Quien pase por Evitando Intensidades y lea mis últimas reseñas de cine en donde no me uno al entusiasmo por las películas de Sandra Bullock, Avatar y el Sherlock Holmes de Guy Ritchie, dirá "está mujer es un fastidio, no le gusta nada de lo que ve". No es así, de vez en cuando disfruto sin peros una película, como fue el caso de Up in the air de Jason Reitman, proyectado en Venezuela con el cursi título de Amor sin escalas (he ahí un pero).
Comparto lo leído en un artículo publicado recientemente en el NYT donde se afirma que Clooney es un actor que de tan atractivo pasamos por alto su espectro de actuaciones, desde el obvio galán de encanto infinito (One fine day, Out of Sight), comedias en la que no le importa un comino no hacer de galán (O brother, where art thou y Quémese antes de abrir ), o el drama del idealista enfrentado a fuerzas más que poderosas a lo Michael Clayton. La presencia de George Clooney quizás no asegure una gran película, pero por lo general una de calidad (aunque tiene sus pelones como Batman y Robin). Si ponemos su carrera en una balanza dividida entre pelones y aciertos, Clooney, cuya fama comenzó como el atractivo pediatra de la serie de televisión ER, resulta un actor inteligente a la hora de escoger proyectos.
Up in the Air, película de bajo presupuesto, apenas 25 millones de dólares -migas para los estándares hollywoodenses-, es uno de sus mayores aciertos. Clooney hace el papel de Ryan Bingham, un hombre que bajo el cargo de "asesor de transición profesional" vive entre aviones y aeropuertos de ciudad en ciudad en los Estados Unidos botando de sus trabajos a aquellos infelices que sus jefes no tienen agallas para botar. Basada en la novela del mismo título de Walter Kirn, la película de Reitman ha sido favorecida por la crítica, destacando la impecable actuación de George Clooney, aunque mi pana Luis Alejandro en su blog Pulga de Libertad difiere, dice que Clooney es un tipo demasiado sobrado para interpretar a alguien con tan sórdido trabajo, que ese papel le habría venido mejor a Paul Giamatti.
Le digo a Luis que entonces Up in the air habría sido otra película, más de acuerdo con el espíritu original de la novela de Kirn que ni si quiera incluye romance, seguro que muy buena porque Giamatti es tremendo actor, pero una película distinta: sórdida desde el principio, al contrario de lo que vemos en el film de Reitman cuya propuesta es darle a Bingham la imagen de un verdugo ganador, atractivo aunque ya hayan pasado sus mejores años, un tipo que aparenta estar más que satisfecho de su trabajo, feliz de vivir de up grades y sin ataduras emocionales. La escena donde Bingham conoce a Alex (Vera Faniga) exhibiendo sus múltiples tarjetas de cliente privilegiado, interpretada por Giamatti habría sido un desesperado intento de seducir a una hermosa rubia en un bar, interpretada por Clooney es una forma de romper el hielo entre dos frecuentes viajeros. Un amor casual como tantos otros amores casuales a lo largo de un millón de millas de dejar a trabajadores sin empleos.
El sobrado Bingham es el primero en creerse su filosofía de vida de "poco equipaje" que lo lleva a dar seminarios motivacionales a sala llena a lo largo de los Estados Unidos: "ven este morral, empiecen a imaginar que meten en él todas sus pertenencias materiales, ahora sus afectos, ¿pesa, no?, vayan sacando lo que puedan y verán que ligero se vuelve".
A medida que va transcurriendo la película esa ligereza de vida resulta menos atractiva: lo que Ryan llama hogar es un apartamento digno de un monje asceta, acumular y ahorrar millas para obtener la tarjeta grafito de American Airlines comienza a parecer una ansiedad casi compulsiva, el desafecto con su familia y la aparente imposibilidad de establecer una relación a largo plazo, desempolvan gradualmente ese coco al que tanto le tememos la mayoría de los seres humanos: soledad.
