viernes, 29 de febrero de 2008
Librerías RIP
El sábado 12 de mayo, el librero Ángel García envió un email a amigos y clientes de la librería Monte Ávila en el Centro Cultural Teresa Carreño y en lugar de anunciar las novedades del mes o la presentación de una novela o un poemario, informaba que tras casi 14 años sirviendo como “lugar de encuentro de escritores, artistas, profesores, estudiantes y lectores en general”; la librería “del Teresa” cerró sus puertas.
Ángel no dio explicaciones, sólo manifestó la mezcla de tristeza y orgullo del equipo que llevó adelante una de las librerías más bellas de la capital.
Las razones del cierre de un templo dedicado a la Literatura en este Socialismo del siglo XXI son fáciles de imaginar: en las buenas librerías, aquellas que funcionan con libreros y no con computadoras, se siente la recesión de la oferta literaria, desvalida ante el control de cambios y los elevados precios de los libros que no son bestsellers instantáneos como los de historia ficcionada y de autoayuda.
Qué mejor ejemplo que la novela del venezolano Juan Carlos Méndez Guédez, “Una tarde con campanadas”, que a pesar de haber sido finalista en el año 2004 del premio de novela “Fernando Quiñones” en España, no ha sido distribuida en Venezuela.
La librería del “Teresa” no es la única víctima de esta recesión, Macondo, en la mezzanina del Centro Comercial Chacaito, que entre tablones repletos de libros siempre nos esperaba el librero Pedro Pérez con un guayoyo y una recomendación, cerró sus puertas la misma semana que la librería de Monte Ávila.
En Macondo solíamos disfrutar del poeta Armando Rojas Guardia disertando sobre el Quijote o poesía mística, y encontrábamos, además de novedades de calidad, obras que pensábamos desaparecidas del panorama literario nacional. Pero su cierre no extraña sabiéndola escondida en un punto de la ciudad donde en un radio de menos de cien metros cuadrados competía con Lectura, Alejandría, Kuai Mare y Nacho.
En cambio Monte Ávila estaba en un lugar privilegiado: en el corazón del que fue el centro cultural de Caracas. Ese “fue” quizás explica su clausura siendo la víctima más reciente de un gobierno que arrasa con todo aquello que no le sirva de plataforma de propaganda: ya la sala Ríos Reyna no es escenario natural de artistas como Soledad Bravo o María Teresa Chacín, sino de proyectos proselitistas; la tienda del teatro se convirtió en las oficinas de “Trabajadores de la cultura con Chávez”, y la de la Cinemateca se redujo a un híbrido artesanal.
Sabrá la revolución qué rojo destino tendrán los espacios de la que hasta el 8 de mayo fue una de las mejores librerías de Venezuela.
El rojo destino de la librería Monte Ávila fue unirse a la Red de Librerías del Sur con una oferta de libros más política que literaria.
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