jueves, 27 de octubre de 2011

Raymond Carver


 Cuando la mamá de Gabriel García Márquez leía las novelas de su hijo quedaba espantada, cómo se le ocurría a ese muchacho contar los chismes y escándalos de su pueblo, sin embargo para el lector común la obra del Nobel colombiano es uno de los universos más originales de la historia de la Literatura, tan original que a pesar de que le han salido cientos de imitadores, por lo menos en el idioma español, nadie ha logrado hacernos creer como el Gabo en invasiones de mariposas amarillas o en doncellas que ascienden al cielo levitando.
Si el molde que rompió García Marquéz es el del Realismo Mágico, Raymond Carver hizo lo mismo con algo parecido al hiperrealismo, término usado en las artes plásticas para describir lienzos que captan un instante de manera fotográfica. Eso precisamente fue lo que logró Carver con sus cuentos, intensos episodios de parejas descritos con la minuciosidad y los claros oscuros de una polaroid.
Siendo opuestos en estilo, el colombiano florido y el norteamericano minimalista (palabra que odiaba Carver porque le parecía una reducción de su obra), se asemejan -como tantos autores- en que se valieron sin disimulo en eventos de sus vidas y en las de familiares o amigos a la hora de encontrar inspiración. La diferencia estriba en que el Gabo narraba historias diluidas con el tiempo, y Carver narraba momentos recientes de su vida familiar donde los conflictos conyugales, la pobreza y el alcoholismo estaban presentes.
Proveniente de una larga línea de trabajadores cuello azul que no lograba alcanzar el sueño americano de la Clase Media, Raymond Jr nació en Oregón en el año 1938, aunque vivió la mayor parte de su infancia en Yakima, Washington. Su madre, Elle, apenas nacer su hijo mayor le escribió una carta con una profecía que habría de cumplirse: "En algún momento en la historia de toda familia nace alguien destinado a la grandeza, y ese serás tú hijo mío".
En la minuciosa biografía de Raymond Carver que le tomó diez años a Carol Skelenicka escribir, cuenta que en la familia Carver (tanto de niño como adulto) nunca faltó cariño, tampoco faltó comida, pero vivían con privaciones. El mayor peso del mantenimiento lo llevaban las mujeres trabajando donde fuera y en lo que encontraran (Elle primero, y luego la esposa de Ray, Maryaan), mientras ambos Raymond (padre e hijo) eran más relajados a la hora de buscar trabajo, dejándose ganar por el alcoholismo.
Cuenta Sklenicka que a pesar de que en la casa de los Carver el único libro que había era La Biblia, el joven Ray supo desde la adolescencia que quería ser escritor, y tuvo la suerte de casarse con la mujer perfecta para ello, Maryann, quien hizo cualquier tipo de sacrificios para que su esposo escribiera, ella también sabía que Ray estaba destinado a la grandeza.
El principal problema de los Carver fue que se casaron muy jóvenes, cuando Ray tenía 19 años y Maryaan 18. Dos años después ya tenían dos bebés que criar, Christine y Vance, y a pesar de que Maryaan era capaz de trabajar doble turno para que su esposo pudiera escribir sin preocuparse por nimiedades como el sustento familiar, las  necesidades económicas, la presión de ser papá saliendo de la adolescencia y el ejemplo del alcoholismo de su padre, influyeron para que Ray se abrazara a la botella con la misma intensidad paternal.
Pero durante muchos años la urgencia de escribir de Ray fue más grande que la de ingerir alcohol, y como tantos escritores hoy de renombre, formó parte del famoso Writers Workshop en Iowa (1958-60), siendo alumno dilecto de John Gardner quien, entre otras cosas, le enseñó a preferir las palabras comunes a las seudopoéticas y a reducir a quince palabras lo que había escrito en veinticinco.
 Gardner (1933-1982), poco años mayor que sus alumnos, les tachaba los textos con un lapicero rojo cuestionando palabras y frases superfluas y discutiendo sobre la necesidad de una coma como si fuera un problema de vida o muerte. Cuenta Sklenicka: "Gardner aplicaba un principio sencillo: 'si escribimos sobre algo que no nos importa o en lo que no creemos, tampoco a nadie le va a interesar leerlo".
