sábado, 7 de febrero de 2015

Los huérfanos de Zapata



Al enterarme por las redes sociales de la muerte de Pedro León Zapata días antes de cumplir 86 años, supe de inmediato que le iba a dedicar su intensidad, pero después pensé que mejor no, estos homenajes póstumos suelen ser medio pavosos, todo lo contrario de lo que significaron los Zapatazos, que durante 50 años de publicación diaria hicieron que el caricaturista de El Nacional fuera considerado como el gran humorista venezolano durante varias generaciones.
Esta mañana me desperté con algo parecido al remordimiento: ¿Cómo era posible que con un blog llamado Evitando Intensidades, se me ocurriera pasar por alto la muerte de Pedro León Zapata? Cuando si alguien fue el gran maestro de la evasión de intensidades en nuestro sufrido país fue precisamente Zapata, entendiéndose evitar intensidades no como esconderse en temas frívolos, sino enfrentarse a los temas intensos bajándole dos al melodrama, humor de por medio.  
Y así durante cincuenta años pasamos en Venezuela por terremotos y deslaves, intentos de golpe de estado, crisis económicas, devaluaciones, todo tipo de escasez, violencia sin freno, represión, militarismo en auge, corrupción impune... tantas intensidades capaces de ocasionarnos múltiples desvelos a millones de venezolanos, pero sabiendo que nos quedaba el consuelo que así como saldría el sol todas las mañanas por más terrible que fuera el momento, diariamente encontraríamos en la página editorial de El Nacional un Zapatazo que tomaría el pulso moral de esta Venezuela de nuestros tormentos. 
Se habla de la generación de alumnos de Zapata, caricaturistas que se nutrieron de los Zapatazos, que sin ser mejores, son tan geniales como el maestro. Distan de ser los únicos huérfanos, con su muerte Pedro León Zapata también deja un gran vacío en varias generaciones de escritores y de humoristas que nos nutríamos como vampiros de su ración diaria de humor y de dolor de país, además de aquellos miles de venezolanos que ayer quedaron huérfanos sin ser artistas, humoristas o escritores, simplemente porque se acostumbraron a desayunar buscando el Zapatazo. Una manera de leer a Venezuela.  
Me declaro una de las huérfanas no reconocidas de Zapata, tratando de absorber y aprender de su capacidad de síntesis para describir un momento, un país, un sentimiento, apenas con un dibujo y una frase, con justa la dosis de humor requerida en una caricatura, aunque el humor se alimentara del intenso dolor de una Venezuela que se nos volvió en tragicomedia.  
¿Cómo no sentir admiración, respeto y hasta envidia por un talento como el de Zapata, y de los caricaturistas actuales? Por ejemplo, homenajes parecidos a este que a cualquier escritor le toma miles de caracteres para expresar con justicia los honores del muerto -Adriano Gonzalez León, Salvador Garmendia, Isaac Chocrón para nombrar algunos de los que coincidí con Zapata-, homenajes escritos en los que es imposible no caer en unas cuantas intensidades y las inevitables anécdotas personales; por más que nos fajemos y por más diestra que sea nuestra prosa sabemos que quedaremos cortos en comparación con los homenajes de los caricaturistas que con un trazo y si acaso una frase, condensan todo y más de lo que quisimos expresar en nuestro texto. 
A nivel personal a Zapata lo conocí poco, si acaso lo habré visto una decena de veces, ni una anécdota personal que valga la pena mencionar así que se salvaron, pero como cientos de miles de venezolanos Zapata era una constante en mi vida porque desde la adolescencia me acostumbré a buscar el Zapatazos de El Nacional todas las mañanas con el café con leche. Celebro su larga y productiva vida, no es poco cinco décadas nutriéndonos de su humor y dolor, solo lamento que Pedro León Zapata se haya tenido que ir sin ver el final de este funesto capítulo de nuestra historia, a la que en sus Zapatazos dio guerra sin cuartel. 
Hoy comenzó una nueva era, la era en la que en Venezuela amanecimos sin encontrar en El Nacional los Zapatazos, nos queda a sus herederos continuar en la lucha contra las intensidades en un país cada vez más intenso.
No claudicar al humor y a la denuncia es el gran legado que nos deja el maestro Zapata.

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