sábado, 29 de octubre de 2011

La fiesta de Gonzalo



Hace un par de años, en una parrillada en casa de unos amigos, conocí a Gonzalo, o se puede decir que lo conocí oficialmente: sabía quien era él como una chica siempre sabe quienes son los chicos ultraguapos de la ciudad. En los años 80, cuando esta humilde adolescente veía entrar al veinteañero Gonzalo en Le Club, con la corbata suelta y su melena castaña despeinada porque siempre llegaba en moto, suspiraba platónicamente como si una inalcanzable estrella de cine estuviera entrando por la puerta de la discoteca en el sótano del Centro Comercial Chacaíto. Desde esos encuentros discotequeros en los que jamás nos dirigimos la palabra -dudo que él supiera quien era yo- le perdí la pista, tengo entendido que se casó y se fue a vivir al interior, hasta el mediodía en el que lo vi llegar a la parrillada en casa de mis amigos, y supe que era Gonzalo porque me lo presentaron, no habría reconocido en ese señor de guayabera azul al malandro bien que me encandilaba en Le Club. 
Gonzalo tampoco era amigo de mis amigos, su novia lo era porque es de la misma generación de nosotros, esa tarde me enteré que Gonzalo se había separado de su primera mujer y estaba saliendo con esta contemporánea mía, también divorciada, quien imagino que igual que yo, suspiraría adolescente cada vez que veía entrar al veinteañero Gonzalo en Le Club. 
Una vez servida la parrilla, nos sentamos en la mesa con otra pareja, Gonzalo, su novia, mi esposo y yo. Conversamos de varios temas, Gonzalo participaba activamente en la conversación, la novia lo oía enamorada, ella casi no habló. Quizás porque ya me había tomado algunas copas de vino, esa tarde viví un raro momento de elocuencia, tanto, que después me dio pena, habrán creído que soy una lora, pero al día siguiente imaginé que no habría causado tan mala impresión al recibir una invitación de amistad de Gonzalo en Facebook. De la novia nunca me llegó.
El orgullo de habérmela comido con tanta elocuencia duró poco, cuando después de aceptar su amistad, me di cuenta que Gonzalo tenía casi mil quinientos contactos en Facebook, el antiguo galán era un recolector de amigos en las redes sociales.
Esa tarde de la parrilla fue la última vez que vi a Gonzalo, meses después me enteré por los anfitriones del almuerzo que murió en un accidente de tránsito regresando a su trabajo en el interior. En la papeleta de entierro no invitaba la novia sino la ex-esposa sin el prefijo de ex. Con el ejercicio de morbosidad que nos permite facebook, entré en su página a leer los mensajes de condolencia de sus amigos, y ver las fotos que había montado en su paso por facebook, fotos que incluían tanto a la novia como a la esposa, entre distintas etapas de su vida: desde el hermoso joven que conocí en Le Club hasta el padre orgulloso que lleva a su hija al altar.
Cuando muere un amigo de Facebook, su perfil rara vez desaparece, algunas familias no saben cómo cerrarlos, otras prefieren dejarlos abiertos como vínculo imperecedero. Hay quienes se van desamigando de los difuntos en Facebook, hay quienes les dejan mensajes tiempo después de muertos. Yo ni lo uno ni lo otro. De vez en cuando leía en mis anuncios de muro que taggeban a Gonzalo en fotos o lo incluían en mensajes múltiples como compartir videos, hasta que una mañana en abril, entre los cumpleañeros del día, facebook me recordó dejarle un mensaje de felicitación a Gonzalo. 
No soy de quienes escriben en los perfiles de los difuntos, ayer me encontré por primera vez dejándole una nota afectuosa a un amigo de infancia que acaba de morir tras batallar durante un año con cáncer. Al hacerlo me sentí bien, quizás por eso recordé el primer cumpleaños de Gonzalo después de muerto, cómo lo saludaban sus verdaderos amigos: "Mi pana, celébralo en el cielo con tantos seres queridos", "Bendiciones", "Se te recuerda con cariño", pero entre los pocos que le escribían al Gonzalo en un distinto plano al terrenal, había muchos más que lo hacían como si todavía estuviera en el mundo de los vivos: "Que tengas un hermoso día".
Quizás porque Gonzalo murió en agosto cuando muchos caraqueños están fuera de la ciudad, o porque muchos de los amigos de Gonzalo emigraron de Venezuela, era obvio ante mensajes como "Que la pases super bien", "Todo lo mejor", "Saludos a la familia", "Mis deseos en salud y amor para ti", "pásala chévere", que la mayoría de los amigos en la fiesta virtual de cumpleaños de Gonzalo, ignoraban que tenía casi un año de muerto. Y seguían llegando las enhorabuenas en su muro, ya nadie parecía asumirlo en el cielo, hasta que una amiga intentó romper el espejismo escribiendo un escueto: "Gonzalo se murió".
Al principio este mensaje fue ignorado, no recibió respuesta alguna, y con casi mil quinientos amigos, las felicitaciones seguían llegando, se ve que cuando felicitamos por facebook nuestros buenos deseos solo le interesan al cumpleañero, y yo como voyeur, entre triste y divertida, seguía leyendo: "Que este año venga cargado de alegrías y sabias decisiones", "Pásala estupendo", "Qué cumplas muchos mas", "Espero que tengas un día lleno de sorpresas", "Happy B-Day"... hasta que la misma amiga volvió a clamar, esta vez en mayúsculas, como un grito, para que terminara la fiesta de una vez: "¡¡¡GONZALO SE MURIÓ!!!". 
En ese momento se acabó la fiesta, más nadie volvió a felicitar a Gonzalo ni a desearle que lo consintieran mucho, solo una amiga que le había mandado un apurruño bien fuerte, se atrevió a preguntar: "¿Cómo murió?". No obtuvo respuesta. 
La fiesta de Gonzalo había terminado. 

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