sábado, 20 de noviembre de 2010

Sobre la ambigüedad de la inocencia


Si mal no recuerdo la primera serie de televisión sobre abogados que seguí fue Perry Mason, a finales de los años 70 la pasaban después de almuerzo, así que apenas llegaba del colegio, prendía la televisión para ver esta vieja serie que entonces tenía más de 15 años de producida. Raymond Burr hacía el papel del abogado que siempre defendía casos de asesinatos donde todo parecía señalar a sus defendidos como culpables. A lo largo del capítulo que se desarrollaba en la corte, no por la fuerza de la ley sino por la fuerza de las evidencias Mason demostraba lo contrario.
Quienes hoy gustan ver series legales dirán que la ley está en las evidencias que se presentan, pero en el caso de Perry Mason, sus defendidos eran encontrados inocentes porque realmente lo eran, más que una serie de abogados era de detectives. Creo que solo una vez un crimen fue perpetrado por uno de los defendidos de Mason, en esta serie no había cabida para las ambigüedades.
En cambio en las series modernas los defendidos solo son fallados inocentes en la medida que consiguen buenos abogados. Ya no estamos hablando de una verdad blanco o negro, sino de todo tipos de grises.

Por ejemplo Boston Legal, estupenda serie de la cadena ABC que duró 5 temporadas entre 2004-2008 (la 5ta temporada fue recortada) derivada de The Practice, las mejores temporadas de Boston Legal fueron las primeras cuando el antihéroe Alan Shore( James Spader) era capaz de cualquier marramucia con tal de ganar un juicio. En Boston Legal nunca fue un asunto de si el cliente era inocente o no, sino de cómo se manipulaba al jurado de forma tal que fallara a favor de los defendidos por la firma Crane, Poole & Smith.
A medida que se fue desarrollando la serie, los métodos inescrupulosos de Alan Shore perdieron protagonismo a favor de su amistad con Denny Crane (William Shatner) el abogado estrella de la firma que decía sufrir  del Mal de las Vacas Locas lo que era principios de Alzeheimer. Suena dramático pero nada más lejos del drama, Boston Legal fue una divertidísima serie de abogados con el ingrediente agregado de la improbable amistad de un viejo Republicano y un intransigente Demócrata.
Precisamente ahí estuvo la decadencia de Boston Legal, la temporada final se volvió una plataforma política demasiado obvia. Ya no importaba si el defendido era culpable o no, lo importante es que Alan Shore habría de pontificar sobre algún tema, hasta los mismos personajes hacían bromas al respecto como los jueces que se llevaban las manos a la cabeza cada vez que comenzaba con un monólogo: "No empiece con sus sermones, mister Shore".


El mensaje político, cuando es tan obvio, aburre, mucho más divertida la abogada Patty Hewes (Glen Close) en Damages, serie que ya tiene tres temporadas y está por estrenarse la cuarta. Sin contar con un alto rating, Damages es de lo más creativo y emocionante que se está produciendo en la televisión. Trata sobre una abogado especialista en atacar peces gordos quien para lograr sus objetivos es capaz de llegar hasta las últimas consecuencias. En Damages, a diferencia de los demás programas mencionados, no se trata de cada capítulo un caso, sino de un caso por temporada, su grandeza es la ambigüedad, hay malos, muy malos, pero los buenos deben dejar de serlo si quieren sobrevivir en un mundo donde las leyes parecen ser un mero formalismo, lo que impera es el tráfico del poder.
Este también parece ser el caso de la reciente The Good Wife, donde la política es protagonista pero no  con objetivos de propaganda sino emulando lo que hemos visto repetidas veces en los canales de noticias: un hombre poderoso, con su sufrida esposa al lado, pide a la opinión pública que le perdone los errores cometidos.

En este caso el hombre poderoso se trata de Peter Florrick (Chris Noth) fiscal de Chicago quien se ve envuelto en un escándalo sexual y de corrupción, va preso y su esposa Alice (Julianna Margulies) abogada egresada de la Universidad de Georgetown, deja su vida de Country Club para volver a trabajar gracias a que Will, un antiguo compañero de universidad, la contrata a modo de prueba en su firma.
The Good Wife se desarrolla entre dos aguas, la de la vida familiar de los Florrick que hay que recoger en pedacitos, y la de la Firma de Will que pasa apuros económicos a pesar de su lema tantas veces repetido: "No importa que nuestros clientes sean inocentes o no, lo importante es convencer al jurado".
Y así vemos a la noble Alicia, tragando fuerte y defendiendo a quien sospecha que es un asesino que mató a su esposa a sangre fría, no quiere mitigar su condena, aspira a que el acusado salga libre, a que las dudas caigan sobre otro, después de todo, ese es su trabajo, defender celosamente los intereses de quien la contrata para tal fin.
Cómo no recordar al Perry Mason de mi adolescencia, ese mundo en blanco y negro en el que si sus clientes eran fallados inocentes, cero ambigüedades, realmente lo eran.

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