, Luis Carlos Galán, el ministro Lara Bonilla, tantos políticos, periodistas, policías y militares acribillados que es imposible recordarlos a todos.
Tarea difícil pero necesaria para los productores y guionistas debió ser no quitarle el lado humano a Escobar, sobre todo cuando uno de los productores es hijo de don Guillermo Cano, y así en la serie compitiendo con sus crímenes vemos la veneración de Escobar por su familia y el afecto y la camaradería con sus soldados. Digo difícil porque un hombre que causó tanto mal sin contemplaciones morales, que se jactaba de ser "militante del odio", que mientras no se saliera con la suya no habría: "hombre, ni mujer, ni niño que se sintiera seguro en Colombia", capaz de mandar a volar a un avión porque en él podría viajar un enemigo político... y aún así, tanto el Patrón del Mal como sus secuaces conquistan el afecto de los espectadores, y a pesar de espantarnos con sus crímenes y su maldad, cuando caen los soldados del narcotráfico, pero especialmente cuando cae el patrón, ya existe la empatía no con el criminal sino con el personaje, aquel a quien antes de cada vuelta, su madre encomendaba al santo Niño Jesús de Atocha.
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