Mi amiga Carla dice que ese giro de la historia, cuando Ryan comienza a cuestionar su vida nómada, le pareció moralista, un llamado a volver a los valores tradicionales norteamericanos: "sin copiloto con quien compartir, nada vale la pena". Y sí, en algún momento viendo Up in the air se me vino a la cabeza: "estos gringos del caraj otra vez inculcándonos las casitas de veredas blancas como único ideal de vida", pero ante la escena final de Ryan Bingham enfrentándose a una pantalla de vuelos como una especie de purgatorio donde no se es feliz ni tampoco se padece, olvidé la moralina antimoralina y me dejé atrapar por su desazón.
No, no cualquiera puede ser un George Clooney, sólo un gran actor es capaz de hacernos olvidar su innato encanto, y que lleguemos a sentir lástima por este pobre diablo, por su trabajo, y por vivir en un cielo no precisamente poblado de ángeles.
5 comentarios:
Adriana, muchas gracias por la mención. No insisto en mi punto del casting porque al imaginarme la escena de las tarjetas con Giamatti, me convenciste que solo a Clooney le puede funcionar un truco así, pero por ello me inclino a pensar que no es un asunto de actores sino de guión, el guión no es tan redondo como Reitman cree. A mí la película se me cae, por eso quizás luzca demasiado insistente en buscarle la quinta pata al gato, pero ahora creo que la razón son los atajos que toma Reitman: la mujer de doble vida pero que da la dirección de su casa, la suicida que da al traste con las reformas de la compañía, el matrimonio de la hermana que hace entrar en crisis al prota, me parecen todos recursos algo baratos para bajar al tipo de su pedestal, un tipo que a mí se me mostraba bastante patético desde el bar con sus tarjeticas y quizás por eso esperaba otro tipo de recursos. Pero las mejores películas u obras de arte en general, son las que dan de qué hablar, y de esta película vale la pena hablar, así que Reitman la volvió a pegar. Muchos saludos
Buena crìtica! Aunque estoy de acuerdo con el comentario anterior: los atajos de Reitman son algo decepcionantes. Follower en twitter now, quiero leer màs de tus crìticas :)
Tienes razón, Luis, hay unos inexplicables baches de guión por mucho Golden Globe que mereciera Up in the air, de todas maneras siempre hay que darle a las películas y a los libros unos cuántos años para ver como maceran. De hecho uno ve una película, le da una lectura, y después oye otras opiniones que te dejan pensado. La de Giamatti como Ryan fue una, y resulta que no estás equivocado, según los comentarios de los lectores en Amazon, Giamatti va más con el espíritu de la novela, pero sería otra película, quizás buena, pero que sin mi George, no disfrutaría tanto.
R.A Wildman, gracias por visitar las Intensidades, como le decía a Luis (tu comentario llegó cuando estaba contestando) me gusta recibir diferentes opiniones, detalles que se me pasan y que me enseñan a agudizar estos intentos de crítica.
Lo mismo le dije a Carlita anoche: cómo carrizo la esposa cuernera da la dirección de su casita en Chicago? Es uno de los pelones de guión mas grande que he visto recientemente. Con todo y eso la peli me fascinó.
Tienen razón, incomprensible cómo a Reitman no sé le ocurrió alguna forma de solucionar este bache, cualquier espectador con dos dedos de frente supuso antes de que el bobo de Ryan lo que sucedía tras las puertas de esa casa en Chicago y se preguntó cómo carrizo llegó él allá.
Supongo que Alex tampoco se imaginó que Ryan la iba a buscar, pensó que ambos jugaban el mismo juego, pero con eso de que son frecuentes viajeros, para justificar cómo sabe el cacho su dirección, quizás habría incluido en el guión uno de esos gadgets de celular a lo google map para localizarse todo el tiempo, o Alex era una twitera descuidada que no había desconectado el myloc de su blackberry.
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