El
buen doctor a quien tuve el honor de ayudar a organizar sus memorias me contaba
que en el pueblito en los Andes trujillanos donde nació en el año 1925 no había ni electricidad, ni teléfono, ni agua
corriente. Y aunque hoy nos parezca
imposible la vida en esas circunstancias, durante siglos la civilización vivió
sin luz eléctrica, ni teléfono, pero siempre necesitó tener agua cerca. Por eso
cuando se establecieron los primeros pobladores del recién bautizado San Juan,
construyeron un acueducto para acercar el cauce de un riachuelo cercano, y un
par de pozos donde todas la mañanas iban las señoras cargadas de tobos y
palanganas para abastecerse del agua de uso diario familiar. Pero había mañanas en las que las señoras se encontraban
con el agua fétida, estancada, no apta para consumo humano. Entonces el jefe
civil reunía a los hombres del pueblo y salían en grupo para encontrar el
origen de la podredumbre, que solía ser el cadáver de un animal grande atorado
en algún lado del cauce del riachuelo. De inmediato sacaban al animal que
contaminaba, pero el agua quedaba fétida durante días. El agua estancada
tardaba en limpiarse.
Esta
anécdota me vino en mente leyendo en el blog “Con Ida y vuelta” de Gabriel
Nuñez la entrada titulada “Primer año en Londres”, donde el joven comediante
narra sus peripecias con su esposa Elena Sánchez Vilela como emigrantes en
Europa. A Gabriel y a Elena no los conozco personalmente, pero desde hace
tiempo he seguido los videos que comparten por las redes sociales, y era fácil
darse cuenta de que entre la nueva camada de jóvenes comunicadores, Gabriel
y Elena eran de los mejores. Una pareja talentosa que en un país que
evoluciona, en lugar de involucionar, le estarían lloviendo generosas ofertas
de trabajo.
Pero
en Venezuela, a menos que se apueste por el sueño revolucionario y se saque un número premiado como un viceministerio, el
agua está estancada. Por eso Gabriel y Elena, como demasiados jóvenes venezolanos
estos últimos años, hicieron sus maletas para despegar de Maiquetía sin pasaje de regreso. Se
fueron a vivir a Londres, donde trabajan en los más variados oficios, ninguno
relacionado con su enorme talento como humoristas. Para eso quedan sus blogs.
Al
leer las peripecias del primer año en Londres en el blog de Gabriel, ecordé al Martín Romaña de Bryce Echenique,
viviendo en un apartamentico húmedo y frío, durmiendo en un colchón hundido,
eso sí, con mucho amor y con todo el optimismo del mundo, ya que lo más
difícil, dar el paso de emigrar, fue dado. Solo que Martin Romaña abandonó su
país huyendo de un padre fastidioso que le imponía el ejercicio del Derecho, y
Gabriel partió ahogado en lágrimas a la hora de despedirse de su familia.
La
decisión de Gabriel y Elena, por lo expuesto en sus respectivos blogs, parece
ser motivada por el mayor cáncer que hoy carcome a Venezuela: el miedo a la violencia.
Escribe Gabriel: “…pudiese ser que me toque calarme vainas de los extranjeros;
pero ellos no matan”.
Jóvenes profesionales que dejaron de tener fe en Venezuela y se van: huyen por el temor de ser víctimas de la violencia y por la escasez de buenas oportunidades profesionales. ¿Quién se atreve a contradecirlos? Gente buena y capaz como Mónica Spear, Henry Thomas Berry, mi amigo el arquitecto John Machado, y tantos otros que se atrevieron en apostar por Venezuela y terminaron siendo víctimas de esta violencia que hoy nos devora… Agua estancada, agua estancada ¿cuánto tiempo habrá de pasar para verla cristalina de nuevo?
Jóvenes profesionales que dejaron de tener fe en Venezuela y se van: huyen por el temor de ser víctimas de la violencia y por la escasez de buenas oportunidades profesionales. ¿Quién se atreve a contradecirlos? Gente buena y capaz como Mónica Spear, Henry Thomas Berry, mi amigo el arquitecto John Machado, y tantos otros que se atrevieron en apostar por Venezuela y terminaron siendo víctimas de esta violencia que hoy nos devora… Agua estancada, agua estancada ¿cuánto tiempo habrá de pasar para verla cristalina de nuevo?
Artículo en la página Web de El Nacional, porque el papel de periódico se está acabando, publicado la primera semana de febrero antes de que se desatara el febrero convulsionado que hemos vivido en este país de aguas estancadas.
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