viernes, 13 de enero de 2012

La otra isla


Si hay un escritor venezolano que despierta la envidia más verde en los demás escritores nacionales es Francisco Suniaga, quizás el único de nuestros narradores contemporáneos que, hasta ahora, haya logrado ver ocho ediciones de uno de sus libros. "La otra isla" (Oscar Todtmann, 2005), la primera novela de Suniaga, casi siete años después de publicada, no ha dejado de estar presente en las librerías de todo el país.
Situémonos en el contexto editorial venezolano: la primera edición de un libro de narrativa suele tener 1.500 ejemplares, si va a una segunda edición difícilmente tendrá el empuje editorial y respaldo de las librerías que tuvo en su lanzamiento, más allá de una cinta que lo identifique como "segunda edición". Las terceras ediciones en la narrativa contemporánea en Venezuela son más raras que un perro azul. 
El caso de "La otra isla" es excepcional, si lo sabremos el resto de los escritores nacionales que cuando un lector rezagado nos pregunta, cinco años después de publicado uno de nuestros libros, dónde puede encontrarlo, no sabríamos a donde remitirlo, porque aunque ocasionalmente sigamos viendo nuestras libros en ferias y en algunas librerías, las secciones de narrativa venezolana en las librerías locales, con  honorables excepciones, están vergonzosamente desabastecidas. 
En otra Venezuela, para asegurar que nuestra narrativa no dependiera del efímero mundo de las novedades, existía la editorial Monte Ávila con su enorme librería en el Complejo Cultural Teresa Carreño, además de la red de librerías Kuai Mare por todo el país que rescataban aquellas novelas, colecciones de relatos y ensayos nacionales que habían dejado de ser novedades. Pero desde hace unos años ya sabemos para lo que quedaron la editorial y la red de librerías estatales, hoy re-bautizadas Librerías del Sur y editorial El Sapo y la Rana, pasaron de herramienta de promoción y salvaguarda de la literatura venezolana a herramienta de promoción y salvaguarda de la ideología revolucionaria.  
Pero volviendo al objetivo de nuestras mezquinas envidias, para quienes no viven en Venezuela -porque aquí quien no se ha leído la primera novela de Suniaga no está en nada- "La otra isla" trata sobre un joven alemán radicado en Margarita que se ahoga en Playa El Agua. La madre del muchacho, sabiendo que era un excelente nadador, viaja de Alemania a Margarita a investigar la muerte de su único hijo. Duda que haya sido accidental. 
Suniaga, quien nació en La Asunción en el año 1954, narra una historia universal: una madre dispuesta a todo para llegar a conocer la verdadera causa de la muerte de su hijo, pero en una Margarita íntima, no la que conocemos los turistas, sino la de quienes viven allá. 
Regresando al tema editorial, en una Margarita no tan íntima, en el centro comercial La Vela queda una librería que se llama Discovery Books en cuyo pasillo de entrada hay tablones de libros en remate donde se encuentran obras de Philip Roth, Salman Rushdie, Susan Sontag, Henning Mankell, Haruki Murakami y varios premios Alfaguara a 20 y 40 bolívares; a esos mismos precios he visto libros de Eduardo Liendo, Israel Centeno, Federico Vegas, Victoria De Stefano, Salvador Fleján, Rodrigo Blanco Calderón, Fedosy Santaella, Karl Krispin; títulos de la literatura nacional que si un estudiante de Letras los buscara en Caracas, no sabría dónde encontrarlos más que en una biblioteca pública. 
Este diciembre me tocó ver mi novela "El móvil del delito" (Ediciones B, 2006) en remate a 20 bolívares. Estaría dolida de no estar en tan buena compañía. En esta ocasión me llevé varios ejemplares del Móvil y aproveché para comprar "El insomnio de Bolívar" de Jorge Volpi, "Por quién doblan las campanas" de Ernest Hemingway y "Margarita infanta" de la gloria de la isla, el mismo Francisco Suniaga de nuestras envidias. 
Ni soñar que "La otra isla" esté en remate. Aunque "Margarita Infanta", que sí lo estaba, también describe otra isla, esa Margarita que ya no existe sino en el recuerdo de quienes la vivieron, a la que todavía casi no llegaban turistas, de mitos y leyendas, de carreteras en lugar de autopistas, cine de barrio, donde ni siquiera se veía televisión. Esa isla en la que Suniaga creció que dejó de existir a fines de los años 60 al ser decretada Zona Franca Libre de Impuestos, y a partir de entonces, el principal destino del turismo nacional e internacional en Venezuela. 
La Margarita rural que Suniaga evoca en "Margarita Infanta" es una colección de crónicas, muchas escritas inclusive antes de "La Otra Isla", publicada en el año 2010 por la hoy desaparecida en Venezuela Editorial Mondadori, recuerdos que van desde la foto de la portada del par de niñitos de cara compungida, hasta aquel viaje a Caracas que representó el fin de una infancia idílica. 
Este libro de Suniaga se lee en una mañana en el vaivén de un chinchorro, si estás frente al mar, mejor. Hay una crónica dedicada a Lope de Aguirre, alias "El Tirano", alias "El Loco"; en la cual Suniaga evoca cómo los niños margariteños vivían con el único terror de aquella alma impenitente que deambulaba en las noches por la isla. O el recuerdo de Brígido, el viejo bodeguero que perdió la razón, algunos decían que debido a la arterioesclorosis, aunque el pequeño Francisco sabía que fue a partir de que el efectivo en su caja registradora fuera robada por un desconocido, tras un descuido causado por la excesiva confianza de Brígido de que esas cosas no pasaban en la isla. 
Quien hoy vaya a Margarita fuera de temporada vacacional, se sorprenderá ver las bodegas, licorerías, panaderías, despachando entre rejas. Le pregunté a la dueña de una bodega vía Paraguachí el motivo de tanto encierro y me contó que los malandros la tenían azotada. 
Una quiere creer que estos malandros no son nacidos en la isla, pero la señora me saca de tanta inocencia: "Muchos ladrones son de por aquí, muchachitos que vi crecer, que se metieron a malandros y te atracan como si no te conocieran".  
Cómo no suspirar por esa otra isla, la de la infancia de Suniaga, quien escribió una gran novela que nunca está en remate sobre esta nueva isla, la actual Margarita, de lujos y turistas, pero que con la llegada de la modernidad también perdió la inocencia... tan distinta a la Margarita de Brígido, confiado, que despachaba caramelos a los chicos de la zona sin más temor que al alma impenitente del Tirano Aguirre.




4 comentarios:

Anónimo dijo...

La Margarita de Suniaga, la de los 50, no se diferencia mucho de la de mi papa' de los 30. La fotografia en la que aparece Suniaga y su hermanito fue realizada en el mismo estudio donde se fotografiaban las ocasiones especiales de la familia de mi papa, ocasiones que se "trajeaban" en la sastreria Suniaga, la mas importante de la isla. Margarita permanecio tanto tiempo inalterable.... Me encanto tu articulo Adriana! Soy fan de Suniaga, ojala sigamos difrutando mas de su obra! Olga Romer.

Adriana Villanueva dijo...

Qué maravilla, Olga, no sabía que tu papá era de Margarita, y que aunque los diferencian más de 20 años, compartiera el recuerdo de La Asunción que describe Suniaga en Margarita Infanta y hasta conociera a su papá. Siento que queda el resabio de esa isla cuando paso por los pueblos de la isla y veo a los viejitos sentados en el umbral de sus puertas jugando dominó o viendo los carros pasar. Desde que leí la crónica de Suniaga sobre las sillas vacías, cada vez que veo una, pienso en un viejito que ya no está.

Adriana Villanueva dijo...

Desde entonces ya en los pasillos de Discovery Books dejaron de encontrarse libros en remate, lo que si siguieron fueron las bodegas y licorerías entre rejas ante el temor al malandraje.

Elizabeth dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.