viernes, 16 de marzo de 2012

El pana técnico


El lunes en la mañana la secadora no quiso arrancar, hizo un intento la pobre, pero nada. No quedó otra que "hay que llamar al técnico", una de las frases más odiadas de todo repertorio del hogar, pero qué remedio, quienes vivimos en un apartamento en un edificio de estrictas normas de condominio no tenemos la alternativa de secar nuestros trapitos al sol. Por lo menos esa clase de trapitos.
Así que fue necesario llamar al técnico, el pana, el que no es carero, el que se ve que es un tipo serio y no te clava. Pero tampoco es puntual, se tardó un día en contestar y un día en venir, y la ropa se iba acumulando. Quizás es un truco de marketing. Cuando por fin llegó en un santiamén desarmó la secadora:
"Están de suerte, solo es la correa que se rompió".
Solté un suspiro de alivio, pudo haber sido algo más grave, como el motor, o el condensador, o una de esas piezas que cuestan casi tanto como comprarse una secadora nueva. El pana técnico tenía una correa en el carro. También aprovechó para hacerle mantenimiento a la secadora, pidió prestada la aspiradora y le quitó la burusa acumulada en años. No tardó ni media hora en la reparación cuando llegó la hora de la dolorosa, de la cuenta, calculé que hoy saldría barata, esa correa no debía costar más de cincuenta bolívares, además el hombre es solidario, ¿cuánto podía salir la mano de obra?
Sin un rastro de timidez el pana técnico, el que no es carero, me pasó la factura: 700 bolívares fuertes.
"Qué, qué", casi me le desmayo en los brazos, me bajó la tensión, y yo que pensé que el dinero lo iba a sacar del bolsillo.
Haciendo el cheque con la mano temblorosa sabiendo que la llevada al dentista del chamo ya no sería este mes, recordé tantas veces que me han pedido que colabore en una publicación con una crónica, todavía a estas alturas no sé pasar la factura, quisiera tener la destreza del pana técnico, lo hago con pena, como quien está martillando.
No debería darme pena, después de todo escribir también es un trabajo que amerita pericia, tiempo, cierta destreza y aunque sea una pizca de talento; pero cuando se me ocurre preguntar cuánto hay para eso, cuántas veces no me han contestado entre apenados y ofendidos, que dinero no hay, pero a los escritores se nos dará el debido crédito por nuestro texto.
Así que la próxima vez que venga el pana técnico, el que no es carero, justo antes de que me pase la factura, le pediré que con el destornillador firme su trabajo, porque dinero no hay, pero con el crédito de un trabajo bien realizado debería estar más que satisfecho.

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