miércoles, 18 de febrero de 2015

Por qué Leopoldo López sigue "privado de libertad"


Como miles de caraqueños, hoy hace un año me concentré en los alrededores de la Plaza Brión en Chacaíto para acompañar a Leopoldo López a entregarse a la justicia venezolana acusado del delito de incitar a la rebelión. No soy Leopoldista, ni siquiera estaba de acuerdo con #lasalida, pero me sentí con el deber de apoyar a este ya no tan joven político que al entregarse a una Fiscalía arbitraria se las estaba jugando en un país donde la única justicia posible es la que viene dictada desde el poder. 
Un año después, dice su esposa, Lilian Tintori, que entregarse era la única opción para Leopoldo, pasar a la clandestinidad habría representado un gran riesgo para él y para su familia, y López se negaba a huir a un exilio que habría sido una forma de muerte en vida. 
No veo ninguna deshonra en el exilio forzado por la tiranía, Rómulo Betancourt vivió años entre el exilio y la clandestinidad y nadie negaría que fue el gran líder de la lucha democrática venezolana del siglo XX. Pero López decidió afrontar la justicia chavista (que sabemos que en esta Venezuela la balanza de esa señora ciega solo se inclina para el lado de los intereses oficialistas) quizás para no sufrir una muerte política como la de tantos líderes de la oposición contemporánea que se esfumaron en el exilio. 
O quizás confiando que todavía en Venezuela quedaría un ápice de justicia, aunque fuera por temor a la evidente arbitrariedad que su encarcelamiento representaría ante los ojos del mundo. 
La entrega y la posterior saga de los malos tratos a Lopez en la cárcel militar de Ramo Verde han sido acusadas de noveleras, no se puede negar que en esta historia, como en todo buen melodrama, hay una fotogénica pareja protagonista enfrentándose a fuerzas antagónicas de una maldad encomiable. Unos malos casi de comiquita. Por eso cuesta entender la torpeza de este gobierno de mantener preso, o como dicen hoy en día en la neolengua chavista "privado de libertad", al líder de Voluntad Popular, de negarle las visitas que en otros tiempos no se le habrían negado a un detenido por insurrección como Hugo Chávez Frías, de retrasar una y otra vez su juicio, de insistir en confiar en las principales pruebas de la Fiscalía en un par de análisis Lingüísticos de un supuesto "mensaje de odio" de López para incitar a la rebelión, sin más pruebas concretas en su contra. 
No entiendo, por Dios que no entiendo, la necesidad del Madurismo de convertir a Leopoldo López en una especie de mártir de la disidencia, sin importarles un bledo quedar desenmascarados internacionalmente como un gobierno opresor. 
Lo único que puedo pensar ante tanta arbitrariedad es que muerto Chávez y electo Maduro como su sucesor, ante el caos de país heredado, entre varios caminos posibles Maduro eligió complacer a los chavistas radicales, esos que gritan que mano dura contra quienes amenacen el sueño revolucionario, que la revolución se defiende por las buenas o por las malas, que no hay alternativa posible al chavismo. A Maduro ya no le importa conservar un mínimo de pudor democrático, ahora lo que importa es el parapeto de la lealtad a toda costa del proceso cívico-militar revolucionario que hoy él preside y que ya tiene más de cinco lustros al poder, y como la economía ya no da para "Mi casa bien equipada" y otras dádivas gobierneras, ni siquiera para mantener medianamente surtidos farmacias y supermercados, hay que garantizar opositores presos señalados como "enemigos de la patria", inventar conatos de golpe de estado, cerrar el cerco a los medios de comunicación social, censura, cadenas y más cadenas,  amenazas y chistes groseros y prepotentes indignos de cualquier figura presidencial.
Nerón tocando la lira viendo a Roma arder. Muerto Chávez la revolución seguirá, aunque solo quede polvo y escombros.  
Por eso Leopoldo López está preso y amenazas contra líderes de la oposición como Julio Borges y María Corina Machado siguen pendientes, así como en las últimas semanas fueron privados de libertad varios empresarios negándoles sus derechos más básicos siendo expropiados parte de sus bienes para repartirlos como un botín ante una economía de estado nefasta. Así como la mayoría de los medios de comunicación social más importantes del país tienen nuevos y misteriosos propietarios que se pliegan sin vergüenza al régimen, mientras lo poco que queda de los medios disidentes está asfixiado por la censura y la dificultad para conseguir divisas para importar papel.
Maduro ya ni guarda las apariencias demócratas ni habla con pajaritos ni regala neveras, prefiere amenazar en cadena nacional con la misma arrogancia e impunidad con la que don Pablo Escobar Gaviria en la novela El Patrón del Mal, amenazaba a quien se le cruzara por delante, solo le falta el cuadernito negro y el lapicito para ir anotando nombres no se le  vaya a olvidar alguien. En el caso de Maduro, las amenazas cruzan fronteras incluyendo multinacionales que han visto su capital en Venezuela dramáticamente devaluado, y la prensa extranjera que ose criticar a la noble lucha revolucionaria. 
Amenazas, amenazas, represión, represión, grito y grita, jactarse de incultura y patanería, ese es el camino que tomó Nicolás Maduro para sostener a una revolución fracasada que principalmente se sustenta porque el verdadero poder está en manos militares con demasiados intereses económicos y penales que defender.
 Y mientras se pueda López seguirá preso, porque aquí no hay contra poder, y Maduro seguirá empujando a Venezuela al abismo más oscuro con tal de no tomar medidas necesarias para levantar una economía fracasada, mientras en el mundo somos vistos con estupor como unos de los derrumbes más estrepitosos de lo que alguna vez fue un país con todo para ser feliz.

No hay comentarios: