martes, 25 de marzo de 2014

Sobre los selfies en las marchas



La otra tarde en la Plaza Altamira repartían volantes ofreciendo un curso de cómo tomar fotos en marchas y manifestaciones. No agarré el volante, pensé que sería una nueva forma de rebusque en tiempos de crisis. Después me enteré que no se trataba de un negocio en ciernes sino de una clase abierta, sin fines de lucro, que se dio esa misma tarde en las escaleras del lado oeste de la Plaza Francia.
Quizás debí haber tomado el curso, disto de ser una experta, pero es que ya tengo doce años tomando fotos en las marchas, desde los tiempos del: "Si va a caer, si va a caer, este Gobierno va a caer" hasta los del actual: "¿Quiénes somos? Venezuela, ¿Qué queremos? ¡Libertad!". 
Tenemos tanto tiempo en esto que las primeras fotos que tomé de marchas multitudinarias de la oposición fueron con mi Canon AS Program con rollito Kodak ASA 400. Por cada marcha, 36 instantes detenidos en el tiempo que se debían administrar con precaución porque por una foto buena salían varias regulares, unas cuantas malas, y era bastante costoso el revelado. Al no ser fotógrafo profesional, mis fotos apenas estaban destinadas a los álbumes familiares, ni siquiera existía Facebook para compartirlas. 
De negativo a digital he ido acumulando en mi archivo personal enemil fotos tomadas a lo largo de estos últimos doce años de cientos de miles de ciudadanos caminando por las calles de Caracas la inconformidad de país. Y eso que no soy de las precursoras de las marchas, ni siquiera marché el 11 de abril, no me gustan las aglomeraciones, sufro de enoclofobia. Pero tras los sucesos de ese funesto día decidí que no podía quedarme pasiva en casa mientras otros salían a la calle y me uní a cuanta marcha de la oposición se diera haciendo de mi cámara una especie de amuleto para distraer el miedo a las multitudes. 
Tampoco me engaño, soy una fotógrafo regularzona, aunque en esta era de la fotografía digital es difícil tomar fotos malas porque tomamos tantas que se va entrenando el ojo. Edito algunas fotos cortándole lo superfluo, borro muchas fotos que no dicen nada, y selecciono las mejores para hacer álbumes en Facebook que no son más que recuentos personales. 
Hasta que este año decidí que qué fastidio, tenía años montando fotos de marchas, ¿a quién le podía seguir interesando esta historia sentimental de mi paso por las inconformidad multitudinaria? Me sentí como escribiendo la misma crónica una y otra vez con ligeras variaciones. Más de lo mismo, pero varios amigos me reclamaron que si acaso ya no iba a las marchas que había dejado de montar fotos en Facebook. Aparentemente les gusta hacer el recorrido con mis álbumes donde mezclo fotos de amigos con las mejores pancartas y mi encuentro con celebridades de la política (tengo fotos de Pompeyo Márquez, Américo Martín, Antonio Ledezma, Leopoldo López y Hentique Capriles Radonski cuando no eran más que unos mozalbetes, María Corina Machado el día después de que le entraron a golpes en la Asamblea). Así que chimbas o no, decidí continuar compartiendo mis fotos de las marchas, sobre todo para los amigos que viven en el exterior para que sientan un poco el espíritu de lo vivido. 
Haciendo un recorrido por estos álbumes de los pasados doce años es fácil darse cuenta que hay dos tipos de marchas: aquellas en las que se va con esperanza, y aquellas en las que se va con arrechera. Esperanza no solo se marcha cuando estamos en campaña por un candidato, también en cierta forma marchábamos con esperanza cuando en ese diciembre de 2002, en medio del paro petrolero, muchos llegamos a pensar que se estaba tambaleando el gobierno de Chávez a cuenta de las marchas casi que diarias que sucedían apoyando el paro, sin sospechar que tras el paro petrolero lo que estábamos haciendo era atornillándolo más. 
Semejante esperanza desapareció de las marchas en febrero de 2014, así como desapareció la alegría de marchar. ¿Cómo se puede marchar alegre y optimista cuando sentimos que oficialmente estamos viviendo en Dictadura?  Pero esta alegría poco a poco se ha ido recuperando al sentir que a pesar de las trabas cada vez más represivas para impedir las marchas y manifestaciones opositoras, cientos de miles de venezolanos seguimos dispuestos a salir una y otra y y otra y otra vez de manera pacífica, cargando banderas de siete estrellas, acompañados en grupos familiares, o con amigos, muchos hasta solos, arriesgando a ser mal encarados por la Guardia Nacional, a ser reprimidos a punta de bombas lacrimógenas, ser bañados con la ballena, y hasta detenidos sin más motivo que cruzarnos en el momento equivocado con las fuerzas del orden del Estado. Sin hablar de ser víctimas de las fuerzas paramilitares que apoyan al oficialismo.  
A partir del 12 de febrero parecían habernos arrebatado hasta la alegría y la esperanza de marchar, pero poco a poco ante la insistencia civil en no abandonar la calle, a pesar de los obstáculos que pone el Gobierno con cada vez más fuerza represiva, a pesar de amedrentarnos con las bandas de paramilitares armadas como la que atacó recientemente la Asamblea de Estudiantes de la Facultad de Arquitectura, viendo en cada una de las marchas las creativas pancartas que demuestran que no hay censura que calle el descontento de país, pancartas que denuncian la inconformidad de tener que acostumbrarnos en Venezuela a vivir con violencia, a que desde el poder del Gobierno se salten las más esenciales normas democráticas, ante el rechazo a la escasez, a la censura, al autoritarismo... a este desastre de Gobierno que cada vez esconde menos sus rasgos de Dictadura... marchas que están sucediendo con mayor o menor nivel de intensidad en tantas ciudades del interior... me parece el menor de los males que hoy tenemos en Venezuela que haya quienes se tomen un selfie con los panas en las marchas. 
Confieso con desvergüenza que también lo hago, es parte de la pírrica alegría de sentirme menos sola en medio de tanto desánimo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Adriana, estamos tan agresivos que criticamos hasta eso. Yo, igual que tú tengo miles de fotos de gentío con banderas, pero ya hasta dejé de llevar la cámara. Sin embargo, me sonrío de sorpresa cada ves que alguien alza la cámara y dice ¡Qué gentío!, porque a mi me sorprende que todavía haya gente que se sorprenda.
Lo que tenemos es que dejar de criticarnos por todo, después de todo, no somo ucranianos, somos venezolanos.

Adriana Villanueva dijo...

Siempre salgo con mi cámara porque me ayuda a superar el miedo al gentío, así que las marchas las he vivido tras el lente, pero confieso que ya no sé qué hacer con las enemil fotos de marchas que ocupan la memoria de mi computadora, quizás algún día haga una clasificación seria de las marchas a las que he ido como la del cierre de RCTV, contra las agresiones a la universidad, la marcha de las mordazas, los cierres de campaña... son tantas que puede ser como un registro histórico de estos últimos 12 años.