lunes, 24 de octubre de 2011

A miles de kilómetros de su preescolar


Leyendo en El Nacional sobre la muestra "El último en irse que apague la luz" de Facundo Bustos, retratos de familias afectadas por la ola de emigración en Venezuela, me sentí identificada con el vacío que trata el artista en su obra porque además de los hermanos, primos y sobrinos que se me han ido a vivir fuera de Venezuela -sería necesario un ábaco para contarlos-, este año mi hija Isabel se gradúa de bachiller y uno de los regalos que los papás le queremos hacer a los muchachos de la promoción es un libro de fotos que recorra su camino desde preescolar hasta bachillerato. Buscando entre álbumes viejos de cuando todavía la fotografía era Kodachrome, encuentro fotos como la de arriba, tomada en el año 2000, cuando los niños que salen en ella tenían entre 5 y 6 años. De los pequeños en la imagen me doy cuenta con dolor que tres viven en Estados Unidos, dos en España, una en Inglaterra, otro en México, y los del fondo en Panamá y Canadá.  Así que aparte de la maestra, hoy solo Isabel vive en Venezuela.
  Ojo, no estoy hablando de un colegio internacional para hijos de diplomáticos y empleados de transnacionales, que tienen alta rotación, ni tampoco uno de esos colegios con doble pensum, me refiero a un colegio venezolanito, venezolanito.
Los primeros niños en emigrar se fueron poco tiempo después de tomada la foto, cuando Venezuela cambió de constitución y pasó a llamarse La República Bolivariana de Venezuela, sus familias se despidieron sin quemar barcos, se fueron porque encontraron buenas oportunidades de trabajo en el exterior y el panorama inmediato en el país no estaba nada claro. Muchas de estas familias aspiraban regresar, máximo, en cinco años, asumiendo que los vientos serían más propicios, querían que los niños pasaran la adolescencia en Caracas. Once años después los vientos están aún más huracanados. Si algunos regresaron, solo fue de visita, muchos ni siquiera. Ya perdieron sus lazos emocionales con sus primeros compañeros de escuela.
A medida que en Venezuela la inseguridad política, económica y ciudadana se fue acentuando, otras familias del colegio afinaron su plan B, recurriendo a las nacionalidades de los abuelos, a distintas oportunidades de trabajo, a vender todo aquí para hacer negocios donde sea, y fueron levando anclas a los Estados Unidos, a España, a Canadá, a Centro América; ya no se despiden "Hasta la vista", ahora la despedida es más definitiva, como pasó el año pasado: ocho compañeros de Isabel emigraron cuando apenas les faltaba dos años para graduarse. Sobre el tema escribí la crónica Pupitres Vacíos. Han llegado compañeros nuevos, muchos del interior, pero más son los que han emigrado.


 Y aquí sigo buscando fotos del recorrido de la Promo X, y me encuentro con esta foto de grupo de los entonces pichurros de Kinder, de los veinte niños de la foto un amiguito cambió de colegio, otra amiguita se fue a vivir a Mérida, cinco, Dios mediante, recibirán en el año 2012 sus diplomas de bachiller del colegio donde estudian desde chamitos, y el resto lo hará a miles de kilómetros del país donde nacieron.

2 comentarios:

Andrés dijo...

Sales de lo más sexy en la foto, aunque sea chiquitita. Por otra parte, el nuevo diseño de la página, aunque digno de una nieta de don Carlos Raúl y obvia referencia a Mondrian, hace dificilísima la lectura, Adriana, en serio, sobre todo para nosotros, que fuimos tus contemporáneos y hoy somos, por supuesto, una generación más viejos que tú. Por lo demás, sobre el texto, de los 16 nietos de mi abuelo, sólo cuatro quedamos en Caracas... Es una cosa seria, lo del éxodo...

Adriana Villanueva dijo...

Gracias Andrés, ¿de verdad se hace difícil la lectura? nadie me había comentado al respecto, a mi me encanta mi Mondrian, jugué con varios diseños y ese fue el que más me gusto, antes me parecía aburrido, déjame consultar con los panas diseñadores para ver qué me dicen.