Y qué podía importarle más a Raymond que las carencias y el amor de su familia, qué tema podría conocer mejor, y a la hora de escribir sus historias narraba momentos íntimos sin maquillajes, sin adornos, con una pizca de humor, asomando apenas la punta del iceberg, como aconsejaba su héroe Hemingway, de una manera concisa que raya con la poesía.
Siempre cuentos o poesías, algunos ensayos, Carver nunca logró terminar la ansiada novela, a pesar de que recibió un adelanto de un editor de cinco mil dólares para escribir una épica sobre la II Guerra Mundial. No tardó el escritor en darse cuenta de que una épica histórica jamás sería su tema, si escribía una novela debía ser intima, describiendo un universo familiar. Después de más de 40 páginas escritas, Carver abandonó el proyecto, era escritor de aliento corto, se fastidiaba rápido. Un amigo intentó que diera el salto: "Una novela no es sino una serie de cuentos bien entrelazados". Ni siquiera visto de esa manera.
Tampoco le hizo falta a Carver escribir una novela, sus cuentos comenzaron a ser reconocidos en los años 70 como parte de la mejor ficción norteamericana escrita en la segunda mitad del siglo XX. Con la publicación de colecciones como "Will you please be quiet, please" (1976), "What we talk about when we talk about love" (1981) y "Catedral" (1983), Carver logró erigirse como uno de los grandes escritores contemporáneos, el mejor autor de cuentos de los últimos tiempos.
A Maryaan, la esposa ideal de un escritor, no pareció importarle ver su intimidad conyugal calcada en los cuentos de su marido, episodios de infidelidad, alcoholismo, frustración, violencia doméstica... sabía que la esencia de todo buen escritor es ser vampiro y que cualquier tema es válido para alimentarse. No sucedió lo mismo con sus hijos: Christine no le perdonó que le escribiera un poema "a mi hija alcohólica" y Vance resintió cuando su padre publicó el cuento Compartments sobre la historia de un hombre que viaja a Europa con el objetivo de visitar a su hijo universitario, cuando en realidad le fastidia verlo; al igual que Elle resintió la publicación de Boxes, la historia de una anciana insatisfecha con su vida que a cada rato se está mudando.
Murió joven Carver, a los 50 años, víctima de cáncer en el pulmón. Ya hacía años había dejado el alcohol, los cigarros y la marihuana no pudo dejarlos, también dejó a Maryaan, o ambos se dejaron, eran co-dependientes en el alcoholismo, pero su amistad duró hasta el final. Las vacas gordas de Carver le tocaron a la poeta Tess Gallagher (1943), con quien vivió los últimos nueve años de su vida, cuando ya era un escritor reconocido y viajado, al lado de ella por fin pudo abandonar el alcohol. En esos últimos años el principal peso de su obra no fueron cuentos sino poesía en los que destilaba la tranquilidad de saberse exitoso, tratado por sus iguales como un gran escritor, sin problemas económicos, alejado de la botella y con un nuevo y plácido amor.
Al morir Carver en el año 1988 legó todo a su segunda mujer, quien hoy disfruta sin compartir los dividendos de esas instantáneas de la vida de la primera mujer, los hijos y la madre, a quien Carver, como última estocada de cruel vampiro, más allá de una insignificante cantidad en efectivo, obvió en su testamento.



2 comentarios:

Jose Urriola dijo...

Hay un cuento de Carver en "Quieres hacer el favor de callarte, por favor" cuyo nombre no logro recordar, que va de una pareja que queda encargada de cuidar la casa de los vecinos y de alimentarles la gata mientras están de viaje. Y los tipos inician un ritual en los que se turnan para entrar a la casa de los vecinos, se visten con sus ropas, se toman su whisky, se comen lo que hay en la nevera, se ponen las cremas y la colonia. Es una cosa fantasmal y fascinante. Y claro, con un final de esos de Carver que es la cosa menos parecida a un final de cuento en el mundo. Un prodigio.
Excelente el post, Adriana. Se agradece.

Adriana Villanueva dijo...

Vecinos es el cuento al que te refieres Jose, que casualmente fue el primer cuento de Carver en ser publicado en una revista importante: Esquire. Es del 71. Leí los cuentos de Carver cuando salió la película Shortcuts de Altman, aproveché para releerlos paralelo a su biografía.