lunes, 20 de abril de 2015

De cómo esta caraqueñita llegó al Salto Ángel


Pensaba que me iba a quedar como la viejita de Up, que moriría sin cumplir el sueño de conocer el Salto Ángel en  Canaima, que según los libros de geografía es el salto de agua más alto del mundo, y según los de viaje, uno de los destinos obligados para cualquier viajero que se respete. 
A pesar de que esos mismos libros de viaje y de geografía ubican a Canaima al sur de Venezuela, y Venezuela dista de ser un país tan grande como Brasil, la mayoría de los venezolanos asumimos que visitar este privilegiado parque nacional considerado desde el año 1994 por la Unesco como patrimonio de la humanidad, tiene una logística casi tan complicada como viajar al Salto Victoria entre Zambia y Zimbabue, porque Canaima es turismo a tarifa internacional, sin dólar de viajero Cadivi, y salvo el costo del pasaje a Puerto Ordaz -que los vuelos nacionales siguen teniendo tarifa de gallina flaca-, la estadía en bolívares multiplicada por su valor al dólar libre, y por la cantidad de miembros de una familia, es elevada para la golpeada economía de cualquier familia venezolana.
También debo confesar que soy más de destinos urbanos que de comunión con la naturaleza, a diferencia de tantos turistas europeos que entre un universo de opciones alrededor del mundo, no dudan en escoger Canaima como opción para sus vacaciones familiares. 
Pero ya sabemos lo complicado y costoso que se nos volvió a los venezolanos salir de Venezuela, un poco por eso, y también animada por unos amigos, descubrí que viajar a Canaima era mucho más fácil que amarrar la casa de globos de helio como sugiere la película de Pixar: con llamar con tiempo a una de las posadas recomendadas de la zona, y calcular el paquete que acomode nuestro presupuesto, hasta los hoy devaluados venezolanos podemos visitar ese destino tan cotizado por los viajeros del mundo entero. 
Y cuando digo con tiempo me refiero a meses de anticipación, el viaje lo planeamos tres familias amigas para Semana Santa 2015, en total dieciséis personas. Nuestra primera opción era Wakú Lodge, que tiene fama de ser la posada de mayor lujo de Canaima, nos pasaron el dato que tomaban reservaciones a partir enero. Cuando llamamos la primera semana del año, solo una de las familias amigas logró entrar en lista de espera, las demás ni siquiera. Optamos por la que dicen es la segunda posada más solicitada de la zona, y a precio más solidario que Wakú: Ucaima, también conocida como "el campamento de Jungle Rudy". 
Ignorante de mi, asumí que Rudy sería nuestro gentil anfitrión sin saber que Rudolph Truffino era el hijo de una familia europea multimillonaria, quien en el año 1956, junto con su esposa y tres pequeñas hijas, fundó Ucaima siendo precursor en explorar el potencial turístico de la zona respetando el medio ambiente.
Muchos amigos no podían creer que el campamento de Jungle Rudy sigue en pie, lo visitaron de niños con sus padres, y por su sencillez imagino que poco habrá cambiado desde entonces, más allá que hoy tiene WiFi en la zona del bar, que prometen agua caliente en los cuartos (pero no enchufan los calentadores), y que de la familia Truffino en Ucaima solo queda una de las hijas de Rudy quien se encarga de recibir a sus huéspedes en el aeropuerto de Canaima para trasladarlos en un pequeño autobús hasta un punto del río Carrao donde embarcar la rústica curiara que lleva al campamento. 
A quien guste merodear, podrá toparse con la tumba de Rudy entre la flora de Ucaima. 
El vuelo Caracas-Puerto Ordaz despegó al amanecer, en Puerto Ordaz me enteré que no llegaríamos a Canaima en un pequeño avión de pasajeros, como pensábamos, sino divididos por familia en tres avionetas. Y yo que le tengo pánico a las avionetas, tenía 25 años que no me montaba en una, esa era otra de las razones por las cuales tardé tanto en visitar Canaima. Tomé un ansiolítico antes de despegar el monomotor y gracias al buen tiempo, logré disfrutar el viaje de poco más de una hora que sobrevuela ríos, tepuyes y selva adentro. 
Al mediodía ya estábamos en tierra firme en el campamento Ucaima donde fuimos recibidos con collares de peonías y cocktail de bienvenida. 
Uno de los temas que me preocupaba era el de las comidas, me gusta comer completo tres veces al día. En ese aspecto Ucaima superó las expectativas: nos sirvieron los tres golpes (incluidos en el paquete) que constaron de comida sencilla pero muy sabrosa, bien balanceada, sopa incluida. Esta gordita no pasó hambre, más bien reiteró el placer de comer carne en vara. Eso sí, dateados de antemano, para las excursiones llevamos galletas y chucherías para los muchachos, aunque los guías repartían caramelos para que a nadie le faltara energía. 
Un detalle especial del viaje fue que el cumpleaños de mi hija Camila cayó ese viernes santo, tras avisarlo en Ucaima, encargaron una exquisita torta en el pueblo de Canaima que ya quisieran ofrecer en cualquier pastelería de Caracas. 
