jueves, 9 de mayo de 2013

De cacerolazos y otras formas de intolerancia política



Afortunadamente nunca me ha tocado presenciar un cacerolazo a una persona en particular, odio la cayapa a quien sea, esta fue un práctica muy común en los inicios de la oposición en el año 2002 cuando cada vez que un personero del gobierno se le ocurría ir a un restaurante, era recibido por buena parte de la clientela dándole a los platos y a los vasos con los cubiertos mientras cantaban consignas como "Sí va a caer, sí va a caer, este Gobierno va a caer". Para gran angustia del propietario del local, los comensales no se quedaban tranquilos hasta que el objeto de los cacerolazos, o cubiertazos, se marchara enfurecido del lugar. 
 Semejante forma de protesta creíamos que había pasado a la historia hasta que en días recientes le ha sido aplicada, entre otros, a María Gabriela Chávez en un restaurante en Caracas, a la presidenta del CNE Tibisay Lucena en un restaurante en Valera, y ayer fue trend en twitterzuela que Winston Vallenilla y Roque Valero, acompañados de sus esposas y bebés, fueron a comer a un restaurante en Lechería, donde se armó una guerra de voluntades porque mientras los artistas twiteaban que ninguna horda "fascista" les iba a prohibir el derecho de visitar un lugar público por su ideología política, el resto de la clientela no cesaba en el afán en darle a los cubiertos y a los platos hasta que los artistas abandonaran el lugar. 
Para quienes no sepan quiénes son Winston Vallenilla y Roque Valero, y qué cargo ocupan en el Gobierno, les cuento que son dos personalidades de la farándula nacional y hasta ahora, más allá de la concesión que le dieron a Vallenilla junto con su esposa para animar el Kino Táchira, no forman parte de la macoya del poder. 
Tanto Vallenilla como Valero durante años fueron muy discretos en sus simpatías políticas, hasta que en la última campaña electoral del presidente Chávez, Vallenilla se decretó "rodilla en tierra", y en la campaña de Nicolás Maduro, Roque Valero, junto con un pequeño grupo de artistas, apoyó la continuidad de la Revolución.
Desde su salida del closet chavista, y ante la crítica y los insultos de muchos de sus compañeros que sienten que en Venezuela vivimos en Dictadura, Winston Vallenilla ha tomado una actitud camorrera.  El antiguo animador de "Aprieta y Gana" y "La guerra de los sexos", acompañó a Maduro en su gira de campaña presidencial, presentando en todos los mítines al candidato rojo no sin antes dedicarle su ronda de insultos a la "Derecha Apátrida" comandada por "Caprichito". 
En cambio Valero desde que declaró públicamente su apoyo a Maduro, tras los insultos recibidos por  muchos de sus compañeros que lo acusaron de "tarifado", asumió el rol de víctima denunciando la intolerancia política que hoy vivimos en Venezuela. 
Y es cierto, vivimos en niveles peligrosos de intolerancia política, como podrían testimoniar los estudiantes presos y maltratados en Barquisimeto la semana después de las elecciones por exigir auditoría electoral, además de todos aquellos funcionarios públicos que han visto sus trabajos en peligro al ser acusados de "Caprilistas", y las descalificaciones gubernamentales a las ONG que denuncian semejantes atropellos.
Intolerancia política como la que caracteriza a los medios del Estado donde desde hace 14 años está vetada cualquier voz crítica al pensamiento oficial. Hegemonía comunicacional que se usa no solo para hacer propaganda oficialista sino también para humillar y difamar a la voz disidente a la Revolución.
Intolerancia política negarle el Orgasmo a Norkys Batista en los hoteles de Venetur, y dejarlo por la mitad a punta de gases lacrimógenos en el Aula Magna de la UCV, así como que a la animadora, Caterina Valentino, Conatel le haya cerrado su programa: "¿Hay corazón?", con la excusa de que salieron unos niños en un programa de adultos (aunque todos sabemos que este cierre se debe a que fue la atractiva animadora quien presentó los mítines de Capriles). 
Y no hablemos de la guinda de la torta de la intolerancia política de los últimos años: la emboscada a los diputados opositores en plena sesión de la Asamblea Nacional donde además de negárseles el derecho de palabra, fueron agredidos salvajemente.
Intolerancia política que a los profesores universitarios que piden un justo aumento de salario, sean recibidos con piedras y botellas frente al Ministerio de Educación; sin olvidar a las hordas simpatizantes al oficialismo que amenazan de tanto en tanto a Globovisión, canal de noticias que sus propietarios se vieron obligados a vender como única posibilidad de salvarlo, precisamente, de la intolerancia política  cuando el actual Gobierno le negó la posibilidad de participar en la red digital. 
Intolerancia política que Nicolás Maduro amenace sin disimulo al resto de canales privados de tv si siguen pasando las ruedas de prensa de Henrique Capriles, y encadene los medios cada vez que su némesis Capriles está en televisión.
Intolerancia política que el cineasta estadounidense, Timothy Hallet, esté preso como "agente de la CIA" y  el general  retirado, Antonio Rivero, lo esté por haber denunciado la injerencia del Gobierno Cubano en las Fuerzas Armadas Nacionales. 
Sin olvidar a la juez Afiuni, a quien ni siquiera se le permitió votar.
Sí, camarada Roque Valero, en Venezuela hoy vivimos en medio de una gran intolerancia política, pero desde anoche mismo, mientras ustedes se recuperaban del mal rato de los cacerolazos en Lechería, en el portal Prodavinci salió publicada una nota del escritor Willy McKey contra tan abominable práctica, al día siguiente se le concedió una entrevista en El Nacional y apuesto diez a uno que tanto Henrique Capriles como los miembros de la MUD exigirán a sus partidarios no continuar con esta irracional y poco provechosa forma de protesta. 
Mientras tanto, ¿qué hacen los ardientes revolucionarios contra la intolerancia política que desde hace 14 años toca desde el poder?


