domingo, 5 de junio de 2011

Fiesta de libros


Quienes visitaron la semana pasada el Festival de la Lectura (Festilectura) en la Plaza Francia, o fueron a fines del año 2010 a la Feria Internacional del Libro (Filven) en la vecindad del Teatro Teresa Carreño, ante la multitud de caraqueños colmando espacios públicos en torno al libro, puede que se pregunten: ¿cómo es posible que en los últimos meses hayan cerrado en Caracas, por lo menos, 7 librerías?
 La afluencia de visitantes a estos eventos se debe precisamente a que vivimos en una ciudad en crisis, dividida, violenta… donde de vez en cuando surgen oasis y nos volcamos a ellos buscando un respiro del infierno urbano. Muchos de quienes visitan estas ferias ni siquiera son grandes lectores ni asiduos a las librerías.
Sin embargo el coco de la polarización se hace presente en estas fiestas del libro: la organizada por el gobierno –Filven- promociona sin disimulo el Socialismo del Siglo XXI, si bien muchas editoriales comerciales aun tienen cabida, son minoría ante el aparato propagandístico de presupuesto ilimitado para mantener el statu quo: se reparten afiches del Comandante, su omnipresente voz se oye por altavoces, y cuando no, hay una estación de radio con canciones como: "Esos pendejos que se hacen llamar estudiantes"; regalan folletos proclamando las bondades del gobierno contra las perversidades de la oposición; obsequian libros como “Dictadura Mediática en Venezuela” de Luis Britto García, y desfilan personajes infantiles como “Manuelita la niña revolucionaria” respuesta endógena a Barney el dinosaurio morado.
Tras uniformarse Filven de rojo, hace tres años surgió en el Municipio Chacao una feria alternativa bautizada “Festival de la Lectura”, que se celebra en la Plaza Francia en vísperas del día de San Jordi, patrón del libro. Recorriendo este año el privilegiado espacio legado de Luis Roche fue notable el entusiasmo del público, las estupendas ofertas de libros en remate, sin obviar los altos precios en las escasas novedades literarias importadas.
En Festilectura se sintió cómo algunas editoriales están levando anclas del país mientras otras apuestan a futuro como es el caso de la recién nacida editorial Lugar Común que ya tiene dos obras en la calle: “El libro de Esther” de Juan Carlos Méndez Guédez y “Las guerras Íntimas” de Roberto Martínez Bachrich.
Si el control de cambio y el elevado precio del dólar hacen cuesta arriba la importación de papel y de libros, y algunos libros terminan costando tan caros que pocos los pueden pagar -razón de peso para el cierre de tantas librerías- la cantidad de autores venezolanos que presentaron obras en Festilectura nos hace sentir que por lo menos en producción nacional, pareciera que todavía gozamos de buena salud. Periodistas, poetas, narradores… compartieron con el público alrededor de la fuente del Obelisco en lo que hoy se llama con el pomposo nombre de “conversatorios”.
A pocos metros de la Plaza Francia, aprovechando el tráfico de las avenidas aledañas, los buhoneros vendían ediciones piratas de dos best-sellers nacionales: “Sangre en el diván” de Ibéyise Pacheco y “La Rebelión de los Náufragos” de Mirtha Rivero.
 En una sociedad donde tanto ética como legalmente se le hace la vista gorda a la piratería -al diablo los derechos de autor- mientras el Seniat trata con mano dura a negocios que pagan impuestos y  pasan por engorrosos trámites de Cadivi para traer mercancía ¿todavía habrá quiénes se preguntan por qué en Caracas cierran las librerías?

4 comentarios:

paola restrepo dijo...

es así bella.
quiero leer sangre en el diván
pero mi presupuesto no me lo permite, a sabiendas de que sé que no es un libro a coleccionar, si no de los que quiero leer y de seguro luego regalo. hoy en día es dificil eso ¿gasto 220 en un libro o hago mercado? hago mercado y luego pido prestado el libro, me digo. y es que tampoco quiero comprarle el libro al buhonero que me hace fiesta en el semáforo. ¿qué hago?

Adriana Villanueva dijo...

Paola cuando publiqué mi novela "El móvil del delito" me sorprendió la cantidad de gente que me dijo que la había leído porque un amigo se la había prestado, o que no la había leído porque estaba esperando que su hermana lo terminara de leer para prestárselo, y eso que "El móvil" era un libro bastante económico, no me ofendí, me dí cuenta que el venezolano lee prestado, que en nuestro país cada libro puede tener más de un lector, y eso es bueno, eso quiere decir que gusta.
Te recomendaría Paola que buscaras quien te prestara "sangre en el diván" , seguro más de un amigo la tiene, ojalá en nuestro país funcionaran mejor las bibliotecas, la verdad no sé como lo está haciendo la de los Palos Grandes porque es muy reciente, pero también contamos con el Banco del Libro que tengo entendido funciona muy bien. Leer libros prestados es una solución ética y económica si el bolsillo se reciente ante su alto costo, lo que no debemos hacer es comprarlos piratas, además que suelen ser productos de mala calidad a los que le faltan páginas, es un robo descarado tanto al autor como a una industria frágil en Venezuela como es la editorial.

Roberto Echeto dijo...

En Venezuela y en todas partes la gente lee prestado. Cada libro debería tener 5, 6 o más lectores. Es lo normal.

El precio de los libros entra en la dinámica de los precios de todo en este país quebrado.

Prestar libros, leer libros prestados deberá formar parte aquello que debamos hacer para seguir conectados con el mundo.

Un beso.

Adriana Villanueva dijo...

Es que crecí con ese viejo dicho que no se sabe quién es más bobo si quien presta un libro o si quien lo devuelve, pero se me ha quitado ese prejuicio y hoy en día presto mis libros (no todos) y hay libros que pido prestados, sin contar los libros del colectivo familiar que suelen tener varios lectores. Ese es precisamente uno de los problemas con los libros digitales, son imprestables a modo personal, si bien hace meses leí en el NYT que la lectura digital se ha vuelto tan popular en las bibliotecas en los Estados Unidos, que las editoriales pretenden limitar el número de veces que un libro se puede bajar en una biblioteca para que sea equivalente a la vida de un libro impreso. Problemas que no tenemos en Venezuela donde la lectura digital no le ha llegado sino a pocos afortunados.