Janet Kelly se despidió de sus lectores afirmando que barricadas políticas montadas tan impunemente como la de PDVSA-La Campiña son “el símbolo de la absoluta desintegración y división de la sociedad venezolana de hoy”.
Un mes después de la publicación de esta brillante crónica, la admirada analista norteamericana que hizo de Venezuela su hogar, ya no está, pero las barricadas siguen intactas.
No todos los caraqueños se hacen presa de tanta paranoia ideológica, a cuenta de qué yo no puedo cruzar una plaza, se pregunta Claudia mientras recoge su rubia melena en una trenza. Esta joven arquitecto es anfitriona de un grupo de intelectuales europeos que llegaron a Caracas a conocer nuestra experiencia urbana y a vivir de cerca una Revolución, que en los cafés de Manchester, Berlín y París, se lee de lo más romántica.
Claudia, que sufre el día a día de tanta revolución bonita, piensa que apoyar a una revolución en tierras lejanas es una cómoda y práctica manera de ser revolucionario sin sufrir sus embates, pero respeta el entusiasmo extranjero como se respeta la ilusión de los niños que esperan todas las nochebuenas la llegada del Niño Jesús, y hasta se ofrece para hacer turismo revolucionario: "¿Así que quieren conocer la ciudad y el Proceso de cerca? Pues vamos a la Plaza Bolívar".
Como tantos caraqueños no identificados con la gesta chavista, Claudia suele evitar la famosa Esquina Caliente aunque no la supone tan nefasta como la pintan, por eso a pesar de no contar con un carné que la acredite como clase media en positivo o guía turística de la Solidaridad Bolivariana, no duda en montar a los musiues en el Metro y llevarlos al corazón revolucionario para que vean las palomas, la catedral, los viejitos leyendo periódico, y a los asalariados de la Plaza espantar todo aquello que tenga tufo escuálido.
Ni palomas ni viejitos ni campanadas recibieron a Claudia y a sus huéspedes extranjeros, sólo los guardianes de la Plaza vestidos de inconfundible rojo que en tono hostil los corrieron de la zona porque catires como ellos pertenecen a la Plaza Altamira: “¿Es que acaso no te has visto en un espejo, mamita?”.
Claudia trata de defender su derecho a pasear por la Plaza Bolívar sin tener que soltar un “Viva Chávez”, mientras los musiues chavistas contemplan extasiados el espectáculo pero no se atreven a sacar la cámara digital, no la vayan a perder en esta tropical lucha de clases.
Cuando el recibimiento revolucionario sobrepasó los límites de seguridad que cualquier anfitriona aceptaría para sus invitados, Claudia, en un castellano de esos que entiende todo el mundo, sugirió a los musiues: “¡A correr!”.
Resguardados en la Catedral hasta que pasara el amedrentamiento revolucionario, Claudia le explica a los románticos turistas que fueron expulsados de la Plaza por ser extranjeros caucásicos, ustedes saben, imperialistas, entes globalizadores, neoliberales salvajes.
"¡ Superbe!" La justicia social se hizo sentir, menos mal que empujones, palos y piedras no fueron necesarios, " ¡vive le resistencia indigená!".
Y así lo contarán cuando dentro de pocos días regresen a la Comunidad Europea, donde pueden circular libremente, hay trabajo, los hospitales y el seguro social funcionan, no falta el agua ni la electricidad, y los presidentes no prometen vestidos de uniforme de campaña, en cadena nacional, mantenerse en el poder hasta más allá del 2021.
Claudia se queda en Caracas evitando las barricadas, sin agua, con los museos, los hospitales y las escuelas cayéndose a pedazos, encomendándose todos los días a la Virgen del Carmen para que no la atraquen, y ya ni siquiera con el consuelo de ver reflejadas sus miserias urbanas en una pluma tan lúcida como la de Janet Kelly.
Este artículo fue publicado en El Nacional en el año 2003 a raíz de la muerte de Janet Kelly, desde entonces la esquina caliente desapareció cuando la Asamblea se volvió monocolor, pero hace amagos de regresar ahora que la pluralidad volvió a la Asamblea. Claudia, como tantos jóvenes profesionales venezolanos, hace tiempo que emigró a la España donde nacieron sus padres, sus invitados, no sabemos si habrán vuelto a hacer turismo revolucionario.
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