Después de las primeras tres entrevistas del libro The New New Journalism reseñadas en Evitando Intensidades, los 16 escritores restantes seleccionados por Robert S. Boynton para discutir sobre el nuevo periodismo no parecieron tan distintos entre sí, quizás porque Boynton repetía las mismas preguntas para obtener las mismas respuestas, como por ejemplo: “¿Se considera usted un nuevo periodista?”.
Nadie respondió que sí, ese término puesto de moda cuando Tom Wolfe y Hunter S. Thompson comenzaron a utilizar técnicas literarias para narrar sus investigaciones periodísticas, a sus herederos les suena pretencioso, prefieren considerarse escritores de no-ficción o simplemente reporteros.
Otra coincidencia entre los escritores consultados fue que a ninguno les gusta escribir sobre actores, músicos, deportistas o políticos famosos porque son historias que ya están contadas. Además, es poco el tiempo que los famosos les pueden dedicar, no es lo mismo hacerle la entrevista número 356oo a Madonna que la primera a una madre desesperada en contar cómo el desecho tóxico de una fábrica en el río de su pueblo pudo ser el causante de la leucemia de la que murió su hijo.
Algunos de los periodistas entrevistados por Boynton trabajan sólo historias en los Estados Unidos, otros cruzan fronteras, pero dependen de traductores, por eso los prefieren jóvenes sencillos, no profesionales, estudiantes a quienes no se les ocurra modificar la intención de lo dicho.
La forma narrativa varía poco, la primera persona sólo si la historia lo requiere, como por ejemplo en crónicas informales o cotidianas, pero para investigaciones periodísticas más serias, la tercera persona sienta un necesario distanciamiento. Lo importante es la historia, no quien la cuenta. Por eso también evitan inmiscuirse de manera directa en la vida de sus temas.
Estos escritores de no ficción suelen disfrutar más el trabajo de campo, el reportaje, que sentarse a escribir. Sienten que es hora de hacerlo cuando ya la línea narrativa está completa con principio, desarrollo y final, o cuando les empieza a pasar que al entrevistar conocen más del tema que el entrevistado, o simplemente, que ya no tienen nada que agregar. Para llegar a esa etapa, los nuevos-nuevos periodistas pueden pasar años.
La mayoría de los consultados por Boynton son hombres, de los 19 autores incluidos en el libro, no más de 4 eran mujeres. Todos tienen esposas comprensivas, sus mejores críticos, dispuestas a oírlos hasta el agotamiento divagar sobre el mismo tema, leen cada uno de sus borradores, y son capaces de darse cuenta del detalle que faltaba. Las pocas mujeres entrevistadas no parecen tener semejante dependencia por sus parejas.
Los autores entrevistados por Boynton prefieren escoger los temas a investigar, pero no dudan en confiar en la voz de un editor para decirles qué funciona y qué no. También suelen ser ordenados en sus investigaciones codificándolas en carpetas, temas, personajes y barras de colores. A la hora de escribir buscan hacerlo en lugares y horarios que no presenten distracciones, cuando los niños están en la escuela, o tarde en la noche, y en oficinas con escaso mobiliario y sin vista. Sólo un romántico confesó que le gusta hacerlo a lo Hemingway, en un café, así se siente más escritor. Sacar el perro a pasear siempre ayuda a despejar la mente.
Una regla de oro en el periodismo es prohibido pagarle a los entrevistados o sobre quien se hace el reportaje, aunque siempre hay la excepción como el periodista que escribió la historia de dos niños de un ghetto y con las ganancias del libro publicado estableció una beca para que pudieran culminar su educación. Lo único que se les puede ofrecer a los entrevistados es pagar la cuenta en los restaurantes donde se realizarán las entrevistas. A la hora de hacer un reportaje, el periodista tampoco debe aceptar ningún obsequio de su entrevistado u objeto de su reportaje, se podría considerar como un soborno.
Un tema álgido entre los nuevos y no tan nuevos periodistas es el famoso “off record” esas dos palabras que una vez dichas impiden al reportero citar la fuente. Eso no quiere decir que lo dicho no pueda ser investigado por otros medios, sólo que no se puede decir de quién salió el pitazo. La mayoría de los reporteros prefieren tomar notas antes que grabar las conversaciones, y cuando lo hacen, consideran que la mejor parte de la conversa suele ocurrir cuando se apaga el grabador.
El principal punto en el que todos los nuevos nuevos periodistas concuerdan es que no existe la verdad absoluta, sino distintas maneras de manejar los datos investigados. Lo que sí existe es la honestidad y la minuciosidad del periodista en llegar al corazón de una historia para hacerla veraz y fiable al lector.
Estos son los 16 entrevistados restantes entre los mejores escritores de no-ficción norteamericanos: William Finnegan, Jonathan Harr, Alex Kotowlitz, Jon Krakauer, Jane Kramer, William Langewiesche, Adrian Nicole Le Blanc, Michael Lewis, Susan Orlean, Richard Preston, Ron Rosenbaum, Eric Schlosser, Gay Talese, Calvin Trillin, Lawrence Weschler y Lawrence Wright.
2 comentarios:
Por cierto ayer estaba releyendo El Nuevo Periodismo de Tom Wolfe, un libro, creo, que ha sido olvidado en las escuelas de comunicación social.
Muy interesante las anécdotas que datan de los años 1965 a 1969 época en que surgió dicho término.
Llegué a tu blog vía twitter un comentario que hiciste precisamente sobre el tema.
Gracias, Enigma, después de publicar este post me preguntaba, ¿y a quién le interesará el tema? La escritura sin ficción es un fenómeno que en latinoamérica no suele ir mas allá de excelentes crónicas, el mercado editorial es muy limitado y los periodistas rara vez tienen la posibilidad de dedicarle años a la investigación de un libro.
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