4 comentarios:

Pedro Mancera dijo...

Totalmente de acuerdo. Este radicalismo es el que nos ha llevado a cometer muchos errores irreversibles en el pasado que nos han salido muy caros. Una vez presencié un cacerolazo que le hicieron a Nicolás y a Cilia en Maiquetía cuando apenas eran diputados los dos(marzo del 2001) y lejos de sentir que se estaba haciendo justicia me dió fue mucha lástima por los hijos de los dos que nada tenían que ver en el asunto. La justicia debe llegar pero de la manera correcta, lo último que necesitamos es cultivar más odio.

Saludos

Adriana Villanueva dijo...

Así es Pedro, caceroleando a particulares, además del mal rato a todos los involucrados, incluyendo lamentablemente a niños que no tienen ninguna culpa, se le da pie a tantos apologistas de los abusos del chavismo de decir que la intolerancia está de este lado.

Roberto Echeto dijo...

Son preferibles las ollas a las pistolas; los pitos y los gritos a las balas.

Así que ese par de inútiles se mame su cacerolazo. Y que no llore.

Los que critican los cacerolazos proponen quedarse cruzados de brazos «tolerando» todo, como si la nada solucionara algo.

Adriana Villanueva dijo...

Por naturaleza no puedo estar de acuerdo con los cacerolazos, soy una comeflor radical, pero tampoco puedo darme golpes en el pecho por una protesta espontánea ante dos artistas que han prestado incondicionalmente su imagen al "sueño revolucionario" haciéndose los locos frente a la cantidad de muestras de intolerancia política madurista en menos de un mes, y mucho más graves que unas cacerolas porque vienen desde el poder.
Pero pienso que a la larga este tipo de manifestaciones espontáneas terminan siendo nocivas para la causa de la oposición.