En cuanto a las bebidas espirituosas, no están incluidas en el paquete turístico, podías llevar tus propias botellas sumando 50 % de descorche con respecto al precio que tuviera una botella similar en el bar del campamento. Los precios de los tragos en bolívares son altos. Para quienes calculan en dólares, no tanto. Ucaima cuenta con un bar bien surtido con una correcta cava de vinos, cuando no estábamos de excursión, ahí nos encontrábamos los huéspedes cual viciosos de la tecnología, trago en mano, pegados al WiFi para montar en Instagram las fotos del día. En los atardeceres, al llegar tras las diversas excursiones, se agradecía ser recibidos en el bar con galletas, café y chocolate caliente, obsequio de la casa. 
Esta Semana Santa 2015 tuvimos suerte en tantos sentidos: a las tres familias amigas se nos unió una cuarta familia y pasamos de ser el "Grupo de los 16", como originalmente nos llamaban los guías de Ucaima, al "grupo de los 20". Éramos las familias venezolanas que ocupamos la mitad de la capacidad del campamento, además de un número similar de parejas y de familias de diversas nacionalidades que eran recibidas en Ucaima izando la bandera de su país de origen.
Tuvimos tanta suerte que durante nuestra estadía -de miércoles a domingo de Semana Santa- nos tocaron días azules pero frescos, no fuimos fustigados por la plaga, la luna llena parecía un farol que reflejaba plateados los tepuyes frente al río Carrao, pero el mayor golpe de suerte fue que llovió justo la noche antes que llegáramos. Nos habían llamado a Caracas advirtiéndonos que probablemente el viaje en curiara para pasar la noche frente al Salto Ángel no se podría hacer porque el río estaba casi seco y en esas condiciones imposible navegar.  
Una lluvia repentina fue suficiente para llenar el caudal justo lo necesario para nuestra navegación. Según los guías, desde febrero no habían podido llevar turistas a pasar la noche frente al Salto Ángel, paseo que toma como cuatro horas en curiara con diversas paradas, siendo la excursión estrella en cualquier paquete turístico en Canaima
Quienes quisieran ver el salto de agua más grande del mundo, tenían que hacerlo en avioneta, representando un gasto (y en mi caso, un susto) adicional. Afortunadamente no fue nuestro caso, pero si de quienes pretendieron navegar un día después que nosotros, porque el río se volvió a secar. 
El verano no nos permitió ver el salto en todo su esplendor, apenas una llovizna, pero pudimos bañarnos en la helada laguna donde desemboca el torrente del salto. La excursión para llegar a esta laguna es de aproximadamente hora y media subiendo entre rocas y raíces, ya no con zapatos de agua sino con zapatos de goma (los guías la hacen descalzos) y está desaconsejada para niños menores de seis años y adultos mayores o con problemas de salud. De nuestro grupo, que incluyó dos niños de 8 y 11 años, una amiga recién operada, y otro que veía doble por un problema muscular en un ojo; yo fui el eslabón más débil, siempre la última en llegar a las metas. 
Pero lo logré, si yo llego, cualquiera con escasa capacidad física puede llegar.
Sin embargo si me preguntan dejaría a los más viejitos y a los nenés en casa, o por lo menos evitaría las excursiones con algún nivel de dificultad para ellos, aunque en el campamento nos encontramos con parejas europeas que viajaban con sus bebés y los llevaban a todas las excursiones, previa firma de carta asumiendo responsabilidad. 
Otra de las gratas sorpresas en este viaje fue el nivel de profesionalismo que encontramos en Ucaima, que imagino debe reflejarse en la mayoría de las buenas posadas de la zona. Ángel y Marcos, los guías pemones que nos tocó al grupo de los 20, al principio podían parecer un tanto secos y hasta antipáticos, quizás para que grupos grandes como el de nosotros no se les fuera de la mano con el típico bochinche venezolano, pero a medida que iban conociendo al grupo se dejaban colar,  sin que en algún momento perdieran su profesionalismo, y al decir profesionalismo me refiero al cuidado del turista: por primera vez en muchos años, más allá de las avionetas a las que le tengo pánico, me sentí segura en Venezuela, no solo porque Canaima, a diferencia de los llanos y otras zonas del país, no parece estar contaminada todavía de la inseguridad que reina impune en el resto de Venezuela (aunque recientemente sucedió un asalto masivo en el parque de La Llovizna)  también por el esmero en mantener la seguridad en las excursiones, un guía adelante y otro atrás para que hasta los eslabones más torpes como yo, llegaran con bien a su destino.
Algunas de las fotos tomadas en este viaje las compartí por las redes sociales, y me di cuenta que no estaba sola en eso de sentir que me iba a quedar como la viejita de Up sin llegar a conocer a Canaima, muchos amigos al ver las fotos de nuestras vacaciones de Semana Santa sintieron que llegar a este destino como que era más fácil de lo que los caraqueños imaginamos. Tantos panas me han preguntado por datos y detalles, que decidí redactar esta entrada turística. Venezuela distará de ser el destino más chévere pero hay que rescatar lo mejor del país, sin duda Canaima encabeza la lista. 

 Aquí el link a Ucaima para los interesados.

1 comentario:

M Sucre dijo...

Muy gráfica la descripción y útil. Yo soy una de las que tiene el plan de volver. Gracias!