Creo que fue George Bernard Shaw quien dijo que un buen artículo debe levantar roncha. Gracias a “Kinodex” por primera vez lo logré, si no a escala nacional, por lo menos en mi reducido entorno.
El sábado en el que apareció la historia de cómo el sistema cibernético para conseguir cita en la Onidex sonrió a mi familia, mi marido me despertó con el periódico en la cara:
“¡Cómo se te ocurre someternos al escarnio burocrático revolucionario! ¡Nos van a negar los pasaportes!”.
Traté de tranquilizarlo, le aseguré que no tenía de qué preocuparse, el artículo dejaba bien parada a la Onidex como uno de los raros vestigios de eficiencia en este socialismo del siglo XXI. De todas maneras, le recordé que en las oficinas de identificación y extranjería se leen diarios de esos en los que los titulares denuncian cruentas guerras mediáticas contra “el proceso”. ¡Qué van a estar leyendo El Nacional! Además, la oposición venezolana dejamos de ser un enemigo digno para el gobierno bolivariano teniendo un imperio con el cual enfrentarse.
Cuando las aguas parecían estar más calmadas, llamó mi suegra al borde de un ataque de histeria: las amigas con las que camina todas las mañanas en lugar de ir al parque se la llevaron a una panadería, y después de un tazón de tilo y un pastelito de requesón, le enseñaron en papel impreso la posibilidad de que su primogénito pudiera estar metido a eso que llaman “oficialista”.
Mi suegra no se tomó nada bien la noticia: “... ¡Por qué me haces esto, hijo mío! ¡Yo no te crié así! ¡Me vas a matar de un disgusto!”
El hijo en desgracia logró tranquilizar a su preocupada madre echándole la culpa a la nuera: “Tú conoces a Adriana, siempre exagerando”.
La semana siguiente nuestro teléfono no paró de sonar, gracias a mi artículo nos convertimos en el centro de atención al escuálido de la Onidex. Oímos todo tipo de problemas, desde aquellos infelices que hagan lo que hagan no logran conseguir cita para sacar el pasaporte, hasta la amiga angustiada porque por fin creyó encontrar al hombre de su vida, y ahora resulta que la cédula de su amado es una de esas MM que supuestamente marcan a los satisfechos revolucionarios.
Pero no puedo negar que me sentía emocionada porque finalmente era parte del sistema. Después de siete años de agobios políticos, ya era hora de que la política me sonriera aunque fuera de manera modesta como lo era consiguiendo los pasaportes de mi familia. Fue un duro despertar a la realidad cuando el lunes después de la segunda cita en la Onidex, mi marido me llamó para avisarme que a él se lo habían negado. La razón: dato errado. Imposible saber cuál porque el sistema no está capacitado para responder.
Welcome back a la República Bolivariana de Venezuela.
Desde entonces mi esposo pasa día y noche pegado a Internet buscando una nueva oportunidad para lograr la cotizada libreta vinotinto, pero lo único que ha logrado es descubrir que a nuestra hija mayor también le negaron el pasaporte por dato errado. ¡Oh, Dios de las Revoluciones, en dónde fallamos! ¿Será, en el caso de la niña, que la página se cayó antes de completar los datos de la madre, o será que el “de la Milagrosa” no hubo forma de que cupiera.
¿Será, en el caso del padre, que su cédula dice soltero (aunque anexó la partida de matrimonio) o será que nació en los Estados Unidos hijo de estudiantes venezolanos? Porque la página de Internet no da para contingencias: cuando mi esposo puso como lugar de nacimiento Atlanta, Georgia; no había cómo poner el municipio y salió Caracas. Ni siquiera los funcionarios sabían qué hacer: “Es que como usted no es venezolano de nacimiento todavía no puede sacar el pasaporte andino”.
Insistimos, de la manera más humilde posible, que todo hijo de venezolanos, nacido en el extranjero, es venezolano de nacimiento. A punta de tipex, los amables funcionarios lo arreglaron: “Pero no estamos muy seguros de que este documento vaya a pasar”. Y no pasó.
En medio de nuestra desesperación, creímos encontrar una luz en el túnel la otra tarde escuchando al director de la Onidex, Hugo Cabezas, en el programa de Pedro Penzini, pero justo cuando iba a dar el número del fax para aclarar problemas como el nuestro, la llamada se cortó.
La única que parece contenta con este entuerto documentario es mi suegra, el honor de la familia ha sido limpiado: su hijo y su nieta vuelven a formar parte de la democrática fila de los rechazados del sistema.
Publicado en el diario El Nacional el 25 de febrero de 2006
Ilustración para Nojile Rogelio Chovet.
1 comentario:
Esa imágen del imperialismo venezolano está buenísima. Y el dato de arriba acerca de las letricas de la cédula es interesantísima
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