lunes, 30 de junio de 2008

CSI Caracas


Esto sucedió meses atrás, pero les aseguró que fue así: Francisco la mañana de un domingo quiso ir temprano a caminar al parque del Este. Eran casi las siete cuando abrió el portón de su casa y no pudo sacar el carro porque un cadáver obstaculizaba el paso.
Francisco llamó a la policía, los CSI Caracas, quienes llegaron en cuestión de minutos a la escena del crimen. El detective Grissom criollo y su equipo constataron que el occiso era un hombre joven que murió abaleado. No era de la zona, los vecinos presentes en el levantamiento del cadáver, no lo conocían. Algunos recordaron que semanas atrás, unas calles más allá, apareció otro muerto en similares circunstancias.
La policía se llevó el cuerpo sin vida, en la morgue alguien lo reclamaría, o quizás no. Apostaban que fue víctima de un ajuste de cuentas, esos homicidios que no son homicidios para los Ministros de Relaciones Interiores revolucionarios. Seguro una banda aledaña habría escogido esa zona tan tranquila como depósito de ajusticiados.
Pero fueron dos casos aislados y los vecinos ni se enteraron de si atraparon a los responsables de ambos asesinatos. Al cabo de un tiempo, los cadáveres anónimos dejaron de ser noticia ante el robo de alguna quinta, varios secuestros Express, y unos cuantos atracos a mano armada, pero la paz del vecindario no se volvió a interrumpir por la aparición de un cadáver desconocido.
El atardecer en el que Jose trotaba de regreso a su edificio tras subir al Cortafuegos en el Ávila, al toparse en una calle cercana a su residencia con un cuerpo cubierto por una sábana de la cual juró que sobresalía un codo blancuzco, recordó el cuento de su tío Francisco y temió que ahora los muertos anónimos comenzarían a aparecer en su vecindario. Jose cambió el trote por la carrera hasta llegar sin aliento a su edificio. Su esposa Beatriz lo recibió asustada: nunca lo había visto tan pálido. Llamaron a la policía local para avisar sobre el cadáver abandonado, suponían que actuarían con premura, pero al día siguiente, camino al trabajo, se dieron cuenta de que el cuerpo seguía ahí cubierto por la misma sábana.
Mayor sorpresa aún, cuando en la tardecita, al regresar del trabajo, el cadáver estaba arropado donde lo habían dejado.
Jose y Bea llamaron indignados a la policía local, ¡cómo era posible dejar tanto tiempo un cuerpo sin vida en medio de la calle! Un funcionario les aseguró que el levantamiento de muertos no era de su competencia, pero que ya habían avisado a quienes le correspondía investigar el suceso. Raro que todavía no lo hubieran hecho.
Cuando a la mañana siguiente el cadáver seguía ahí, Bea llamó a quienes por lo visto, son los únicos que no son indiferentes en este país: la prensa. Gracias a una amiga, consiguió el teléfono de una periodista de una estación de televisión, quien presintiendo un tubazo, se dirigió con un camarógrafo al lugar de los acontecimientos. Este sería su primer gran reportaje: un muerto yace dos días en medio de la calle de una urbanización ante la indiferencia de las autoridades. La cámara se prendió, se oyó un grito: “¡Estamos al aire!” y armándose de valor, la periodista levantó la sábana, y en efecto había un cadáver, pero de un descomunal perro que no era necesario ser Investigador en la Escena del Crimen en Caracas para determinar que fue asesinado, y que ese crimen, tampoco sería resuelto.
Ignoro si el cuerpo todavía sigue ahí.

1 comentario:

Gaby Morales dijo...

Me has hecho reir Adriana!!