miércoles, 11 de junio de 2008

Nos siguen pegando abajo


 ¿Dónde están los jóvenes de este país? Se preguntó más de uno ante la masacre del barrio Kennedy y la tibia reacción de los estudiantes venezolanos. No puedo dar fe de nuestra juventud más allá de las cuñas de César Augusto y la “rumba light”, pero el sábado 2 de julio me consta que había una buena representación en el Aula Magna de la Ciudad Universitaria, y al hablar de jóvenes no me refiero a edad sino a lo que debería definir a la juventud de cualquier época, de cualquier país: rebeldía e inconformidad contra el orden establecido. A pesar de sus 53 años mal llevados, no hay mejor símbolo de la juventud que la estrella de la noche: Charly García.
Malcriado, irreverente, temperamental, el gran Charly con sus afonías, impertinencias y olvidos hizo delirar a su incondicional público caraqueño a pesar de que clamaba: “¡No me merecen!”, y mientras yo gritaba a todo pulmón: “¡No quiero volverme tan loco!” a ver si cantaba mi canción favorita, a mi alrededor había tres generaciones coreando su vieja etapa de Sui Generis y Serú Giran: “... el asesino te asesina y es mucho para tí...”, aquellos temas de cuando el roquero argentino cantaba valiente y a metáfora limpia contra las dictaduras militares del cono Sur.
Veo cómo un calvito cuarentón y un chamo lleno de piercings cantan a una sola voz  “Dinosaurios” y pienso que al contrario de tantos roqueros que hoy suenan a nostalgia, sólo Charly García y los Rolling Stones han logrado sobrevivir como los dioses al paso de los años. Quién sabe qué pacto con el diablo hicieron, o si en las islas Malvinas se encuentra la piedra filosofal que les garantizó a estos alquimistas rocanroleros el don de la eterna juventud, porque durante más de tres décadas en el caso de Charly (cuatro en el caso de los Stones), estos reyes del rock han sido asumidos por cada generación como suyos. Un milagro en una industria en la que cualquier músico que pasa de los 30 años ya es considerado un carcamal.
Quizás el gran compromiso de Charly en este toque caraqueño no era recordar las letras de sus canciones ni cantar más de cuatro piezas seguidas, sino salir airoso de la polarización que nos divide a los venezolanos como un afilado cuchillo en Gobierno y oposición. 
Charly, que tanto cantó a las revoluciones en medio de dictaduras, prefirió ignorar la fama de redentor del presidente Chávez: “¿Y quién es Chávez?” y exigió a la prensa que lo retrataran fumando. A él no hay censura ni Ley Resorte que le apaguen el cigarro.
“¡Chipi chipi!” gritaban de todos lados del Aula Magna  pidiéndole al músico la canción “... sin amor, sin dolor, sin fin...”. Y Charly, antes de complacerlos tiró sillas, le pegó a su roadie, se enredó con los cables, maldijo a la seguridad y se dio un paseo entre el público de la primera fila. 
Mientras oía cómo entre tantas canciones rebeldes y contundentes que ha compuesto Charly le exigían la canción del exilio interior: “...vivo bajo la tierra, vivo dentro de mí...”, me dio por recordar una tarde hace como 20 años en la que los universitarios de los años 80, tan generación boba que éramos, paralizamos la Ciudad Universitaria cuando un grupo de estudiantes que venía desde Valencia fue balaceado en la entrada de Tazón. Exigíamos respuestas, responsables, castigo, y uno de los que gritaba más duro, que fue aula por aula en la escuela de Comunicación Social para asegurarse de que tal atrocidad contra los estudiantes no quedara impune, era el mismo Juan Barreto que hoy como alcalde mayor se desvela porque los crímenes de Diego de Losada –cometidos hace más de 400 años– no caigan en el olvido.
¿Dónde están los jóvenes? Se preguntan algunos esperando mayor respuesta de nuestros muchachos en momentos cuando la democracia venezolana parece en juego. Pero a mí no me gusta comparar generaciones, menos en vísperas de una semana en la que el gobierno Bolivariano será generoso anfitrión de aquella juventud que cree en revoluciones bonitas y aplaude a comandantes. Con suerte, esta semana recogerán la basura en Caracas y albergarán a los indigentes para que la revolución fotografíe mejor. Y aunque me da dentera pensar en estudiantes aplaudiendo cualquier tipo de poder y autoridad, cómo me gustaría que el gran Charly regresara al Aula Magna y le cantara a los chamos revolucionarios: “Nos siguen pegando abajo.

Publicado en el diario El Nacionalel sábado 30 de julio de 2005, poco tiempo después de escrito este artículo, una generación estudiantil despertó demostrando estar a la altura de la batalla contra el autoritarismo.




No hay comentarios: