sábado, 12 de enero de 2008

Con real y medio fuertes


- Todavía ningún cliente se me ha puesto “Popy” con el cambio- comentaba la cajera de un supermercado dándome el vuelto entre bolívares viejos y bolívares fuertes. Ante la mirada perpleja del muchacho que empaquetaba, otra cajera soltó una carcajada:
- ¡¿Popy?!¡Mija se te cayó la cédula!
Y no sólo a la ruborizada cajera se le caerá la cédula este 2008 usando palabras que pensábamos obsoletas(en su caso nombrando al famoso payaso de RCTV de las décadas 70 y 80), a todos los venezolanos mayores de treinta años se nos removerá el calendario a punta de viejos vocablos dignos de los libros de Ángel Rosenblat, porque con la reconversión del bolívar regresarán palabras que hace tiempo hacíamos en el olvido, y desaparecerán términos que muchos no llegamos a utilizar.
Por ejemplo adiós “mandarina” para referirnos al billete de 50 mil bolívares, al quitarle tres ceros el codiciado cítrico de papel también cambió de color: el nuevo billete de 50 bolívares fuerte es de la tonalidad de un limón. Aunque la mandarina criolla no desapareció -por ahora- tan sólo fue degradada a billete de 5 bolívares fuertes. En el 2008 ni una arepa con queso blanco compraremos con una mandarina F, aunque ya la están llamando “cachicamo” por el animal que engalana su reverso.
Además de los billetes de dos, cinco, diez, veinte, cincuenta y cien bolívares que regresan, los economistas que prometieron fortalecer la moneda venezolana quitándole tres ceros aseguran que pronto usaremos las monedas antiguamente conocidas como “puyas” (0.05 céntimos de bolívar), lochas (0.125 céntimos), medios (0.25 céntimos) y reales (0.50 céntimos). Pero si los niños de los años 70 comprábamos un caramelo con una puya, un Toronto a locha, un Pepín con medio, y un cargamento de chupetas martillos con un real; los niños del 2008 que pretendan pagar en la cantina con las “nuevas viejas” monedas se darán cuenta que aunque el bolívar fuerte tenga tres ceros menos, es imposible meterse en el túnel del tiempo de la economía y lograr que la merienda vuelva a estar a locha. Por más que el Gobierno trate de maquillar al bolívar, la matemática doméstica no da: en el 2008 con real y medio fuertes ni se compran una vaca, ni un cochino, ni una pava, ni alcanza para una merienda escolar.
“Millonario” es uno de los adjetivos que se revalorizarán con el bolívar fuerte. Antes de los años 80 ser millonario describía a alguien muy rico, pocos alcanzaban amasar semejante fortuna en Venezuela ni tampoco hacía falta para vivir mejor que un rey: un carro nuevo podía valer 30 mil bolívares, una pareja comía espléndido en un restaurante de carne por menos de un “marrón” (100 bolívares), y con 5 bolívares se iba al cine. Casi 30 años después, en el 2007, cualquier venezolano con sueldo millonario se sentía arruinado conciliando alquiler y mercado con algún gasto imprevisto.
Con la llegada del 2008, miles de venezolanos automáticamente dejamos de ser millonarios, las mandarinas ya no se cotizan alto, una pareja a duras penas comería una parrilla compartida sin contornos con un nuevo marrón, y visitando cualquier mercado pareciera que no solo hubo una reconversión de la moneda sino también una obvia escalada en los precios; pero bienvenidos los nuevos limones, marrones, cachicamos y demás bolívares fuertes si logran el milagro de detener los males imbatibles de la economía del 2007: la escasez y la inflación.
Aunque después de hacer ese primer mercado del año, me atrevería a pronosticar que no.

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