Horas
después del emocionante enfrentamiento entre “La Montaña que Cabalga” y la
“Víbora Roja” para definir la suerte del enano Tyrion Lannister, cuya vida
dependía del juicio por combate entre estos dos dispares luchadores, los
movimientos de piezas de los juegos de tronos de la Historia Contemporánea del
siglo XXI, juegos que nada tienen que ver con la fantasía, resultan casi tan
sorpresivos, y hasta más arbitrarios, que la maravillosa ficción de George R.R.
Martin en la serie de HBO: “Game of
Thrones”.
Por ejemplo el pasado lunes el rey de España, Juan
Carlos I de Borbón, sorprendió a sus súbditos con la noticia de su inminente abdicación
al trono a favor de su hijo Felipe. Una
serie de escándalos conocidos por cualquier lector de la prensa rosa, además de
los achaques de salud propios de la edad, obligaron a un rey que fue pieza clave en la
instauración de la democracia en España, 39 años después a terminar su reinado
para tratar de salvar la monarquía española –hoy más que nada simbólica- de un
posible punto final.
Estas
monarquías modernas son casi tan sui generis como aquella de la frontera
medieval donde una reina púber conquista territorios amparada por tres dragones
adolescentes. Pareciera igual de fantasioso narrar la historia de un rey en el
siglo XX impuesto por un tirano, que sin embargo llegaría a ser clave en
instaurar la democracia en España.
Pero
por más lectores de la revista ¡Hola! que podamos ser, cuesta hasta al más
farandulero de los venezolanos entender la noción de una familia que por derecho
de nacimiento hereda el poder, nuestra cultura no es monárquica. O no lo era. En mi juventud
hubiera podido pecar de optimista y asegurar que los venezolanos a fuerza de décadas
de lucha contra tiranías y caudillismos, llegamos a ser una cultura demócrata,
con sus defectos y bemoles, pero Democracia al fin, donde no solo el voto
secreto y universal, sino también la separación de los poderes ciudadanos, como
una Fuerza Armada sin beligerancia política, garantizaban que ya no podría
haber tiranía posible en nuestro país.
Por
lo visto que al igual que Sansa Stark, yo era una chica ilusa con la cabeza llena de
mariposas, en mi caso por apostar que en el siglo XXI las monarquías y las tiranías
serían cuestión del pasado.
Mientras
tanto en el juego de tronos en España entra un nuevo contendor que gana adeptos
prometiendo emular el camino de la actual República Bolivariana de Venezuela y los
caudillos que la gobiernan. “Democracia participativa” la llaman, siempre y
cuando quien participe acate sin chistar las ordenes de la tiranía. Ejemplo de
esto en Venezuela son los fallos judiciales que siempre-siempre complacen al
régimen chavista, como el madrugonazo de la jueza Adriana López, quien a las
tres de la mañana del pasado jueves dictaminó que había méritos para enjuiciar
a Leopoldo López y a cuatro estudiantes detenidos por “instigación a la violencia”, delito que se paga hasta con diez años de
prisión.
En
la ficción, Tyrion Lannister es acusado de regicidio por su padre, pero por lo que de verdad se le juzga es por ser diferente
a su apuesta familia. El Enano sabe que no será exonerado ante la parcialidad
de un jurado convocado por quien lo aborrece, por eso exige un juicio por
combate jugando su vida en la agilidad de Oberyn, la víbora roja. Si ante la
justicia de los hombres le consta a Tyrion que no tiene chance, solo le queda
apostar ante la justicia divina.
En
el juego de tronos de la actual Venezuela no tenemos juicio por combate, pero
si la determinación de millones de venezolanos de luchar hasta la última
instancia por romper con el cerco de la tiranía.
Artículo publicado en la página Web de El Nacional porque en Venezuela no hay papel
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