martes, 19 de diciembre de 2017

El cambio tiene que llegar (pero cuándo)


¿Quién en su sano juicio que no fuera alto enchufado a la teta chavista podía estar conforme con el status quo de un país donde los niños se mueren de hambre y los viejos, y no tan viejos, mueren ante la falta de medicamentos?
Cientos de miles de venezolanos marchamos casi a diario durante cuatro agitados meses a pesar de que las fuerzas del Estado lejos de amilanarse ante el descontento, se ensañaban más, por eso, por lo menos yo, quizás no tenía mucha fe en que los militares se fueran a voltear porque son parte interesada de la Dictadura, pero, ¿qué venezolano de a pie podía sentirse conforme con ver a Venezuela convertida en el país más miserable de America Latina, y uno de los más miserables del mundo?
Por eso si con algo contaba era con el apoyo popular... y un cambio tendría que llegar... pero caramba, cómo tardaba ese cambio en ocurrir.
Una lluviosa tarde de julio, días antes de que las brujas del CNE impusieran la constituyente, en los momentos más intensos de la represión, cuando pensaba que el gobierno no podía estar más acorralado por el descontento popular, oí casualmente una conversa en el mercado de mi vecindario que me hizo caer la locha que hay a quienes les importaba un rábano estar en manos de un narcoestado, y quizás en parte por eso tendríamos Dictadura para rato.
Muchos saben cual es el mercado de mi vecindario, compran ahí y lo mío no es alimentar rencores, por eso llamaremos al deslenguado Juan Bimba, quien opinaba a voz en cuello, sin importarle que muchos de sus clientes eran de los no se perdían una marcha ni una concentración:
"Hasta que llegue uno de esos locos, como en los países árabes, tire una bomba, y ese poco de muertos, eso es lo que va terminar pasando".
Como doña metiche intervine en la conversación:
"¡Zape, ni dios lo quiera!".
El señor Bimba lejos de amilanarse, insistió:
"Es lo que hace falta, un poco de muertos, y esto se termina de acabar de una vez".
Para ser sincera este tipo de comentarios lo he oído también de la oposición, bastante que he leído en Facebook -sobre todo de quienes hoy viven a miles de kilómetros de Venezuela- que hasta que no haya "un poco de muertos", aquí no va pasar nada, así que no sabía mucho a que se refería el señor Bimba. 
Imaginé por dónde venían los tiros cuando concluyó: "Que se acabe como tenga que acabarse pero que lo dejen a uno trabajar en paz".
En ese instante pasé de ser la afable doñita a la escuálida a quien le tiembla la voz de la rabia: mientras cientos de miles de venezolanos nos estábamos jugando la vida en la calle para recuperar la Democracia en nuestro país, cuántos venezolanos como el señor Bimba se incomodaban por semejante lucha. Por eso insistí:
"¿Y qué hacemos? ¿Le terminamos de entregar el país a los militares?" .
"Con tal de que nos dejen trabajar en paz, si".
Antes de pasar al modo cuaima, preferí dejar de discutir, era cómo si me hubiese propinado un golpe en el esternón, me faltaba el aliento, tras casi cuatro meses guerreando me di cuenta que por lo visto algunos venezolanos como el señor Bimba les importaba un cuerno la ruptura del hilo constitucional, la represión, la escasez, la inflación, los treinta y ocho muchachos muertos, lo que que querían era regresar a cierta cotidianidad, a vivir en mansedumbre revolucionaria.
Dejé el carrito de compras a un lado y me marché dando tumbos, ¿qué mas se podía decir? En uno de los pasillos vacíos de productos me encontré con un vecino, viejo amigo de mis tíos, casi me le guindé a llorar contándole mi conversación, asombrada de que hubiese quien aspirara a una masacre con tal de que se acabara el fastidio de la protestadera que supuestamente tenía paralizado al país.
El vecino me consoló como pudo, me dijo que no le hiciera caso, que por supuesto todavía quedaban muchos creyentes en el culto revolucionario, eso no quería decir que eran mayoría, que ya vería yo como pronto saldríamos de esta tiranía, era irreversible el deseo de cambio, y que constituyente ni que constituyente, de ningún modo la constituyente iría, no tenían con qué, no me podía dejar deprimir por un fanático. Que si de algo podíamos estar seguros los venezolanos demócratas, es que somos mayoría.
Y todavía creo que los venezolanos demócratas somos mayoría, pero bajo el yugo militar y con todos los poderes secuestrados es difícil demostrarlo, seis meses después ante el aplastante triunfo chavista en las elecciones municipales es lógico preguntarse: ¿acaso hay manera de ganar una elección en Dictadura?

Lo último que supe del vecino optimista, es que está próximo a emigrar de Venezuela.

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Feliz navidad ,y que el año 2018 regrese la esperanza a nuestro sufrido país.

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