miércoles, 10 de octubre de 2012

Abajo el clasismo



El jueves del cierre de campaña del candidato-presidente en la Avenida Bolívar me tocó ir al Centro Médico para donar sangre a un familiar.  Cuatro de octubre, día de San Francisco, este año cayó puntualmente el Cordonazo.  Mientras donaba sangre estaba sintonizada una telenovela, calculé que la última novela que seguí fue Cosita Rica, año 2003-2004, cuando Leonardo Padrón creó al personaje Olegario Pérez -interpretado por Carlos Cruz- populachero, mandón y charlatán; resultaba un personaje  muy divertido para quienes pensábamos que aquel a quien nos recordaba más temprano que tarde sería un episodio pintoresco en la historia del país.
Catorce años después de ser electo por primera vez Presidente de la República, Hugo Chávez vuelve a ser reelecto por seis años más. Si su salud no se lo impide, al terminar este período presidencial, tendrá 20 años gobernando.
Ese jueves del cordonazo -como se demostró electoralmente con el 45 % de los votos- poco menos de media Venezuela tenía la esperanza de que este barco cambiara de capitán. Al Banco de Sangre llegaron dos mujeres dispuestas a donar, y mientras llenaban el formulario necesario, comentaban sobre el chaparrón que caía sobre Caracas y cómo en la Avenida Bolívar no había ni la mitad de entusiastas de los que había conseguido aglutinar el candidato de la oposición, Henrique Capriles Radonski, el día de su cierre de campaña en Caracas.
Acto seguido me quitaron a Esperanza Magaz en una playa para poner a Globovisión, donde el funesto José Vicente Rangel clamaba desde la enchumbada Avenida Bolívar: "¡Aquí nadie está obligado a venir!".
Entre las recomendaciones tras donar sangre está tomar mucho líquido, así que en el mismo sótano del Centro Médico me fui al cafetín del personal obrero, y pedí un batido de patilla sin azúcar. Me senté, como dice el lugar común, a esperar que me regresara la sangre al cuerpo. En este cafetín se respiraba un ambiente muy distinto al que sentí minutos antes en la sala de espera del Banco de Sangre. La televisión estaba sintonizada en el Canal del Estado, los presentes seguían el discurso presidencial con atención pero sin euforia, nadie hizo comentarios tipo: "Ojalá le dé pulmonía" ni "¡Pa' lante mi Comandante!", la máxima muestra de efusión fue un pequeño como de cuatro años, que cantaba "Corazón de mi patria" con la mano en el corazón.
En ese momento todo optimismo alimentado por las redes sociales se me derrumbó, si bien entre mis contactos en Facebook y twitter Capriles habría ganado como con el 98 % de los votos, ante ese pequeño cantando con la mano en el corazón me di cuenta que hay una Venezuela a la que el presidente Chávez, por la razón que sea, le ha sabido llegar, un país al que Henrique Capriles ha buscado conquistar con una campaña admirable, y escribo en presente porque dudo que Capriles se desinfle como le pasó a otros candidatos tras una derrota electoral.
Pero leyendo algunos comentarios en las redes sociales (afortunadamente no muchos, pero si los suficiente para escribir este post) es fácil darse cuenta que hay un país más allá de las urbanizaciones al que muchos venezolanos de clase media no se molestan en comprender, y hasta parecen despreciar. Esta actitud clasista, lejos de ayudar a la causa de la Venezuela del progreso con la que muchos soñamos, lo que hace es minarla.
Sé que ante la rabia y la desilusión se es capaz de escribir y decir cualquier tipo de tonterías, y vaya que nos llevamos un golpe el domingo porque hasta las siete de la noche, muchos pensamos que Capriles Radonski sería el próximo presidente de Venezuela (y todavía lo pienso, aunque no por ahora). Celebro que tanto la dirigencia de la Mesa de la Unidad, como Henrique Capriles hayan asumido cabalmente la derrota, y que la inmensa mayoría de mis amigos en las redes sociales, pese a la desilusión, también se haya levantado con honor.
Lo que no admito, no perdono, y hago un llamado para que reflexionen al respecto es quienes acusan la derrota con términos clasistas que prefiero no repetir; desprecio social de una minoría de la oposición del que precisamente se han alimentado el presidente Chávez y programas como La Hojilla.
Debemos asumir por los momentos la derrota de la propuesta del país del Progreso que ofrecía Capriles Radonski a Venezuela, un proyecto por el que seis millones y medio de venezolanos, el 45 por ciento de los electores, apostamos.  No se ganó pero también hubo grandes avances que no se pueden desconocer y no se pueden dejar perder.
 No somos seis millones y medio de oligarcas, entre quienes apoyaron a Capriles Radonski, como canta Silvio Rodríguez, hubo: "Villas señoriales y barrio marginal",  y no cabe duda que fue, y seguirá siendo, una batalla desigual -lo que da para otra intensidad- pero lo más importante amigos, es evitar ensuciar la causa, así que déjense de referir con desprecio a quienes tienen su fe puesta en esto de la Revolución, arremánguese la camisa que sigue habiendo un camino, y a seguir trabajando por una Venezuela mejor.

3 comentarios:

Lisbeth dijo...

Excelente... no sabes como estoy de acuerdo contigo y es lo que repito todos los dias a cuanto venezolano me viene con cuentos! :D me alegra ver que somos muchos los que pensamos asi!

Antonio Valery dijo...

100% de acuerdo. Me parece que hasta que no cambiemos esa actitud y comencemos a respetar y tratar por igual a las personas de menor nivel no vamos a salir adelante. No soy de las personas mas creyentes y religiosas que existe pero como dice Henrique “el tiempo de Dios es perfecto” y lo único que me cabe pensar es que Dios nos esta dando esa lección. Así que reflexionemos, respetemos la opinión de los demás, tomemos en cuenta a los que tienen menos y así podremos salir adelante todos juntos. Adelante Venezuela, vamos a seguir construyendo este camino para convertirlo en la autopista de todos!

Adriana Villanueva dijo...

Creo Lisbeth que en esto de "abajo el clasismo" somos mayoría, lo que pasa es que hay a quienes les interesa crear el ambiente de una batalla clasista, y unos pocos que gustosos participan.
Entre las medidas que debemos tomar, Antonio, hay que ser extremadamente cuidadosos con el lenguaje, por ejemplo, términos como "menor nivel" sin la muletilla de "económico" (que se sobreentiende fue tu intención por lo que escribes después) ya viene siendo un arma para quienes pretenden argumentar el odio de clases como fundamento de esta revolución. Porque como bien dices, querido sobrino, debemos construir juntos esta autopista en la que cabemos todos.