lunes, 21 de junio de 2010

El pitiyanqui


Una tarde de junio el fanático de mi marido llegó a casa anunciando a la familia que tenía una sorpresota en el estacionamiento. Imaginamos que por fin se decidió a cambiar su viejo Corola y corrimos escalera abajo para dar una vuelta en el carro nuevo.  Nos esperaba un balde de agua fría, sí, papá hizo un cambio, pero de oncena: en una ventana del Corola 92 en lugar de la de España, estaba enganchada la bandera de los Estados Unidos. Mientras el muy fanático alzaba el puño vencedor: “Yes we can!”, el resto de la familia se abrazó aterrada, qué sería de nosotros en esta Venezuela revolucionada con un papá que exhibe su orgullo pitiyanqui.
Semejante fanatismo tiene lógica: nació en los Estados Unidos, hijo de estudiante universitario, aunque su familia regresó a Caracas cuando tenía 2 años, y a dear old USA no ha vuelto sino de vacaciones. Pero ahí está el certificado de nacimiento que dice Atlanta; no Madrid, ni Buenos Aires, ni Río, ni Roma, ni Berlín: “Si la Vinotinto no va al Mundial, porqué voy a ir por otro equipo que no sea del país donde nací”.
La que se lo ha tomado peor es Camila, la hija mayor, no es fácil ser universitaria con un papá pitiyanqui. No acepta ir en el Corola para ningún lado. La comprendo, qué habrían pensado mis compañeros ucevistas de verme en un carro con una banderita del Imperio. Si hasta adulta contemporánea, al salir en el viejo Corola, temo que nos caigan a huevazos como a Nixon cuando visitó Caracas en el 58. .
No lo niego, me gusta el cine, la literatura, la televisión y la música norteamericana, siento pasión por Nueva York, soy fan de los Yankees y me encanta la comida chatarra, pero era bueno saber que por lo menos había algo donde los gringos eran los débiles de la partida: el fútbol, que ellos llaman soccer, deporte en el que no tienen tradición.
Pensé que el pitiyanquismo de mi marido se desinflaría rápido cuando Estados Unidos, en su primer juego en el Mundial 2010, se enfrentara contra Inglaterra. Pero sucedió lo inimaginable: un empate, aunque el fanático insista que debieron ganar los gringos porque los árbitros le perdonaron dos faltas a los brits.
Desde entonces el ringtone de su celular es The stars-spangled banner, imponente himno en el Yankee Stadium, pero sospechoso en la Venezuela antimperialista. Por eso ante lo que él llama el injustísimo empate de los Estados Unidos con Eslovenia y hasta que dure la racha estadounidense en el Mundial, por la salud mental de la familia, el pitiyanqui será exiliado a su Embajada.

Artículo publicado en el cuerpo de deportes de El Nacional el lunes 21 de junio

5 comentarios:

Gaby Morales dijo...

Aún me estoy riendo con el pitiyanqi de tu casa, jaja

Adriana Villanueva dijo...

Y ni te imaginas la celebración del gol en el minuto 91 en el juego contra Eslovenia, Gaby, fue como un 4h of July.

Alber Jornet Muguruza dijo...

En España hay ciertos lugares en que presumir de Enseña nacional, no es recomendable desgraciadamente el fanatismo es igual en todos lados así esperemos que la cordura y la tolerancia vuelva por Venezuela y también por aqui. Un saludo desde España para usted y su magnifico país

PD: personalmente me retiraría a Venezuela cuando me jubile, pues hay naci asi lo certifica mi DNI

Adriana Villanueva dijo...

Gracias Alber, aquí te esperamos por si te animas para cuando te toque retirarte, aunque en España sin duda tratan mejor a sus jubilados, pero nada como el clima de Venezuela.

Alber Jornet dijo...

Todavía después de tantos años resuman y revolotean en mi imaginario vital, sabores,olores,palabras y un sinfín de agradables sensaciones de mi Caracas natal.
Si algún día he de morir que sea hay en Ma....Caracas, preferiblemente en las colinas de Bello Monte.
Saludos Adriana, te felicito por tu Blog y dile a tu marido que tenemos intención de llevarnos La Copa